Dr. Eduardo Peña F.
Facultad de Ciencias Forestales
Universidad de Concepción
La pandemia del COVID19, está generando una crisis económica que ralentizará el sistema productivo, causa y causará desempleo y una crisis severa en la economía familiar. Inicialmente, se asumió que disminuiría la presión sobre los bosques naturales, facilitando su conservación. De hecho, diversos organismos especializados reportan que efectivamente pos-pandemia, algunos gases contaminantes han disminuido hasta más de un 30%.
Este análisis inicial optimista podría cambiar radicalmente, en la medida que la pandemia se extienda en el tiempo y se agrave la crisis económica. La pérdida de ingreso de las familias podría limitar severamente el acceso a las energías tradicionales (gas o electricidad) y más aún a la energía eólica o solar. Por ello, podría generarse una vuelta atrás donde la principal energía a la cual puedan acceder las familias sea la leña y carbón, lo que generará una fuerte presión sobre el bosque nativo, que ya están amenazados por la producción ilegal de leña en al menos 80% de ella. La amenaza no es menor, en aquellas zonas que utilizan la leña permanentemente como calefacción y energía para la preparación de alimentos. En el sur de Chile, el consumo familiar de leña fluctúa entre 18 a 20 m3/año, a pesar de que es combinada con el uso de gas. Por ello, si las familias no tienen acceso a gas se estima que debiera subir a unos 25 m3/año y nuevas familias se incorporarán a su uso. Ante esta disyuntiva, las estrategias de los gobiernos para enfrentar la crisis social, además de la alimentaria, deberán considerar el acceso a la energía de tal forma que no se demande leña o carbón vegetal de los bosques nativos.
En esta crisis que está generando el COVID19, el sector forestal puede realizar un importante aporte, creando nuevos puestos de trabajo y mitigando la crisis de energía a través del uso de residuos forestales como combustible. Una forma aplicada anteriormente en algunas zonas por empresas forestales es el retiro de leña de los residuos de la cosecha forestal por las comunidades aledañas, en predios y fechas programadas. Esto tendría dos beneficios, el primero es que aporta a la energía requerida por la comunidad y se logra reducir significativamente el riesgo de incendios de alta intensidad alrededor de los centros poblados. Dependiendo de la gravedad de la crisis, está la posibilidad que parte de la producción tradicional que estaba destinada a producción de celulosa también deba destinarse a la producción de energía. Como la crisis económica y de combustibles se mantendrá en el tiempo, además de la contaminación que sufren actualmente las ciudades de la zona centro sur de Chile, se requiere mejorar el aislamiento de las viviendas y generar equipos de calefacción más eficientes, para lograr menor consumo de materia prima y reducción de la contaminación.
En el escenario anterior, además del daño a ecosistemas nativos y biodiversidad asociada, existe el riesgo de un incremento del dióxido de carbono en la atmósfera, incremento del material particulado y serias dificultades para aplicar los protocolos actuales con respecto al uso de la leña. Por lo que las ganancias iniciales de disminución de la contaminación, observadas como impacto del COVID19 se perderían rápidamente si no se considera el acceso a la energía por las familias en crisis, situación que debiera ser más marcada en países menos desarrollados o en vías de desarrollo como Chile.