Carlos Saffie, director de Innovación de la Universidad de Chile, y Miguel O’Ryan, académico de la Facultad de Medicina de nuestro plantel analizan los alcances de la iniciativa para la liberación de licencias de vacunas contra el COVID-19. Consultados sobre si esta noticia representa una oportunidad para el país, ambos destacan que si bien hoy no existe la infraestructura necesaria para la producción en Chile, ya se trabaja en la implementación de una planta de vacunas multipropósito.
La liberación de las patentes de las vacunas contra el COVID-19, para que otros países puedan producirlas, se convirtió en una de las principales discusiones en el mundo científico y económico. La medida permitiría que la propiedad intelectual no sea un obstáculo para el acceso equitativo y universal de las inoculaciones, una herramienta crucial para terminar con la pandemia.
La suspensión implica que la exclusividad en su producción deja de tener efecto por un tiempo determinado y que cualquier empresa pública o privada en el mundo pueda hacer uso de la tecnología para producir vacunas contra el coronavirus, sin riesgo de sanciones. Los promotores de la iniciativa destacan la importancia de que los países menos desarrollados puedan ser autosuficientes y desarrollar sistemas productivos propios.
En esta línea, el director de Innovación de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo de la Universidad de Chile, Carlos Saffie, explica cómo es el procedimiento: “para solicitar una patente primero hay que realizar una investigación que sustente los aspectos técnicos de la novedad a nivel invertido y aplicación industrial, que tiene que tener una solicitud de patente para ser aprobada. Hay diferentes mecanismos por los cuales solicitar patentes, el más utilizado es el Patent Competition Tweety (PST)”.
En relación a las farmacéuticas, señala que estas compañías utilizan otros mecanismos alternativos, donde protegen los principios activos, los procesos de síntesis o los propios procesos productivos que principalmente se resguardan bajo secreto industrial. “En el caso del COVID-19 no es diferente, las empresas desarrolladoras hacen una investigación y buscan la protección intelectual de su desarrollo para poder establecer lo que la misma regulación les permite, es decir, establecer un monopolio que les permita rentabilizar sus esfuerzos de investigación y desarrollo, es un premio para el innovador el obtener una patente y poder determinar cómo se explota. En general, los países ante situaciones de emergencias sanitarias lo que realizan es una licencia obligatoria, es decir, ante una emergencia como el Covid-19, los países tienen la potestad de decir tomo la licencia de la patente para yo poder producir, y eso no infringe los derechos, porque entendemos todos que estamos en una situación de emergencia”.
El académico además es claro en que no basta en tener la licencia de la patente para producir, lo que se necesita es la infraestructura adecuada. “El principal obstáculo hoy en día para que la iniciativa de liberar patentes tenga un sentido de realidad ante la urgencia, es la escasez de capacidad de manufactura en países en desarrollo, y ese es un problema que nosotros como Universidad de Chile ya estamos abordando desde la dirección de Innovación en conjunto con Rectoría. Estamos haciendo los estudios de preinversión para instalar una planta de producción de vacunas multipropósito, eso toma tiempo, probablemente no nos va a resolver el problema para esta pandemia, pero sí nos va a dejar mejor preparados para futuras amenazas”, agregó.
Por su parte, el doctor e infectólogo del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Miguel O’Ryan, reafirma la idea de que la producción de vacunas en el país es una iniciativa que puede tardar años y además requiere de inversión. “Chile primero tiene que pensar si quiere o no producir vacunas, no es tan fácil. Hay que hacer una evaluación de cuáles son los pros y contras de invertir, y quién va a invertir. No me parece que debiese ser el Estado porque no veo necesariamente que sea rentable, en este momento puede parecerlo, pero son cosas que se tienen que sostener más allá de la pandemia, hay que mirarlo con profundidad”, dijo.
Para el profesor O’Ryan la decisión de liberar por un tiempo las patentes de las vacunas contra el COVID-19 es fundamental, ya que permitiría que lleguen a más personas en el mundo, lo que tiene como consecuencia la contención de la pandemia. Sin embargo, “la pregunta es si el mecanismo de liberar patentes o cómo se liberan, va a lograr o no este objetivo, y no va a transformarse en algo que sea un remedio peor que la enfermedad, que desincentive a más productores de vacunas”.
Se trata de una discusión que tiene como objetivo plantear cuáles son los beneficios que traería la liberación de las patentes contra el COVID-19 en cada región, teniendo en cuenta sus condiciones de elaboración y producción. Una pugna que se mantiene en la Organización Mundial del Comercio, ya que dentro de las interrogantes está cuáles serían las estrategias de negociación para persuadir a los fabricantes de vacunas para que cooperen en mayor medida con la concesión de licencias, ya sea de forma voluntaria o por un precio reducido.
Camila Jara
Prensa UChile