En el contexto de una crisis sanitaria que tomará un tiempo en ser superada, se torna aún más urgente incrementar la participación masculina, fomentando la corresponsabilidad parental y la configuración de arreglos domésticos basados en la distribución equitativa de las tareas.
La situación actual que estamos viviendo globalmente por la pandemia del Covid-19hace posible prever que esta generará consecuencias muy importantes para las familias, sobre todo para aquellas más vulnerables. Ello ocurrirá no solo en el ámbito de la vida productiva dado el cambio al sistema de teletrabajo en muchos puestos, y de manera vital por la disminución e incluso ausencia de ingresos económicos; sino que también, tendrá un impacto enorme en la vida reproductiva de las familias.
Si bien el trabajo remoto ofrece múltiples beneficios, implica además hacerse cargo de enormes complejidades en relación a la conciliación con la vida familiar. Por ejemplo, en el caso de familias con niñas y niños, es particularmente desafiante cumplir con los roles laborales y parentales en un mismo espacio físico, especialmente en el demandante contexto actual. Madres y padres deben encargarse de proveer todo lo necesario para la vida familiar: alimentación, mantenimiento del hogar, actividades recreativas, apoyo educativo, cuidado emocional de hijas e hijos, entre otras.
Evidentemente esto conlleva una enorme sobrecarga para el grupo familiar, principalmente para las mujeres, dada la naturalización de la asignación femenina de los cuidados y las labores domésticas que demanda que sean ellas quienes realizan los mayores esfuerzos por lograr la conciliación.
En el contexto de una crisis sanitaria que tomará un tiempo en ser superada, se torna aún más urgente incrementar la participación masculina, fomentando la corresponsabilidad parental y la configuración de arreglos domésticos basados en la distribución equitativa de las tareas. Ello permitirá reducir las tensiones familiares, posibilitando el autocuidado necesario para gran parte de la población femenina. Al mismo tiempo, una mayor responsabilización masculina fortalece el vínculo paterno-infantil, contribuyendo a la generación de modelos de socialización primaria más igualitarios que permitan ir dejando atrás la tendencia a la feminización del cuidado.
Ello es altamente necesario, dado lo extenuante que puede resultar esta sobreexigencia hacia las mujeres no solo en sus propias dinámicas familiares, sino que también como cuidadoras principales en nuestra sociedad. Esta situación es el resultado de construcciones sociohistóricas, basadas en el sexo y que reproducen asimetrías tanto en la vida productiva como en la reproductiva. Por tanto, la participación sostenida de los varones en esta última esfera, y su consiguiente responsabilización en los cuidados, así como la promoción de una política de conciliación de la vida laboral y familiar, permitirán aminorar el desgaste experimentado por las mujeres en sus múltiples roles sociales, reduciendo sus niveles de estrés y mejorando las condiciones de vida de todo el grupo familiar.
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