Solange Martínez Gallegos
Académica de Nutrición y Dietética
Universidad San Sebastián
El pan de pascua es uno de los productos más consumidos en las fiestas de fin de año. Llegó a nuestro país hace aproximadamente 150 años y su elaboración se ha hecho tradición, ocupando un rol importante en la sobremesa y otros horarios de comida para acompañar ponches y cola de mono.
La historia culinaria menciona que su origen se remonta hace más de 700 años, en Naumburgo, Alemania, donde sus habitantes celebraban la Navidad comiendo pan de Cristo llamado atollen, elaborado con levadura y mazapán. Luego se fueron incorporando ingredientes como frutos secos (estos últimos se encuentran en abundancia en la región donde nació Jesús) y posteriormente fue endulzado con miel, tomando el nombre de pannetone.
Sin embargo, existen varias historias que hablan de los comienzos del producto que hoy conocemos como pan de pascua, el cual ha ido adaptándose a las costumbres de diferentes regiones del mundo.
En Chile, la receta se adaptó a lo que finalmente conocemos como pan azucarado con forma de cúpula a base de frutas confitadas, un poco húmedo y muy compacto (por la levadura), más sus ingredientes esenciales como jengibre, miel de abejas, frutas confitadas, pasas, nueces y también ron o pisco. Es un producto de alto aporte energético, por lo tanto, se sugiere consumirlo en pequeñas cantidades y no todos los días. Se aconseja idealmente adquirir un pan más saludable, que contenga ingredientes integrales (en lo posible), menos frutas confitadas y más frutos secos.
Foto: Collico