Por: María Mercedes Barraza C.
Agencia: Inés Llambías Comunicaciones
El músculo tiene en sus membranas la misma proteína (ACE2) que utiliza el virus para introducirse en las células humanas, situación que se ha descrito lo hace susceptible a la infección. Personas que han presentado formas moderadas y graves de coronavirus han manifestado disfunción muscular, mialgias y osteoporosis, entre otras secuelas.
Estudios en la salud del músculo esquelético son liderados por la Dra. Daniela Rebolledo del Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes, CEBIMA y del Centro de Envejecimiento y Regeneración CARE Chile UC.
¿Qué comparten el COVID-19 y el sistema músculo esquelético? La respuesta es simple: la proteína ACE2. Esta enzima convertidora es la que permite que el virus SARS-CoV-2 pueda ingresar al organismo humano y replicarse en su interior, por lo que los músculos -al tenerla en sus membranas- son susceptibles de ser infectados.
Esta es la razón por la que algunos pacientes que han presentado cuadros de coronavirus, que van desde moderados a severos o graves, han desarrollado también disfunciones musculoesqueléticas. Esto se relaciona con la investigación en enfermedades neuromusculares que está realizando la Dra. Daniela Rebolledo, investigadora del Centro de Excelencia en Biomedicina de Magallanes, CEBIMA, la entidad científica más austral del mundo. La académica también integra el Centro de Envejecimiento y Regeneración CARE Chile UC, entidad dirigida por el Dr. Nibaldo Inestrosa, Premio Nacional de Ciencias.
“Por otra parte, están las consecuencias de la enfermedad misma, que tiene que ver principalmente con el desuso del músculo. Es de conocimiento que los tiempos de ventilación prolongados inducen afecciones que favorecen la inflamación y que llevan a la fragilidad ósea y muscular, lo que puede reducir la calidad de vida en general”.
La Dra. Rebolledo explica que el músculo es un órgano que debe ser ejercitado para estar en funcionamiento óptimo. “Estamos hablando de un ejercicio basal, el que hacemos cuando caminamos, subimos las escaleras, o realizamos actividades cotidianas en general. Por supuesto, que mejora mucho más si la persona hace deporte constantemente, aunque sea de bajo impacto o por poco tiempo cada día. El músculo mejora su función si se ejercita”.
Músculos en desuso
Un individuo que se enferma y está mucho tiempo en reposo -en este caso que se infecta y adquiere COVID-19- está en una situación en que sus músculos entran en desuso. En el caso de las personas que han estado conectadas a un respirador o intubadas, ese desuso es aún mayor porque es de todos los músculos de su cuerpo. Similar a cuando hay una fractura y se debe inmovilizar con un yeso. “Estamos hablando no solamente de la musculatura de las extremidades, sino también del diafragma y de los músculos intercostales que son los que ayudan a la respiración”, explica la Dra. Daniela Rebolledo.
La académica agrega que “es importante recordar que la respiración no depende solamente de los pulmones como tal, sino de toda la musculatura de la caja torácica, que permite el movimiento y produce una diferencia de presión. Entonces hay un efecto directo del COVID-19 que es la infección y otro indirecto, que lleva a la atrofia de los músculos”
Esta atrofia generalmente va acompañada de un proceso inflamatorio generalizado. Forma una cicatriz, llamada fibrosis, haciendo que el músculo tenga menos posibilidad o capacidad de contraerse, llevando a una disminución de la fuerza y la capacidad de hacer las tareas diarias. Si todo esto lo sumamos a la inflamación que produce el COVID-19, el panorama aumenta su gravedad.
El confinamiento
Los problemas musculares no solo son una consecuencia que podría aparecer en las personas que han estado hospitalizadas. También pueden aparecer en aquellos grupos que han estado sometidos a largos períodos de confinamiento por la pandemia.
“Si las personas permanecen cuatro meses encerradas en sus casas, sin poder caminar las cuadras que caminaban normalmente o los niños sin jugar ni correr lo que corrían en los colegios, también existe un desuso parcial –no total- de los músculos. Entonces, esto también se manifiesta en una atrofia y en una fatiga muscular más exacerbada, que llevando una vida normal. Por lo tanto, hay una consecuencia del COVID- 19 en cuanto a la función muscular que nos está afectando a todos, hayamos estado enfermos o no”, subraya la bioquímica.
En esta condición de pandemia los adultos mayores son el grupo que más ha estado en confinamiento, lo que ha producido que se muevan menos. “Esto no es un efecto grave inmediato, pero es algo que impacta negativamente en otras condiciones de esas personas. Durante este tiempo va a haber un aumento de las enfermedades musculares, y de enfermedades metabólicas, eso es lo que necesitamos alertar a la población y a las autoridades”, enfatiza la Dra. Rebolledo, haciendo un llamado a que las personas puedan mantener un nivel de actividad y ejercicio para poder mantenerse sanos.
Sarcopenia y COVID-19
Disminución en la velocidad de la marcha, falta de independencia para realizar actividades físicas cotidianas y un aumento en el riesgo de caídas son algunos de los efectos que produce la sarcopenia, una enfermedad del envejecimiento un que se relaciona con la pérdida de la masa muscular (atrofia) y la eventual pérdida progresiva de la fuerza muscular.
“Se ha descrito a nivel mundial que una persona que padece sarcopenia, es decir, tiene sus músculos más débiles y pequeños, presenta un peor pronóstico frente a las hospitalizaciones de cualquier tipo, incluyendo el caso del COVID-19”, comenta la investigadora de CEBIMA.
El músculo es un órgano que no solo sirve para movernos y para realizar todas nuestras actividades cotidianas, sino que también es un órgano que se comunica con otros órganos.
Por ejemplo, una de las funciones que cumple el músculo es ayudar en la regulación del metabolismo de la glucosa, por lo que, si estos no se ejercitan y no están sanos, también tienen un metabolismo de la glucosa más empobrecido. “Entonces, el riesgo de desarrollar diabetes también es mayor”.
Para comunicarse con otros órganos los músculos secretan hacia el torrente sanguíneo unas moléculas llamadas mioquinas, las cuales establecen una señal que mantiene a órganos como el cerebro, hígado, páncreas y corazón, entre otros, en buena salud. “Por lo tanto, un músculo deteriorado, pequeño y que no tiene fuerzas, no es capaz de generar estas mioquinas. No está dando esas señales positivas a los otros órganos. Y en una situación de COVID-19 o de alguna enfermedad aguda o crónica, van a tener una menor capacidad de respuesta positiva frente a esa patología”, finaliza la Dra. Daniela Rebolledo