Arnoldo Miranda, químico farmacéutico explica el tratamiento de los antidepresivos y los efectos secundarios que conllevan durante su consumo. Asimismo, menciona las posibles consecuencias que podría ocurrirle a una madre en gestación o durante el amamantamiento.
Hace muchas décadas aparecieron en el mercado farmacéutico los medicamentos antidepresivos con la finalidad de tratar un trastorno psiquiátrico que afecta a un porcentaje no menor de la población a nivel mundial: la depresión. En principio, los fármacos que fueron lanzados al comercio, si bien eran una alternativa efectiva para el manejo de los pacientes con esta enfermedad, presentaban muchos efectos adversos que los hacían una opción poco tolerada, como la excesiva somnolencia, problemas cardiovasculares como hipotensión y arritmias cardíacas, visión borrosa, aumento de peso, constipación, entre otros.
Algunos de estos fármacos aún siguen en el mercado farmacéutico nacional como la imipramina o la amitriptilina, pero su uso ha disminuido bastante puesto que han aparecido otros que tienen un perfil de seguridad mucho más favorecedor, convirtiéndose en terapias un tanto mejor toleradas por los pacientes con depresión. Así, hoy se dispone de algunos medicamentos como la fluoxetina, sertralina, paroxetina o citalopram que, si bien pueden producir algunos efectos adversos, tienden a ser una terapia mucho más llevadera para los pacientes. Este grupo de antidepresivos puede ocasionar problemas de índole gastrointestinal como náuseas, vómitos o diarrea y adicionalmente efectos de índole sexual como disminución del deseo sexual, anorgasmia e incluso disfunción eréctil. Asimismo, existen otras opciones como la venlafaxina que, además de los problemas mencionados previamente, puede ocasionar alzas de presión arterial y arritmias.
Un punto importante que se debe considerar relacionado con el empleo de estos medicamentos es que, aunque son tratamientos que ayudan a mejorar el estado anímico de un paciente, su efecto no se observa de manera inmediata, sino que deben pasar semanas antes de que se perciba claramente su acción benéfica. El conocer este aspecto es vital, puesto que durante el tiempo que el fármaco aún no genera la mejoría del ánimo el paciente se podría sentir incluso un poco peor que antes de iniciar su terapia, pero es importante recalcar que no debe abandonar el tratamiento, ya que si lo deja su enfermedad puede empeorar.
En cuanto al uso de estos medicamentos durante el embarazo, éste debe ser adecuadamente evaluado por un médico, ya que pueden ocasionar efectos contraproducentes, como aumentar el riesgo de presentar un aborto espontáneo, experimentar un parto prematuro e incluso que se desarrollen malformaciones cardiacas en el feto; esto último producido particularmente por la paroxetina.
Durante la lactancia se considera que el consumo de antidepresivos es relativamente seguro, pues una pequeña fracción del fármaco pasa a la leche materna. Si bien se han documentado casos relacionados con alteraciones conductuales (como irritabilidad, problemas para dormir) en los lactantes de madres usuarias de antidepresivos, el riesgo de que esto aparezca es bajo y existen antidepresivos bastante seguros en la lactancia como la sertralina. Por lo mismo, en caso de estar amamantando es importante que la mujer informe a su médico para que lo considere al momento de prescribirle algún medicamento.