Esta iniciativa de la Unesco impulsó en la década del 70 el concepto de desarrollo sostenible y promovió la creación de las Reservas de la Biosfera.
Con 16,6 millones de hectáreas reconocidas como Reservas de la Biosfera, Chile se integra a la celebración de los 50 años del Programa el Hombre y la Biosfera (MaB), que fue creado el 24 de marzo de 1971 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Una de las metas centrales de este programa fue conciliar, ya en esos años, el uso de los recursos naturales integrando el concepto de desarrollo sostenible y ante ello se impulsó la declaración de Reservas de la Biosfera por parte de los países integrantes a partir de 1976.
En principio, estas reservas se establecieron en zonas que ocupaban áreas protegidas, como parques nacionales, pero en 1995 se aprobó la Estrategia de Sevilla, ampliándose la zona más allá de las unidades bajo conservación e integrando zonas habitadas y de producción, pero incorporando el desarrollo sostenible en todas las actividades.
En Chile, la Corporación Nacional Forestal (CONAF) es el Punto Focal Técnico del Estado ante este Programa y, en tal condición, los profesionales que la representan oficialmente, en dos periodos, han formado parte del Consejo Internacional de Coordinación, instancia conformada por delegados de los 34 Estados miembros. Además, el país ha ocupado la presidencia de la Red IberoMaB, compuesta por 24 países de América Latina y el Caribe, Portugal y España, y en la actualidad el ingeniero forestal Mario Gálvez se desempeña como vicepresidente de dicha Red.
Uno de los aspectos que más resaltó el director ejecutivo de la Corporación Nacional Forestal (CONAF), Rodrigo Munita, en el marco de esta celebración, fue que “como país nos integramos tempranamente a este programa y un año después de ser declaradas por Unesco las primeras 57 Reservas de la Biosfera, en 1976, recibimos el reconocimiento como Reservas de la Biosfera para los Parque Nacionales Bosques de Fray Jorge y Archipiélago de Juan Fernández. Desde esos años es que estamos trabajando el concepto de desarrollo sostenible”.
Cabe destacar que luego, entre 1978 y 1984, se incorporaron como Reservas de la Biosfera Torres del Paine, Laguna San Rafael, Lauca, Araucarias y La Campana – Peñuelas, respectivamente. Luego, con posterioridad a la aprobación del nuevo Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de Biosfera (1995), Chile presentó los expedientes de creación de las Reservas de la Biosfera de Cabo de Hornos (2005), Bosque Templados Lluviosos de Los Andes Australes (2007) y Corredor Biológico Nevados de Chillán Laguna del Laja (2001), totalizando así en la actualidad 10 Reservas de la Biosfera.
Un trabajo relevante de los últimos años ha sido la regularización de siete Reservas de Biosfera, cuya fecha de creación es anterior a 1995, año que se aprueba el Marco Estatutario de la Red Mundial de Reservas de Biosfera y la Estrategia de Sevilla, que establecieron los criterios y recomendaciones que debían cumplir estos territorios para ser reconocidos, por el Programa MaB, como Reservas de la Biosfera.
Fruto de la labor realizada por CONAF, esta labor de regularización concluyó. Hoy Chile cuenta con una superficie de 166.136,34 km2 (16,6 millones de hectáreas), de los cuales 45.482,32 km2 corresponden a áreas silvestres protegidas u otra categoría de protección oficial (27%), en tanto que 120.654,02 km2 son territorios marinos o terrestres que están fuera del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (73%).
En esencia, las Reservas de la Biosfera se caracterizan por ser sitios de apoyo a la ciencia al servicio de la sostenibilidad, es decir, zonas especialmente designadas con el objetivo de probar enfoques interdisciplinarios para comprender y gestionar los cambios e interacciones de los sistemas sociales y ecológicos, incluidas la prevención de conflictos y la gestión de la biodiversidad.
Por ello, el Programa sobre el Hombre y la Biosfera (MaB) sienta las bases de las ciencias naturales y sociales para el uso racional y sostenible y la conservación de los recursos de la biosfera, así como para mejorar la relación general entre las personas y su entorno. Predice las consecuencias de las acciones de hoy en el mundo de mañana y, por lo tanto, aumenta la capacidad humana de gestionar eficazmente los recursos naturales para el bienestar de las personas y el medio ambiente.
Las metas que tiene son: identificar y evaluar los cambios en la biosfera que resultan de las actividades humanas y naturales y los efectos de esos cambios en los seres humanos y el medio ambiente, en particular en el contexto del cambio climático; estudiar y comparar las relaciones dinámicas entre los ecosistemas naturales y los procesos socioeconómicos, en particular en el contexto de la pérdida acelerada de la diversidad biológica y cultural con consecuencias no deseadas que afectan a la capacidad de los ecosistemas para seguir prestando servicios esenciales para el bienestar humano; garantizar el bienestar humano básico y un entorno habitable en el contexto de la rápida urbanización y el consumo de energía como motores del cambio ambiental; y promover el intercambio de conocimientos sobre problemas y soluciones ambientales y fomentar la educación ambiental para el desarrollo sostenible.
Conaf