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Red de monitoreo de gases de efecto invernadero será implementada en tres regiones de Chile

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-La adjudicación de un proyecto FONDEQUIP, por investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad, permitirá medir la captura de gases como dióxido de carbono y metano en bosques y turberas, y analizar el importante rol de estos ecosistemas en la mitigación del calentamiento global.

La captura de gases de efecto invernadero es una de las funciones más relevantes que cumplen los ecosistemas vegetales para la mitigación del calentamiento global y sus graves impactos tanto ambientales, como sociales, con implicaciones a nivel local y global.

En ese contexto, y para conocer el efecto que los bosques y turberas del sur del mundo tienen en esta importante misión, es que comenzará a implementarse una red de monitoreo de gases de efecto invernadero (dióxido de carbono y metano) en tres regiones de Chile. Esto, gracias a un reciente proyecto FONDEQUIP del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, adjudicado por un grupo de investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad.

La instalación del nuevo equipamiento se realizará en toda la zona de distribución de bosques templados de Chile, en las tres estaciones biológicas del IEB: El Parque Nacional Bosque Fray Jorge, Región de Coquimbo; la Estación Biológica Senda Darwin, en Chiloé, Región de Los Lagos, y en el Parque Etnobotánico Omora, localizado en Isla Navarino, Región de Magallanes y Antártica Chilena.

Con esta plataforma de equipos, se ampliará y reforzará la actual red de monitoreo nacional, dentro de la cual, se encuentra el sitio de IEB en Senda Darwin, en el cual, el 2013 se instalaron dos torres, provistas de múltiples sensores que miden captura de carbono, entre otras variables. En este nuevo proyecto, se sumarán tres nuevas estaciones a la red, y nuevos sensores que no se habían instalado en torres anteriores, los que además permitirán pesquisar el flujo de metano. Por otro lado, por primera vez se explorarán turberas en detalle, ecosistemas que cubren aproximadamente 2% a 3% de la superficie planetaria, y que, en conjunto, almacenan el 25% del carbono total bajo el suelo.

El proyecto, adjudicado por el IEB, es liderado por Francisco Aguirre (Universidad de Magallanes e IEB), Jorge Pérez Quezada (Universidad de Chile e IEB) y Francisco Squeo (Universidad de la Serena e IEB), y para su realización se dispondrá de aproximadamente 400 millones de pesos. Para los investigadores del IEB, la puesta en marcha de esta iniciativa es crucial, puesto que tanto la realización de mediciones como el desarrollo de nuevo conocimiento, permitirán generar medidas específicas de mitigación, conservación y adaptación para enfrentar futuros escenarios, y alcanzar metas, como la neutralidad de carbono de aquí al año 2050.

Torre de monitoreo | Foto: Daniel Casado

“Este proyecto es muy importante, ya que permitirá explorar tres ecosistemas diferentes en Chile e integrar múltiples líneas de trabajo. Con estos sensores vamos a poder medir el intercambio de gases de efecto invernadero que ocurre, principalmente, entre la vegetación y la atmósfera, y analizar esas interacciones. De manera pionera también, incluiremos instrumentos para medir el metano, gas cuya molécula impacta 72 veces más que el C02 en el cambio climático”, explica Francisco Aguirre.

El proyecto FONDEQUIP señala que en Chile no se han medido las emisiones de metano que se generan principalmente en turberas, variable que tampoco ha sido incorporada adecuadamente en modelos climáticos globales. Por todo ello, la iniciativa ayudaría a resolver una necesidad país y planetaria en un ámbito geográfico desconocido.

El investigador añade que la estación considerada para el Parque Nacional Fray Jorge, el sitio más antiguo de la red del IEB, “viene a complementar los estudios de los ecosistemas de matorral semiárido iniciado en 1989, que dan cuenta de lo sensible que son estos lugares, a la variabilidad de la precipitación y otros patrones climáticos”.

Lograr continuidad en los registros es otro punto relevante para los investigadores. Jorge Pérez, quien participó activamente del primer proyecto en Senda Darwin, es testigo no sólo del trabajo en terreno, sino también, de los importantes resultados obtenidos.

“Gracias a esta primera etapa, pudimos constatar que en los ecosistemas de bosques de Chiloé, especialmente en sus suelos -que contienen gran cantidad de materia orgánica acumulada por miles de años-, existe una enorme cantidad de carbono almacenado. Por ello, podemos decir que los bosques nativos son fundamentales para mitigar el cambio climático, por lo cual se vuelve urgente promover y asegurar su conservación”, señala.

Jorge Pérez, trabajando en monitoreo | Foto: Daniel Casado

Respecto a la infraestructura, el científico explica que para estos proyectos se debe construir una torre especial e instalar instrumentos similares a los de una estación meteorológica, tales como aquellos para medir radiación, temperatura y precipitación. A esto se suman otras tecnologías más complejas como un anemómetro para medir la velocidad del viento en forma tridimensional y un analizador de gases, y la existencia de un equipo humano que debe monitorear las estaciones y sistematizar la gran cantidad de datos e información que se generan día a día.

Turberas y nuevos puntos geográficos se suman al estudio: grandes sumideros de carbono

Las turberas son un tipo de humedal que se comporta como una verdadera esponja para el almacenamiento de agua y carbono. De hecho, a nivel mundial se estima que éstas capturan un tercio del carbono que hay en los suelos. También se ha establecido que cuando estos ecosistemas están poco intervenidos por la actividad humana y en buen estado de conservación, su capacidad de captura de CO2 es mucho mayor. Del mismo modo, se ha documentado que las turberas emiten metano, proceso que también está regulado de acuerdo a su estado de conservación. Debido a ello, el proyecto también pesquisará estos hábitats que cumplen un importante rol para la biodiversidad y el bienestar humano.

Las turberas poseen una parte muerta (catotelmo o turba) y otra viva y en crecimiento (acrotelmo o pompón). “Entre ellas existe una atenuación en las emisiones de metano y esto tiene una estrecha relación con su estado de conservación. Si bien los puntos de medición no corresponden a turberas intervenidas, se podrá medir cómo es que factores abióticos, como el caso de variables climáticas, pueden influir en este balance”, afirma Francisco Aguirre. El equipo investigador también señala que las turberas en buen estado contribuyen a un balance positivo para los ecosistemas y a la captura de gases de efecto invernadero.

Francisco Aguirre en La Antártica

Por eso es que, junto con realizar estos estudios, los ecólogos señalan que es crucial poder protegerlas. “En Chiloé por ejemplo, están explotando las turberas y eso está generando enormes problemas: la gente se está quedando sin agua. En Puerto Natales y Punta Arenas el suministro hídrico de la población también depende de las turberas. Respecto a esto último, es importante señalar que la Región de Magallanes y territorio cercano en Argentina, tienen concentrado el mayor número de estos ecosistemas en Sudamérica, razón por la cual, será muy relevante poder investigar y contar con datos”, comenta Francisco Aguirre.

Por su parte, Jorge Pérez señala que los bosques y sus suelos también son esponjas no sólo para el almacenamiento de carbono, sino también del controversial metano. “Los bosques tienen bacterias que se alimentan de este gas, lo que sin duda es otro gran beneficio. Eso pudimos analizarlo a nivel del suelo y ahora podremos medirlo también y con más detalle en las turberas de Chiloé y Puerto Williams”.

Gracias a este proyecto, también se espera analizar cómo afectan las variaciones de temperatura y precipitaciones, entre otros fenómenos, en el almacenamiento de carbono, a nivel de vegetación y suelo.

Con este trabajo además, se consolida no sólo una red nacional de científicos e instituciones, sino también, una alianza internacional en la que participan naciones como Brasil, Estados Unidos y Alemania.

Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB)

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