Juan Pablo Jaramillo
Unidad de Gestión Tecnológica
Centro de Biotecnología
Universidad de Concepción
Los desechos no son tal, son resultado de un sistema de producción imperfecto, que no han sido reintegrados en la matriz productiva. Así se plantea un “desecho” bajo el concepto de “economía circular”, donde cada parte de un producto de consumo, sea de origen biológico o inorgánico, encuentra un nuevo lugar en el mercado como producto revalorizado una vez que ha concluido su uso por parte de un consumidor.
Si dispongo de un envoltorio plástico o de vidrio, se transforma en materia prima para una nueva industria “verde” que aprovecha recursos dispuestos por el sistema productivo, los revaloriza y los reintroduce en los mercados con un nuevo fin y con sello de sustentabilidad.
Suena bien y las tendencias en países desarrollados así lo confirman, en especial con las políticas impulsadas por la Comisión Europea y Estados Unidos, para integrar innovación y ciencia en la producción industrial en general y de alimentos en particular, con miras a la “economía circular”, la “bioeconomía” y con metas al 2030.
En la agricultura, desde los escobajos, sarmientos y orujos de la industria vitivinícola, hasta el rastrojo del maíz, los restos de frutas para jugos y conservas, o los restos de los cultivos de cereales, la disponibilidad de estos es un problema real para los pequeños y grandes productores locales.
“No tengo dónde hacer más hoyos en mi terreno para enterrar los desechos”, es una frase que se escucha en varios rubros de la agricultura nacional. Hace unas semanas y resultado de un proyecto Fondef, Juan Pedro Elissetche, investigador del Centro de Biotecnología de la Universidad de Concepción, creó papeles y cartones con las fibras de sarmiento y escobajo de la industria del vino, una alternativa real para el empaque de un producto que podría llevar un sello sustentable en su viaje al extranjero, envuelto en el mensaje de la innovación verde.
No es el único. Emprendimientos que aprovechan las cámaras de neumáticos para reutilizar el caucho, o incluso transformarlas en artículos de alta costura como carteras y bolsos también han aparecido, las llaman “ecocarteras”, pues aún cuando se hacen cargo de una fracción nanométrica de los casi cinco millones de neumáticos que al año se importan para reemplazar a los usados en Chile, de a poco empujan una nueva manera de entender la producción bajo el sistema económico actual.
Con todo, Chile se encuentra en el penúltimo lugar de la OCDE en revalorización de desechos, otro de los últimos lugares que ocupamos en indicadores de desarrollo, junto al de gasto público en I+D y la inversión en innovación por parte del sector privado.
La Ley de Responsabilidad Extendida del Productor fue un buen comienzo, pero se necesitan decisiones más atrevidas y una real voluntad para innovar hacia la sustentabilidad.
Empresarios extranjeros se quejan recurrentemente de la escasa voluntad de arriesgarse e innovar de sus pares chilenos, ¿se darán por enterados y transitarán hacia nuevos caminos en pro de la salud del planeta? Suena utópico, pero lo sería más si no fuera una urgencia a raíz de las consecuencias del modelo actual.