Casi 40 mil estudiantes no se matricularon en ningún establecimiento educacional este año, según el Mineduc, una cifra que preocupa y motiva el análisis de los especialistas sobre sus causas y consecuencias. Académicos de los departamentos de Educación y Psicología de la U. de Chile afirman que aún es apresurado hablar de deserción escolar y plantean que podría tratarse más bien de un abandono transitorio. Más que la pérdida de contenidos, agregan, la no presencialidad y el abandono escolar afecta las relaciones humanas y los procesos de aprendizaje.
Salas de clase y establecimientos educacionales vacíos, pero las clases no se han suspendido, el soporte es el que ha cambiado. Tanto docentes como estudiantes e incluso madres y padres han debido adaptarse drásticamente al formato de las clases online al interior de la casa. No obstante, hay estudiantes que no han continuado estudiando ni asistiendo virtualmente a las clases.
Hace algunas semanas, el Mineduc dio a conocer las cifras de deserción escolar 2021, señalando que hasta el año pasado en Chile existían más de 186 mil niños, niñas y jóvenes entre los 5 y 21 años que abandonaron el sistema escolar. Los datos entregados el pasado 5 de Abril reflejan además que otros casi 40 mil (39.498 para ser exactos) no se matricularon en ningún establecimiento este año.
De estos cerca de 40 mil niños, un 53 por ciento (21.260) son hombres y un 46,17 por ciento (18.238) son mujeres, mientras que el nivel educativo con mayor índice de abandono escolar es 1° medio (7.048). Pese a que la cifra es menor a las peores proyecciones efectuadas por el Ministerio el año pasado (en Junio de 2020 estimaban que más de 80 mil nuevos niños y jóvenes podrían desertar), la deserción sigue causando preocupación, y “hoy el desafío que tenemos es cómo somos capaces de reincorporar a esos 40 mil niños, niñas y jóvenes, y también de retener a quienes por diversas razones puedan dejar el sistema en este año 2021”, dijo en aquella oportunidad el ministro de Educación, Rodrigo Figueroa.
Considerando la crisis sociosanitaria, ¿es posible hablar de deserción escolar? Académicos y académicas de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile afirman que se requiere discutir y precisar primero el concepto de deserción escolar, pues para ello hay que considerar -entre otras cosas- la decisión del estudiante al momento de la deserción.
Christian Miranda, académico del Departamento de Educación, recuerda que en 2019 el Mineduc definió al desertor escolar como un estudiante que, en un determinado período académico, formando parte de un establecimiento educativo, deja de asistir sin obtener una credencial mínima, y no se matricula en otro establecimiento. Por tanto, se habla más bien de retiro escolar, pues no se alude a la voluntariedad del estudiante, aspecto clave en la idea de deserción. En suma, sin elementos como esos, parece “contraproducente abordar como desafío acotar las brechas de retiro escolar si no se precisan y definen tales criterios”, plantea el investigador.
Para la académica del Departamento de Psicología, Jenny Assael, es muy apresurado también utilizar el término en este contexto, pues hay que hacer un seguimiento más exhaustivo para determinar si es deserción definitiva o abandono. “Yo creo que en medio de la Pandemia no se puede decir si es deserción o, más bien, abandono transitorio”, añade.
¿Por qué un estudiante dejaría la escuela?
Existen diversos y complejos factores que pueden incidir en que un(a) estudiante decida dejar la escuela, algunos más objetivos y estructurales, otros más motivacionales o emocionales. La profesora Assael indica que la Pandemia ha despertado también problemas técnicos en la conexión y acceso a Internet, por lo que ciertos estudiantes no han podido participar de las clases online o no en todas las sesiones programadas.
En uno de los cursos que ella imparte sobre Etnografía, estudiantes de Psicología realizaron breves investigaciones en cuatro establecimientos. En estos recintos entrevistaron a sus estudiantes, evidenciando que muchos de ellos no accedían a las clases. En casos como estos se aprecia cómo “más que desertar fueron abandonados por el sistema”, comenta.
Por otro lado, participar en cursos online resulta muy complicado para los(as) estudiantes por la falta de contacto con sus compañeros(as), sumado a otras dificultades y distracciones que puedan surgir al interior del hogar. Por eso, muchos de ellos no les encuentran sentido. La realidad en cada colegio es muy distinta, al igual que la metodología de enseñanza y organización empleada. Así, por ejemplo, algunos establecimientos realizan clases vía Zoom durante toda la mañana, manteniendo la lógica de las clases presenciales con recreos de apenas 10 minutos. “Entonces, no hay condiciones ni un contexto para que los estudiantes se motiven y concentren”, explica Jenny Assael.
Aclara que tampoco es responsabilidad exclusiva de los y las docentes, pues se han visto demandados por hacer mayores esfuerzos en buscar otras formas de abordar una situación que era inesperada, de manera interactiva, entretenida y atractiva para los(as) jóvenes. Para ellos y ellas se ha ampliado y diversificado el quehacer pedagógico al incluir en la actualización el aprendizaje emocional de estudiantes, debido al contexto de emergencia sanitaria y sus consecuencias en tal ámbito, preparándoles para brindar soporte en situaciones delicadas como la angustia, ansiedad, inseguridad y dolor por la muerte de un ser querido, entre otras. Y también, los(as) docentes deben “asumir la incertidumbre que se ha generado en el marco del Plan Vuelta a Clases y directrices de evaluación flexible, como políticas sectoriales que han generado desconcierto en las comunidades educativas de base”, detalla Miranda.
La comunicación de riesgo es clave para prevenir el abandono, más aún en Pandemia, añade la profesora Assael. El mensaje debe ser claro y propositivo, realizando -por ejemplo- una invitación a estudiantes, familias y comunidades escolares a ser partícipes en los procesos de discusión referidos a la organización interna y a aquellos que corresponden a la definición de las prioridades pedagógicas en el marco de la emergencia sanitaria, siendo una de ellas minimizar el ausentismo, retiro o deserción escolar. Para abordar el problema de la deserción escolar, sostiene, es urgente generar “políticas públicas integrales no aislacionistas como las actuales (focalizadas), pues nos debemos ocupar de las condiciones estructurales, como la desigualdad social por ejemplo, del sistema y no solo reaccionar ante el caso particular”, propone.
Repercusiones en los procesos educativos
Christian Miranda asevera que no hay sustituto a la presencialidad escolar, tanto para mitigar la deserción escolar como para generar las condiciones de un ambiente propicio para el aprendizaje. Pese a ello, “desde corrientes socioconstructivistas radicales se sostiene que la mediación de un adulto en el proceso formativo de niños y niñas se puede llevar a cabo en escuelas o en el hogar. Por ejemplo, el homeschooling es un movimiento que durante décadas ha desarrollado procesos educativos en el hogar”, comenta.
En el caso de los profesores, Miranda detallada que solo 3 de cada 10 docentes indica que ha recibido suficiente formación y/o apoyo para el uso de herramientas tecnológicas (TIC) durante la Pandemia y 6 de cada 10 indica contar con herramientas institucionales para comunicarse con sus estudiantes vía sala de clase virtual, correo institucional, página web, etc. Esto según datos de la Fundación Chile y Circular HR, 2020.
Como se ha evidenciado durante catástrofes naturales, crisis sociales y emergencias sanitarias como la actual, la discontinuidad de clases presenciales afecta de modo particular a escuelas, estudiantes y profesores de las comunidades más vulnerables de la sociedad. Estudiantes y profesorado han sufrido las consecuencias socioeducativas durante estos procesos de alta intensidad social. Por tanto, se han visto obligados(as) a dejar las escuelas por un largo período, con un impacto regresivo en la calidad y equidad de su educación.
Al igual que en el caso de la emergencia sanitaria, “sería deseable que la toma de decisiones en materia educativa relativas a la deserción escolar tenga como base evidencia científica robusta y no circunstancial. Esto para que ayude a la búsqueda de soluciones estructurales a uno de los problemas más urgentes en la actualidad dado su fuerte impacto en la población más pobre del país”, afirma Miranda.
Cuando se retorne a la presencialidad, la académica de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales, indica que uno de los desafíos pendientes y perentorios en materia educativa es eliminar el Simce, mecanismo de evaluación que obliga a pasar contenidos. Más que pasar contenidos, “es necesario favorecer procesos de aprendizaje para aprender con mayor autonomía, pues el tema de los contenidos se puede solucionar. Es fundamental desarrollar aprendizajes que no sean memorísticos ni repetitivos o mecánicos, sino más bien que sean significativos, contextualizados y entre pares para los(as) estudiantes, desde los primeros niveles o cursos educativos. Eso es mucho más importante que pasar tanta materia”, concluye.
Carolina Escobar, periodista Facultad de Ciencias Sociales.