A través de biomarcadores, equipo multidisciplinario de científicos logró recopilar datos paleoceanográficos del Estrecho de Bransfield, una de las zonas antárticas más afectada por el cambio climático.
Daniela Jofré, Centro IDEAL. En los últimos años y de manera acelerada, la Península Antártica Occidental ha sufrido diversas variantes en su temperatura. Según el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el Océano Austral ha absorbido en gran parte el calor atmosférico generado por la actividad antropogénica, siendo primordial el análisis de este fenómeno y cómo está afectando a la biodiversidad presente en el lugar.
Para conocer el impacto de las variables ambientales en el Océano Austral, un equipo multidisciplinario de investigadores realizó una larga data de información paleoceanográfica en el Estrecho de Bransfield, ubicado entre la Península antártica y las islas Shetland del Sur.
Tras recopilar testigos de sedimentos a bordo del buque alemán Polastern, científicos chilenos y alemanes llevaron a cabo una reconstrucción de la zona analizando biomarcadores, microorganismos como diatomeas y TEX86 (lípidos provenientes de bacterias como las arqueas), además de dataciones a fin de determinar un modelo de edad. Gracias a estos parámetros, se pudo recopilar 240 años de información sobre los cambios ambientales y la variabilidad de hielo marino en la zona.
“Se realizaron ecuaciones de transferencia a partir de los datos de abundancia de ciertos grupos de diatomeas, los que sirvieron para estimar paleotemperaturas y cobertura de hielo”, comentó la Dra. Lorena Rebolledo, investigadora del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (IDEAL) de la Universidad Austral de Chile (UACh) y coautora del estudio.
La investigación dio cuenta de las diferencias en los testigos de variabilidad geográfica. Los testigos de sedimentos más cercanos a la Península Antártica estuvieron influenciados por las masas de aguas del Mar de Wedell (más frías), mientras los del lado sur fueron afectados por las aguas del mar de Bellinghausen (más cálidas) y las intrusiones marítimas provenientes de la Corriente Circumpolar Antártica (CCA).
La importancia del estudio radica también en la presencia y variabilidad del hielo marino en la zona. “Este elemento es muy importante para organismos como es el krill, que se alimenta de las diatomeas que se adosan al hielo marino. En periodos con mayor cobertura existe mayor reclutamiento de krill y mayor biomasa de organismos que consumen esta especie, como ballenas y pingüinos, versus otros años con menor cobertura de hielo marinos, lo que deriva en una menor productividad primaria”, manifestó la Dra. Rebolledo, quien también es investigadora del Instituto Antártico Chileno (INACh).
El estudio, a su vez, concluyó que los cambios en la capa del hielo marino no solo están relacionados con la entrada de agua cálida y el aumento de la temperatura en la superficie del mar, sino además con otras variables ambientales como el Modo Anular del Sur (o SAM, por sus siglas en inglés) y el fenómeno de El Niño.
La investigación, en la que participaron investigadores del Instituto Alfred Wegner, Universidad de Bremen (Alemania), Pontificia Universidad Católica del Norte, Centro COPAS Sur-Austral de la Universidad de Concepción (UdeC) y el Centro Scripps de Estados Unidos, fue publicada en la revista científica Climate of the Past.