Dos tercios de la población mundial viven en países no industrializados que afrontan un daño económico sin precedentes debido a la pandemia del COVID-19. De la cantidad solicitada, un billón de dólares supondría la cancelación de al menos una parte de las deudas soberanas de esas naciones.
En vista de la rapidez con la que ha llegado el golpe económico de la pandemia del coronavirus COVID-19 a los países en desarrollo, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) solicitó este lunes a la comunidad internacional un paquete de 2,5 billones de dólares para asistir a esas naciones.
La UNCTAD aseguró que el impacto es más dramático que el observado durante la crisis financiera global de 2008 y recordó que, sin contar a China, esos países son hogar de más de dos tercios de la población mundial.
El llamamiento responde a la necesidad de concretar las expresiones de solidaridad internacional emprendiendo una acción mundial sustantiva.
Los países en desarrollo han sufrido un enorme impacto en términos de salida de capitales.
“Los efectos económicos secundarios del impacto están ocurriendo ya y dificultan cada vez más la posibilidad de hacer proyecciones, pero hay indicaciones claras de que los países en desarrollo empeorarán mucho más antes de poder iniciar una recuperación”, advirtió el secretario general de la Conferencia, Mukhisa Kituvi.
Una estrategia para atajar la crisis
Para enfrentar la crisis, a la que se refirió como un “tsunami”, con la petición de los 2,5 billones de dólares, la UNCTAD presentó una estrategia de cuatro puntos:
- Inyectar un billón de dólares de liquidez a los países que se han quedado atrás mediante la reasignación de los derecho especiales de retiros del Fondo Monetario Internacional y añadir una nueva partida mayor a la que se implementó en 2009 para responder a la crisis financiera mundial.
- Parar inmediatamente los pagos de las deudas nacionales de los países más afectados y condonarles una porción significativa de esos compromisos. El punto de referencia para esta medida podría ser la condonación de la deuda alemana después de la Segunda Guerra Mundial, que canceló la mitad de su compromiso. Una entidad independiente podría supervisar esta disposición, que sumaría un billón de dólares del paquete solicitado.
- Diseñar un Plan Marshall para la recuperación sanitaria con financiamiento de las partidas de asistencia oficial al desarrollo que los países desarrollados han prometido pero no entregado. La cuarta parte de ese incumplimiento durante la última década sumaría 500.000 millones de dólares, los mismos que se destinarían a los servicios de salud de emergencia y a los programas sociales de asistencia relacionados con la contingencia.
- Establecer políticas de control de capital para restringir el aumento de la salida de flujos de capital, reducir la falta de liquidez debida a liquidaciones de empresas en los mercados en desarrollo, y frenar la disminución de los precios de las divisas y los activos.
La UNCTAD afirmó que este paquete es equivalente al que se habría otorgado a lo largo de los últimos diez años si los países del Comité de Asistencia al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicohubieran cumplido con su compromiso de asignar a ese renglón el 0,7% de su producto interno bruto.
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UNAMID/Albert González FarranUn taller de trabajo sobre mujeres, paz y seguridad de la Misión de las Naciones Unidas en Darfur.
Daños crecientes
La Conferencia divulgó un informe que muestra que en los dos meses transcurridos desde que el COVID-19 empezó a extenderse fuera de China, los países en desarrollo han sufrido un enorme impacto en términos de salida de capitales, aumento de la percepción de riesgo de sus bonos, devaluación de sus monedas y pérdida de ingresos por exportaciones, además de la caída de precios de las materias primas y la baja de ingresos por turismo.
Este panorama debido al embate externo, sumado a la disminución de la actividad económica interna de los países en desarrollo, retrasaría el repunte de la economía, que se recuperaría mucho más lentamente de lo observado entre 2009 y 2010.
Según datos de la UNCTAD, sólo de febrero a marzo salieron más de 59.000 millones de dólares de capitales de las economía emergentes, más del doble que tras la crisis de 2008.
Además, las monedas han caído entre el 5% y el 25% frente al dólar en lo que va del año.
En cuanto a los precios de las materias primas, de cuya exportación dependen muchos países en desarrollo, también se han desplomado una media de 37% desde el inicio de esta crisis.
Falta de dinero en los países en desarrollo
En los últimos días, los países avanzados y China han anunciado paquetes masivos que, de acuerdo con las cuentas del G20, darían un respiro de cinco billones de dólares a sus economías, una respuesta sin precedentes para una crisis sin precedentes que atenuaría el golpe física, económica y psicológicamente.
Aunque no se han dado a conocer los detalles de estos paquetes, la UNCTAD estima que se traducirán en una inyección de entre uno y dos billones de dólares para la demanda interna de las mayores economías del G20, lo que tendría un efecto mitigante de dos puntos porcentuales en la actividad económica mundial del año.
Sin embargo, esto no evitará una recesión económica en 2020 con una pérdida proyectada en billones de dólares, que afectará gravemente a los países en desarrollo con excepción de China y, posiblemente, de la India.
Dadas las condiciones de deterioro global, se prevé una restricción en el intercambio fiscal e internacional durante el año que supondría una brecha de financiamiento de entre dos y tres billones de dólares en los próximos dos años.
Efecto funesto
Las consecuencias de esta falta de capacidad monetaria, fiscal y administrativa para responder a la crisis, combinada con la pandemia y la recesión mundial serán catastróficas para los países en desarrollo y afectarán su avance hacia la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Para los países en desarrollo, la fuerza de trabajo del sector informal engloba a gran parte de su población económicamente activa, lo cual, de por sí, constituye un problema mayúsculo.
El director de Estrategias de Globalización y Desarrollo de la UNCTAD, Richard Kozul-Wright, aludió a las promesas de los países industrializados de “hacer lo que haga falta” para evitar que tanto empresas como familias sufran una pérdida grave de ingresos.
“Pero si los líderes del G20 de verdad respetan su compromiso de dar una respuesta global y solidaria, deben tomar medidas proporcionales a los 6000 millones de personas que viven fuera de las economías de esos 20 países”, puntualizó.