Tomás Rojas Eriz
Académico de Fonoaudiología
Universidad San Sebastián
Indudablemente, el 2020 fue un año que guardaremos en nuestra retina por mucho tiempo. Además de la pandemia y sus terribles consecuencias, fuimos testigos de cambios sociales, desarrollo tecnológico y digitalización de servicios, adaptaciones, aprendizaje y cambios en todo sentido. Particularmente, en el área de la salud, vivimos una transformación y actualización necesarias, al implementar la telemedicina y telepráctica como apoyo al sistema de salud público y privado. Sin este recurso, habría sido difícil avanzar con los objetivos sanitarios nacionales y/o mantener los servicios esenciales.
Si bien la telemedicina no es nueva en nuestro país, debemos reconocer que con la pandemia alcanzamos un desarrollo necesario y relativamente eficiente, para una parte importante de la población. Sin embargo, aún existe una brecha, una deuda con ciertos sectores, precisamente los más vulnerables, como nuestros adultos mayores.
Aún existe un bajo acceso a las tecnologías, desconocimiento en el uso de ésta y escasas instancias donde se plantee la importancia de la alfabetización digital, entendida como la habilidad para localizar, analizar, organizar, entender y evaluar información utilizando tecnología digital. Debemos considerar que casi todas las formalidades relacionadas con el Estado han migrado a una modalidad virtual o híbrida y mucha de la información oficial sobre COVID-19, entregada por el MINSAL o la plataforma de Hospital Digital, solo se encuentra disponible de manera virtual. Es probable que para un adulto mayor, sin experiencias informáticas, fuera necesario el apoyo o tutela de un familiar, amigo o encargado, para contactarse y resolver una atención con un profesional de salud, cuando la presencialidad no es posible, pero en un escenario ideal, todo usuario del sistema de salud debiera tener la garantía de atención oportuna, con la autonomía y libertad para gestionar y hacer uso de los servicios y prestaciones de salud, si su condición física y cognitiva lo permiten.
Este año, la OMS nos invita a construir un mundo más justo y saludable, un reto que debemos asumir con responsabilidad, si esperamos que todos y todas, sin distinción, cuenten con las capacidades para entender el lenguaje y construir procesos comunicativos eficientes en los entornos digitales. Además, evitamos la desinformación por noticias falsas, mejoramos los mecanismos de ciberseguridad en la población, fomentamos el desarrollo de actividades que nos mantienen conectados en períodos de aislamiento, entre otros aspectos.