El académico de Ingeniería e investigador de Cedeus, Mauricio López, explica cómo la nueva norma chilena sobre cenizas volantes o residuos de centrales de energía basadas en carbón, puede contribuir a disminuir el cambio climático.
En la última cuenta pública, el Ejecutivo anunció el compromiso del cierre de las termoeléctricas en 2024 como medida de mitigación ante el cambio climático: disminuir la emanación de gases de efecto invernadero, principalmente dióxido de carbono, de un país donde el 78% de las emanaciones de CO2 de su sistema eléctrico se deben al carbón.
Por otro lado, en 2018, el 9,3% de las emisiones de dióxido de carbono a nivel global se debieron a la producción de cemento (aproximadamente una tonelada de cemento produce 0,83 toneladas de CO2). Mientras que en Chile, en 2019 se consumieron más de seis millones de toneladas de cemento.
A raíz de esto, un grupo de académicos de la UC presentaron en 2017 una propuesta al Instituto Nacional de Normalización (INN), que fue parte sustancial de la nueva norma chilena NCh3520:2020, la que posibilita el uso de un residuo de las termoeléctricas como reemplazo de cemento, material con una enorme huella energética y de carbono.
Mauricio López, académico del Departamento de Ingeniería y Gestión de la Construcción, de la Escuela de Ingeniería, e investigador de CEDEUS, quien trabajó en la propuesta de la normativa, explica que la utilización de residuos como las cenizas volantes puede impactar en relación al cambio climático, ya que Chile ha habido una caída en nuestra biocapacidad así como también el aumento de consumo de recursos naturales y de impacto ambiental.
“Si bien existe un compromiso en Chile de cerrar las centrales termoeléctricas, tenemos un acumulado de cenizas volantes por décadas: por un megawatt tenemos 250 toneladas de cenizas volantes al año. Lo que es un impacto enorme, ya que solo en 2019 se produjo un millón de toneladas cenizas volantes de las centrales de carbón”, argumenta.
¿Qué son las cenizas volantes?
Las cenizas volantes son los residuos sólidos que se obtienen de los residuos que acompañan a los gases de combustión de los quemadores de centrales termoeléctricas alimentadas por carbones pulverizados.
La nueva norma chilena NCh3520:2020 presenta los requisitos que se deben cumplir para que las cenizas sean utilizadas en la fabricación de hormigón. Tal como explica el Instituto Nacional de Normalización, a través de esta normativa se especifican los requisitos de las propiedades químicas y físicas, así como los procedimientos de control de calidad de las cenizas volantes para su uso como adición en la fabricación de hormigón conforme con la NCh170 (hormigón).
“La inclusión de cenizas volantes genera mayor resistencia y menor permeabilidad en el hormigón. A través de su utilización, se ahorran desde 100 kilogramos de CO2 por m3 de hormigón. No solo vemos un ahorro económico, ya que su costo será más económico que el cemento que reemplaza por tratarse de un desecho de una industria, sino que también un ahorro ambiental”, agrega el investigador.
*Para conocer más detalles de la normativa, revisa la exposición de Mauricio López en el Ciclo de Charlas Grupo de Innovación en Construcción con Hormigón UC (4 de agosto de 2020)
Universidad Católica de Chile