A pesar de su nombre, el Síndrome del Impostor no es reconocido oficialmente como una afección de la salud mental, una condición que afecta principalmente a mujeres y que se asocia a una incapacidad de percibir el éxito propio y a una sensación de falsedad frente al resto. Marianella Abarzúa, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, explica de qué se trata este fenómeno y cómo se encuadra en el contexto nacional.
El término “Síndrome del Impostor” fue acuñado por dos psicólogas clínicas en 1978, Pauline Clance y Suzanne Imes, después de llevar años trabajando con mujeres que llevaban historial de gran éxito académico y laboral que, paradójicamente, no se describían a sí mismas como exitosas y vivían constantemente con una sensación de falsedad. La académica de Psicología de la Universidad de Chile, Marianella Abarzúa, explica que el hecho de que las mujeres se desarrollan en un entorno principalmente patriarcal -sobre todo en la década de los 70- impacta en su percepción propia, “sin embargo, es un síndrome que también puede afectar a hombres”.
“Hasta la fecha y, a pesar de que han pasado más de 40 años desde la publicación original, el Síndrome del Impostor no ha sido reconocido como un trastorno mental”, explica Abarzúa. “En ese sentido, no es un síndrome que se pueda diagnosticar oficialmente. Ningún seguro de salud cubriría tratamiento por él, pero sí es de amplio uso en la psicología tanto clínica como ocupacional, y también en el lenguaje más cotidiano y coloquial. Sin embargo, es importante evitar un ‘autodiagnóstico’, y diferenciar la ‘sensación’, de cuando se convierte en problemático”.
¿Qué síntomas genera el Síndrome del Impostor?
Los psicólogos clínicos que trabajan con este síndrome han identificado algunos patrones que tienden a repetirse, como -por ejemplo- la sensación permanente de que uno es falso en términos intelectuales, y además de que esa falsedad en algún momento va a ser descubierta. La sensación recurrente es que los demás piensan que yo sé mucho de un tema, pero en realidad no sé tanto, me da miedo que se den cuenta de que no sé. Eso lleva a una hiperdedicación a las tareas en el ámbito en el que las personas se desempeñen y eso lleva a una forma de tratar de evitar la sensación temida, que es una sensación fantaseada, no es una sensación real, de que van a descubrir su baja calidad intelectual. Tienden a ser personas muy autoexigentes, tremendamente responsables, porque desde su punto de vista hay que hacer lo que sea posible para evitar que se descubra su falsedad intelectual o llegar a perder el reconocimiento en el campo profesional y familiar.
Varios estudios señalan que se trata de personas que no sólo tienen una alta exigencia en términos laborales o académicos, sino que es una autoexigencia que tiende a irradiarse a otros ámbitos de la vida. Son personas que tienden a sentir presión por demostrar que son exitosos en sus relaciones de pareja, familiares. Lo que se va delineando es una sensación fatigante de casi nunca estar a la altura de las supuestas exigencias o expectativas de los demás, o sociales.
¿Cómo se identifica la línea entre tener baja autoestima y sufrir de Síndrome del Impostor?
Los estudios realizados principalmente en Europa señalan que aproximadamente un 70 por ciento de las personas hemos experimentado al menos una vez en la vida aquello que sugiere el síndrome del impostor o impostora. Más de dos tercios de la población ha sentido que no es suficientemente capaz, o no es suficientemente competente, o no sabe todo lo que los demás suponen que sabe. Se trata de una experiencia muy habitual, no es extraordinaria; se empieza a volver problemática cuando genera una sensación de insatisfacción o de agotamiento por sentirse obligado, u obligada a cumplir con expectativas laborales o sociales. Y también cuando se transforma en algo que impide incluso que logros importantes o muy merecidos se puedan siquiera disfrutar. Las personas que viven atrapadas en un síndrome del impostor difícilmente valoran o aceptan cualquier tipo de logro como propio; lo atribuyen a la suerte, a que lograron engañar a los demás, o que aún no han descubierto su incompetencia, entonces puede llegar a convertirse en una experiencia muy dolorosa que afecta la calidad de vida. Justamente ese es el momento en el que los especialistas del área recomendamos poder trabajarlo mediante la psicoterapia.
¿Por qué existe una carga de género en las personas que se enfrentan al síndrome?
De partida, el artículo original que acuñó el término se centra específicamente en la población femenina, y la forma en la que ellas intenta, explicar, sobre todo los motivos y los orígenes del fenómeno, tiene que ver con la socialización de estereotipos de género y cómo estos estereotipos se reproducen en la escuela, en las familias. En el momento de su publicación, las autoras enfatizaron en que la idea de la mujer muy exitosa interpela estos estereotipos sociales de género. Además -en un asunto que ha sido ampliamente investigado- muy frecuentemente los hombres tienden a atribuirse a sí mismos, a su propio esfuerzo, su propio trabajo, los logros, en circunstancias que las mujeres, lamentablemente, y enmarcadas en una sociedad patriarcal, tendemos a atribuir a elementos externos. “Tuve suerte”, “casualmente di con una buena idea en determinado momento”, pero en la gramática de nuestras emociones para las mujeres es más difícil atribuirse los logros y los éxitos; y en ese sentido, podemos estar muy susceptibles a este síndrome.
En el contexto de la pandemia, ¿cómo dialoga la sensación general fracaso por la alta cesantia o emprendimientos que no prosperan con el síndrome del impostor e impostora?
En lo que he podido constatar en mi trabajo como psicóloga clínica, de manera muy preliminar, bajo ningún punto de vista se podría generalizar. Pero lo que ha pasado con mis pacientes que sufren de esta sensación de impostura es que, al revés, han podido darse cuenta de que a toda la sociedad se le ha hecho más evidente la desigualdad en Chile a partir del estallido. Parece ser que el éxito individual tiene que ver en muchos casos con condiciones de privilegio para lo que no hemos trabajado. Ha sido muy interesante porque se ha hecho muy evidente, saber que en Chile el hecho de que a alguien le vaya bien o le vaya mal no tiene mucho que ver con su esfuerzo. Ha sido muy interesante porque les ha ayudado a cuestionar, atenuar o sentir solidaridad con otros que han fracasado.
Estefania Labrín, periodista Prensa U. de Chile. Fotos: Alejandra Fuenzalida.