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Banco Mundial: Se requieren medidas urgentes y eficaces para mitigar los impactos del COVID-19 en la educación en todo el mundo

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Sutil, que vive en una aldea remota de Kalimantan occidental (Indonesia) (i), el cuarto país más poblado del mundo, descubrió que educar a su hijo durante la pandemia de COVID-19 es un desafío muy grande. Este agricultor, que no cuenta con electricidad ni acceso a Internet o televisión, ha tenido dificultades para ayudar a su hijo con sus lecciones. Una vez a la semana, los maestros van a las casas de los niños para apoyarlos con su aprendizaje. Sin embargo, en muchos casos, no pueden encontrarlos porque los niños están con sus padres en los campos de arroz.

Rosa es maestra en Bekasi (Indonesia). Su hija asiste a una escuela privada y accede a clases en línea varias horas al día. Pero compatibilizar su trabajo con las responsabilidades familiares y la mala conexión a Internet hacen que la enseñanza y el aprendizaje sean mucho más difíciles durante la COVID-19.

Estas experiencias difíciles ocurren en países de todo el mundo. Algunos de los estudiantes y maestros más privilegiados han podido hacer frente a los cambios después del cierre de las escuelas, pero no la mayoría. El año 2020 marca una experiencia de la niñez drásticamente diferente que estos niños recordarán por el resto de sus vidas, y una experiencia pedagógica distinta en que los maestros han tenido que adaptarse rápidamente, ser creativos y cambiar roles.

Esta manera diferente de prestar los servicios educativos, durante muchos meses, podría tener un impacto negativo enorme en las habilidades y perspectivas económicas de los estudiantes a lo largo de toda su vida. Desde el comienzo de la pandemia, el Banco Mundial, ha colaborado con los países para ayudarlos a abordar esta crisis.

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Una madre ayuda a su hija mientras asiste a una clase virtual en Yakarta (Indonesia). La naturaleza única de la pandemia obliga a los padres a ser los responsables primarios de la supervivencia, el cuidado y el aprendizaje de los niños. Esto implica una carga para todas las familias, y especialmente para las más vulnerables. Fotografía: © Banco Mundial.

La COVID-19 ha creado la peor crisis para la educación y el aprendizaje en un siglo

La COVID-19 está causando estragos en las vidas de niños pequeños, estudiantes y jóvenes. Las alteraciones causadas por la pandemia en las sociedades y las economías agravan la crisis de la educación preexistente en el mundo y afectan a la educación de maneras sin precedentes.

Aun antes de la pandemia de COVID-19, ya había una crisis del aprendizaje. Unos 258 millones de niños en edad escolar no asistían a la escuela primaria ni secundaria, y la tasa de pobreza de aprendizajes (i) en los países de ingreso bajo y mediano era del 53 %(PDF, en inglés), lo que significa que más de la mitad de los niños de 10 años no podía leer ni entender un texto simple. En África al sur del Sahara, la cifra era cercana al 90 %.

La pandemia de COVID-19 ha agravado la crisis del aprendizaje, y es probable que el impacto en el capital humano de la actual generación de estudiantes se prolongue.En abril de 2020, cuando se cerró el mayor número de escuelas, el 94 % de los estudiantes (i) –o 1600 millones de niños– dejaron de asistir a la escuela en todo el mundo y, todavía unos 700 millones de alumnos estudian hoy desde su casa, en un contexto de gran incertidumbre y con familias y escuelas que tienen que elegir entre opciones de aprendizaje híbrido y remoto, o ningún tipo de escolarización. En la gran mayoría de los países, no se vislumbra el término de esta incertidumbre. Evidencia inicial de diversos países de ingreso alto ya ha dejado al descubierto pérdidas de aprendizaje (i) y aumentos en la desigualdad.

Los niños pequeños están especialmente expuestos a riesgos, ya que la pandemia agrava las disparidades existentes en materia de nutrición, salud y estimulación, y los servicios para apoyar a estos niños a menudo se omiten en la respuesta a la pandemia. La mayoría de las instituciones de educación infantil están cerradas. La naturaleza única de la pandemia obliga a los padres a ser los responsables primarios de la supervivencia, el cuidado y el aprendizaje de los niños. Esto implica una carga para todas las familias, y especialmente para las más vulnerables.

A este impacto mundial en los sistemas educativos (PDF) se suman las repercusiones negativas de la contracción económica global sin precedentes en los ingresos familiares, que aumenta el riesgo de deserción escolar y también ocasiona la reducción de los presupuestos de los Gobiernos y presiones en el gasto público en el sector de la educación. Los cierres prolongados de escuelas, junto con esta recesión económica, es una crisis histórica doble para la educación.

Debido a las pérdidas de aprendizaje y los aumentos en las tasas de deserción, la actual generación de estudiantes podría perder aproximadamente USD 10 billones (i) por concepto de ingresos, o casi el 10 % del PIB mundial, y los países se desviarán aún más del objetivo de reducir la pobreza de aprendizajes, la que podría aumentar al 63 % (PDF, en inglés).

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Fuente: Azevedo (2020) (PDF, en inglés). Escenario pesimista (70 % de cierre de escuelas, mitigación muy poco eficaz, falta de medidas de recuperación, edición de junio del informe Macro Poverty Outlook (MPO) del Banco Mundial). Para mayor información sobre la metodología de simulación, consulte Azevedo y otros (2020) (PDF, en inglés).

Datos históricos y evidencia inicial derivada de esta pandemia indican que se está gestando una catástrofe de desigualdad. De manera similar a las experiencias muy distintas que vivieron Sutil y Rosa en 2020 en Indonesia, se observan inmensas diferencias en las situaciones de los estudiantes pobres y ricos en todos los países del mundo. La COVID-19 representa un riesgo aún mayor para la educación y el bienestar de las niñas, ya que es mayor la probabilidad de que ellas abandonen la escuela y también son más vulnerables a la violencia y enfrentan el matrimonio infantil y la fertilidad adolescente. Asimismo, los niños con discapacidad, las minorías étnicas, los refugiados y las poblaciones desplazadas tienen menos probabilidades de acceder a materiales de aprendizaje remoto y de regresar a la escuela después de la crisis.

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Una estudiante secundaria usa mascarilla en la sala de clases debido a la pandemia de COVID-19. Fotografía: © Shutterstock.

El sistema de educación terciaria también atraviesa una crisis profunda

En el momento más crítico, 220 millones de estudiantes de educación terciaria se vieron afectados por los cierres de los centros educativos en todo el mundo. El sistema de educación terciaria es fundamental para el crecimiento de los países. Es demasiado pronto para conocer el impacto total en las disminuciones de las tasas de matriculación debido a la pandemia, pero se prevén importantes reducciones del número de estudiantes actuales y futuros.

También se registró una interrupción sin precedentes en la enseñanza y formación técnica y profesional (EFTP). Según una encuesta del Banco Mundial, la OIT y la UNESCO (i), el 90 % de los entrevistados informó un cierre completo de los centros de EFTP en sus países y que la continuidad de la capacitación en habilidades prácticas y la evaluación y certificación de estas se vieron particularmente afectadas por las medidas de distanciamiento social.

Como resultado, es posible que la actual generación de estudiantes, y especialmente los más desfavorecidos, nunca reciba una educación completa ni el máximo de ingresos potenciales. Esto no es aceptable, y se requiere una acción urgente y eficaz para abordar estas diferencias en las pérdidas de aprendizaje, algo fundamental para evitar que estas brechas se amplíen.

Aumentar el apoyo del Banco Mundial a los países

El Banco Mundial respondió a la pandemia de inmediato (PDF, en inglés), aumentando su apoyo a los países a través de diversos canales y distintas intervenciones prioritarias. En conjunto, el Banco Mundial respalda inversiones para responder a la COVID-19 en 62 países, abarcando el ciclo completo que va desde la primera infancia hasta la educación superior. Durante el último ejercicio, el total de los nuevos compromisos del Banco para educación llegó a USD 5300 millones, una cifra récord, y se espera que asigne otros USD 6200 millones. La cartera activa excede los USD 20 600 millones

Los equipos del Banco Mundial que trabajan en el área de educación colaboran con los países a lo largo de tres fases (PDF) durante la respuesta a la COVID-19: i. Enfrentar la situación, ii. Gestionar la continuidad, y iii. Mejorar y acelerar la recuperación.

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Fuente: Banco Mundial 2020

Hasta el momento, los esfuerzos del Banco Mundial están beneficiando a más de 400 millones de alumnos y 16 millones de maestros, cifras equivalentes a un tercio de la población estudiantil y casi un cuarto de la fuerza de trabajo docente en los actuales países clientes.

Además, el Banco Mundial proporciona oportunamente asesoría sobre políticas en 65 países y aprovecha las asociaciones (con Unicef, el DFID, la Universidad de Harvard, la Universidad de Oxford, la Universidad John Hopkins, la OCDE, la UNESCO y otras entidades) para seguir apoyando las respuestas de los países a la pandemia.

Con su apoyo operativo y en materia de políticas (PDF, en inglés), el Banco no solo responde a la crisis, sino que ayuda a reconstruir mejor para que los sistemas no repitan los problemas que llevaron a una crisis del aprendizaje antes de la COVID-19, y aprovechen esta oportunidad para configurar sistemas más resilientes, mejor preparados para superar futuras crisis y más equitativos de modo de garantizar oportunidades para todos.

Proporcionar conocimientos y herramientas mundiales a los países

Un desafío crucial de la respuesta a la crisis que cambia rápidamente es proporcionar información basada en evidencia (i) y actualizada a los países para ayudarlos a tomar las difíciles decisiones que enfrentan al abordar la pandemia de COVID-19. El Banco Mundial apoya a los países en esta tarea proporcionándoles herramientas y orientación sobre el aprendizaje a distancia y la reapertura de escuelas, tales como mecanismos para decidir las opciones de aprendizaje a distancia (i); soluciones para la evaluación del aprendizaje a distancia (i); la entrega de materiales de lectura a los hogares (i); la medición de la calidad de las prácticas pedagógicas en el aula (i) y la utilización de estas observaciones para brindar apoyo práctico continuo a los maestros; la identificación y creación de soluciones de desarrollo profesional para los maestros (i) utilizando tecnología para la educación; la elaboración de un compendio de programas de estudios estructurados (i), y los usos de la tecnología multimodal (TV, radio, aparatos móviles, contenido digital y plataformas) (i).

Sentar las bases para el futuro, ahora

Los desafíos de los países varían, pero existe una serie de opciones entre las que pueden elegir para hacer frente a las crisis pandémicas, recuperarse y sentar las bases para reconstruir sistemas educativos mejores, más resilientes y equitativos.

Una prioridad urgente es que los estudiantes vuelvan a aprender. Las pérdidas de aprendizaje van en aumento y es fundamental que los niños y los jóvenes vuelvan a participar en el proceso de aprendizaje, ya sea con clases a distancia eficaces, opciones híbridas o mediante alternativas seguras de educación presencial. Muchos países ya están gestionando esquemas flexibles en los que las escuelas abren parcialmente o cierran según las condiciones sanitarias. Lograr el equilibrio entre la gestión de los riesgos para la salud y las enormes pérdidas de aprendizaje, especialmente entre los pobres, es una tarea compleja.

En concreto, los países pueden tomar 10 medidas para recuperar y acelerar el aprendizaje:

  • evaluar las pérdidas de aprendizaje y monitorear los avances, cuando los niños regresen a la escuela y durante la instrucción a distancia;
  • proporcionar clases de nivelación y apoyo socioemocional a los estudiantes para ayudarlos a ponerse al día y asegurar la retención escolar;
  • reestructurar el calendario académico para hacer ajustes por los días escolares perdidos debido a la pandemia;
  • adaptar el plan de estudios para priorizar el aprendizaje fundamental (incluido el aprendizaje socioemocional) teniendo en cuenta el tiempo perdido;
  • preparar y apoyar a los maestros para manejar el agotamiento profesional, mejorar las habilidades digitales, identificar a los estudiantes que necesitan apoyo y adaptar la instrucción para estos alumno
  • preparar y apoyar la gestión escolar para desarrollar e implementar planes que garanticen las condiciones de salud y seguridad cuando los niños regresen a las escuelas y la continuidad del aprendizaje;
  • comunicarse con las partes interesadas para lograr que los padres/cuidadores, maestros, personal escolar y la comunidad en general apoyen los planes de reapertura de las escuelas y se comprometan con ello;
  • fomentar la reinscripción, poniendo especial atención en las poblaciones en riesgo de deserción escolar
  • minimizar la transmisión de enfermedades en las escuelas, apoyando las campañas de vacunación y cumpliendo las directrices epidemiológicas de saneamiento e higiene para prevenir brotes, activando la educación a distancia,
  • apoyar el aprendizaje en el hogar a través de la distribución de libros, dispositivos digitales cuando sea posible y paquetes de recursos para el aprendizaje a distancia.

La tecnología educativa (i) puede ser una herramienta poderosa para implementar las 10 medidas anteriores, apoyando a maestros, niños, directores y padres; ampliando las plataformas de aprendizaje digital accesibles, incluidos los recursos de aprendizaje por radio, TV e Internet (que han llegado para quedarse), y usando los datos para identificar y ayudar a los niños en riesgo, adaptar el aprendizaje y mejorar la prestación de servicios.

Prepararse para el futuro del aprendizaje

Si bien la COVID-19 plantea enormes desafíos, la crisis ofrece una oportunidad para transformar y volver a repensar la educación y comenzar a hacer realidad una visión para el futuro del aprendizaje donde todos los niños aprendan con alegría, rigor y propósito en la escuela y fuera de ella. De hecho, brinda una oportunidad para reimaginar la educación, con una visión de cómo se configurarán las escuelas en el futuro, un futuro que enfrentamos ahora.

La pandemia abre una oportunidad única para que las inversiones en tecnología, los maestros, los padres y las comunidades pendientes desde hace mucho tiempo puedan concretarse más rápido y con mayor eficacia. Los países pueden aprovechar las lecciones de la pandemia:

  • la brecha digital debe eliminarse;
  •  se necesitan inversiones importantes en el desarrollo profesional de los maestros y utilizar la tecnología para mejorar su labor;
  • los padres desempeñan un papel fundamental en la educación de sus hijos y necesitan apoyo en este ámbito, y
  • los sistemas resilientes requieren mejores condiciones educativas en el hogar, dispositivos, conectividad y libros.

Un desafío en materia de políticas fundamental es asegurarse de que esta oportunidad no se pierda, y que los países usen esta crisis trascendental como LA oportunidad para comenzar a ver un punto de inflexión en el tratamiento de la crisis del aprendizaje. Las reformas integrales que se necesitan en cada uno de los países clientes pueden enmarcarse en el enfoque de cinco pilares, resumido recientemente en el informe sobre el futuro del aprendizaje (PDF, en inglés).0:00 / 3:04

Si bien no hay un camino único hacia el futuro del aprendizaje, los países pueden aprender de la pandemia y trazar su propio camino a partir de hoy con la adopción de medidas visionarias y audaces para implementar inversiones y reformas específicas para que:

  1. los alumnos estén preparados y motivados para aprender;
  2. los maestros sean eficaces y se los valore;
  3. los recursos de aprendizaje, incluidos los programas de estudio, sean diversos y de calidad;
  4. las escuelas sean ámbitos seguros e inclusivos;
  5. los sistemas educativos estén bien administrados.
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Infografía: Hacer realidad el futuro del aprendizaje

A través de estos cinco pilares, la tecnología educativa puede ser una herramienta poderosa para apoyar y conectar a maestros, estudiantes, padres y comunidades en general, y crear sistemas educativos que sean equitativos, eficaces y resilientes.

Fuente: Banco Mundial
Nota original: https://bit.ly/3dutx22

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