IEB Chile
Un equipo multinacional, que incluye a la investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad, Magdalena Fuentealba, reconstruyó 500 años de la historia climática de la Región Metropolitana. El estudio fue publicado en el International Journal of Climatology.
La naturaleza nos sigue asombrando cada día. ¿Sabías que los anillos de los árboles son verdaderos libros de historia, que podemos usar para reconstruir las variaciones climáticas que han ocurrido en los últimos cientos, e incluso miles de años? Es el caso del ciprés de la cordillera, árbol que habita en la región andina de Chile y Argentina, y cuyos delgados anillos almacenan información clave para entender la humedad, precipitaciones y temperaturas que caracterizaron cada año de su crecimiento.
Así es como Austrocedrus chilensis, especie de crecimiento lento que puede vivir hasta los mil años, se ha convertido en la mejor herramienta de trabajo para un equipo de científicos de Chile, España y Estados Unidos. Durante tres años, las y los investigadores analizaron información de decenas de cipreses que se encuentran en un sector del Cajón del Maipo, mediante lo cual pudieron comprender y documentar los cambios climáticos ocurridos durante los últimos 500 años en la Región Metropolitana.
El trabajo, liderado por el científico español, Roberto Serrano, y que contó con la participación de Magdalena Fuentealba, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, fue publicado recientemente en el International Journal of Climatology.
Los resultados muestran que los mayores episodios de lluvias extremas se presentaron en los siglos XVII y XVIII, mientras que las sequías más fuertes del período se registraron a fines del siglo XX y, especialmente, a principios del XXI. De hecho, desde 2006 vivimos el período más complejo, denominado Megasequía, que continúa afectando con fuerza a todo Chile central.
Archivos del pasado y su valor en el presente y futuro
¿Qué importancia tiene reconstruir la historia climática de los últimos 500 años? Los autores del estudio, aseguran que el trabajo realizado tiene un importante valor social y ecológico, que permite proyectar escenarios hacia adelante. Magdalena Fuentealba, se refiere a ello:
“Uno de los principales aportes de nuestra investigación es poner en alerta a la comunidad, sobre posibles escenarios futuros. Si la situación de sequía persiste, podemos pensar que el clima semiárido del norte se va a desplazar al sur, con las consecuencias de los problemas socio ecológicos y socioeconómicos que esto involucra. Además toda la industria agrícola y forestal será afectada por esta disminución de las precipitaciones”, asegura la investigadora de la Universidad Católica de Chile.
Por su parte, Roberto Serrano -integrante de la Estación Experimental de Aula Dei, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Zaragoza- explica que las reconstrucciones hidroclimáticas ayudan a ubicar el momento climático actual en un contexto temporal más amplio de lo que ofrecen las observaciones meteorológicas. “La sequía, por ejemplo, es un proceso que abarca múltiples escalas temporales y espaciales, por lo que observarla o medirla en un momento concreto es poco útil para comprender su alcance. Conocer la intensidad y magnitud del momento actual comparándolo con los anteriores, permite saber la frecuencia con la que se producen y así estimar potenciales impactos. Por el contrario, los momentos de exceso hidroclimático -años más lluviosos de lo normal- también se reconstruyen y son extremadamente útiles para saber si en un territorio son más habituales fenómenos como las inundaciones”, señala.
En ese contexto, la investigación detalla que la variabilidad hidroclimática es uno de los principales factores de riesgo ambiental y socioeconómico, debido a sus posibles impactos negativos en los ecosistemas y comunidades. En Chile y en Sudamérica, los peligros se asocian, fundamentalmente, con un mayor desarrollo de incendios forestales y escasez de agua, afectando el bienestar humano y de los ecosistemas. A esto se suman los conflictos sociales en zonas donde el agua es mercantilizada y hay escasas precipitaciones.
“Considerando un escenario de temperaturas crecientes, mayor demanda y escasez prolongada de agua, Chile central se convertirá en un área de alto riesgo bajo cualquier escenario de cambio climático. Las tendencias climáticas recientes ya apuntan en esta dirección”, se advierte en el documento.
Arboles testigo
El estudio multinacional se inició en el 2017, escogiéndose la Región Metropolitana para hacer el sondeo, zona caracterizada por su clima mediterráneo y precipitaciones estacionales. Ese año, Magdalena Fuentealba y Roberto Serrano, se dirigieron al Cajón del Maipo, en las cercanías de San Gabriel, para tomar muestras de los anillos del ciprés, también llamados “testigos de árboles”. La información recolectada incluyó decenas de muestras de anillos de árboles, que contienen información desde el año 1536 al 2016 y también, datos almacenados en otro tipo de registros.
“Los testigos se obtienen sacando trozos muy finos de madera que no alteran el funcionamiento del árbol ni lo dañan. Lo interesante es que cada anillo va mostrando el crecimiento anual e indicando períodos húmedos o más secos”, comenta la científica chilena.
Para poder utilizar a estos archivos vivientes como instrumento de medición, se requiere un largo proceso. Una vez extraídas las muestras, éstas son llevadas a un laboratorio para ser escaneadas y analizadas. “Medimos el espesor de los anillos que crecen estacionalmente. Encontramos que hubo una mayor frecuencia de eventos húmedos entre 1600 y 1800, lo que coincide con el período frío conocido como la Pequeña Edad del Hielo. Luego a partir de la mitad del siglo XX, pudimos empezar a ver un aumento en la frecuencia de períodos más secos, hasta llegar a nuestros días, donde atravesamos la Megasequía”, comenta la investigadora del IEB y de la Universidad Católica.
Roberto Serrano comenta que los resultados ayudarán, sin duda, a estimar la probabilidad futura de sequías en la Región Metropolitana de Chile, en un escenario previsto de mayor temperatura y precipitaciones muy variables en el tiempo y el espacio.
Colaboración científica
El autor principal del estudio, explica que la colaboración internacional es básica en ciencia y muy necesaria en el estudio del clima. “En este trabajo colaboramos siete investigadores e investigadoras de tres países, de seis centros de investigación diferentes. Cada uno aportó sus conocimientos y recursos en sus áreas de experiencia y con ello conseguimos un estudio transversal con resultados contrastados y fiables, y con una diversidad de métodos y puntos de vista que siempre es valiosa. Por otro lado, la experiencia de trabajo en Chile desde el principio fue muy positiva, y tanto las instituciones como las y los investigadores aportaron todo lo que estuvo en su mano. La ciencia, climática al menos, tiene un desarrollo extraordinario en Chile”, comenta Serrano.
Actualmente, el equipo investigador está trabajando para crear una red de colaboración internacional que les permita disponer de recursos y continuar con su labor científica interdisciplinar.