Ana Lucía Moreno Switt
Directora
No existe duda que la crisis social que vivimos es un quiebre de nuestro modelo económico y de mercado, el cual nos deja hoy consecuencias que aún no podemos dimensionar, además de un profundo sentir colectivo, que nos mantiene alertas durante los últimos días.
Vivenciamos un punto de inflexión en la historia, en un contexto global donde la humanidad nos expresa con diferentes voces y en distintos lugares, que ya no resiste y que es eminente la necesidad de una trasformación estructural que tome las urgencias sociales y ambientales.
Sumado a esto sabemos que las desigualdades serán incrementadas con los efectos del cambio climático, para graficar esto sólo mencionar la directa relación de dónde vives con la calidad de aire que respiras.
Y qué mejor ejemplo las “zonas de sacrificio”, sólo mencionar que en las comunas de Iquique, Tocopilla, Mejillones, Huasco, Puchuncaví y Coronel, se concentran las 28 termoeléctricas a carbón responsables del 90% de las emisiones de Dióxido de Carbono.
Otro claro ejemplo de la desigualdad es el acceso al agua, dado que su privatización (único caso en el mundo) ha permitido otorgar derechos de uso a privados, de manera indefinida, en desmedro de los pequeños agricultores, campesinos, pueblos indígenas y comunidad rural en general.
Las regiones de Atacama, Coquimbo, Valparaíso, Metropolitana, de O’Higgins y del Maule son las más afectadas por la falta de agua potable, de hecho se calcula que son más de 3 millones de personas, principalmente del mundo rural, las que no acceden al vital recurso.
Lo mismo pasa con la calidad de vida en las ciudades, dado que los municipios con más recursos, disponen de grandes áreas verdes, arbolado urbano y lugares donde contemplar la naturaleza; en cambio las comunas periféricas de Santiago y en los sectores más vulnerables de las regiones del país, existe poca intervención paisajística, porcentajes marginales de áreas verdes y pocos puntos limpios para reciclar los residuos domiciliarios.
Por otro lado tenemos evidencias científicas que nuestro planeta y su equilibrio tampoco resiste más nuestro modelo de producción y nuestras formas de consumo, que están amenazando a la diferentes formas de vida de nuestros ecosistemas.
En definitiva, hay mucho que avanzar, el camino será largo, lo importante es que las demandas sociales sean solucionadas de la mano con las ambientales, digna de una nación que avanza hacia el desarrollo y que presidió la COP25 en Madrid, España.
La invitación es a no olvidar las urgencias ambientales, buscar las soluciones y respuestas a los cambios necesarios para construir un nuevo pacto social para Chile, donde todos aportemos con honestidad, compromiso, empatía y responsabilidad.