Ximena Carolina Fernandez Vicente
Directora Carrera de Psicología sede Concepción
Universidad Andrés Bello
Pareciera que “no salimos de una, para entrar en otra, ya no sé qué más puede pasar”, es una frase que he escuchado recurrentemente en el último mes. Los altos niveles incertidumbre, incontrolabilidad de la situación, la exposición a redes sociales, canales de televisión nacional e internacional, mapas de contagio y fallecimiento en países como China, Japón, Italia y España a causa del coronavirus, parecieran generar las condiciones óptimas para favorecer alto niveles de ansiedad en la población.
Respecto de la llegada del coronavirus a nuestro país y la declaración de pandemia, han provocado en muchos ciudadanos un miedo irracional frente a lo desconocido, agotando los productos de limpieza, las mascarillas, alcohol gel y antivirales en las farmacias locales. Para otros, tal vez la aceptación injustificada de que la lucha ha terminado, lo ha llevado a un sufrimiento silencioso y con gran aislamiento social.
En las actuales condiciones de la pandemia, las recomendaciones para el autocuidado personal en materia de salud mental apuntan principalmente a la cuarentena que implica que muchas de nuestras rutinas diarias se ven trastocadas, en muchos casos compatibilizando teletrabajo con el cuidado de los niños y luchando con los adolescentes para que no quieran salir a reunirse con sus amigos.
Algunos, aún ni siquiera dimensionan la magnitud de lo que está ocurriendo, por lo mismo pareciera urgente y fundamental conocer la percepción de riesgo de los sujetos y grupos de riesgo. La “percepción del riesgo” es una evaluación subjetiva de la probabilidad de que nos ocurra un accidente o suframos una enfermedad, como las complicaciones respiratorias asociadas al coronavirus Covid-19.
Según diversos modelos de comportamiento en salud, la capacidad de evaluar el nivel de riesgo es fundamental para tomar medidas de protección. Si creemos que no corremos peligro, lo más probable es que continuemos con nuestras actividades cotidianas, como por ejemplo ir al gimnasio, al cine, no respetando las indicaciones de la autoridad sanitaria.
La necesidad de abordar estos elementos subjetivos nos llama a nosotros como psicólogos y en general a las ciencias sociales a comprender que las problemáticas de salud son multimensionales, donde aspectos individuales (vulnerabilidad, conocimiento y controlabilidad de la situación) , grupales (presión de grupo y la comunidad) , sociales (normas, políticas y cobertura mediática) y la propia cultura son factores que pudieran determinar que cada sujeto tome medidas para cuidarse y cuidar a sus familias, comunidad y sociedad.