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Equipo de la U. de Chile investiga impacto del consumo de agua desalinizada en Antofagasta

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Inédito estudio del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile analizó las implicancias que ha tenido para los habitantes de Antofagasta el abastecimiento de agua proveniente de la mayor planta desalinizadora para consumo humano de América Latina. A través de una encuesta, aplicada a 1.150 hogares, se identificó un cuadro que los expertos denominan “injusticias hídricas” y una desconfianza generalizada en el consumo de agua potable, que ha generado que en 9 de cada 10 hogares se adquiera agua envasada.

Ante la crisis hídrica que afecta a Chile, expertos/as e instituciones públicas y privadas han propuesto e impulsado soluciones para amortiguar la escasez de este recurso. Para ello, se han barajado alternativas como la construcción de carreteras hídricas, una mejor distribución de los derechos de agua, la desprivatización del recurso y la desalinización del agua de mar para convertirla en agua apta para consumo humano.

Desde principios de los años 2000 hasta la fecha, una de las principales estrategias del Estado para abastecer con agua potable a poblaciones costeras de zonas áridas ha sido la desalinización de agua de mar. Sin embargo, hasta la fecha no existía ningún estudio que diera cuenta de las implicancias sociales de la distribución de agua desalinizada en los núcleos urbanos para consumo humano.

Con este objetivo en mente, los académicos/as e investigadores/as del Departamento de Geografía de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la U. de Chile, María Christina FragkouTamara Monsalve TapiaMiguel Contreras Alonso y Javiera Crisóstomo López, realizaron un estudio sobre recursos hídricos de Antofagasta, ciudad que se abastece tanto por fuentes cordilleranas como por agua desalinizada. En este último caso, el suministro de agua es generado por La Chimba, la mayor planta desalinizadora para consumo humano en América Latina.

El trabajo, publicado en la Revista Planeo, comprendió una encuesta aplicada a  1.150 hogares antofagastinos. Esta consulta permitió identificar un cuadro que los expertos denominan “injusticias hídricas”, las que emergen del analisis de las dimensiones de reconocimiento, participación, y distribución, el cual está asociado a las distintas realidades hídricas que viven los habitantes de Antofagasta, según la fuente del agua que reciben y su nivel socioeconómico.

“El artículo hace una importante contribución en relevar la importancia de considerar una normativa especial para el agua desalinizada como fuente de agua potable, según los requerimientos de la OMS. Esto es algo que se hace más imperante y urgente si pensamos que actualmente hay unas 300 mil personas que consumen agua desalinizada a diario (en Mejillones, Antofagasta y la costa de Petorca), a la vez que la desalinización parece ser una estrategia estatal clave para el abastecimiento de consumo humano en ciudades áridas, como vemos en las plantas que se construyen para los y las habitantes de Copiapó y Tocopilla”, señaló la académica María Christina Fragkou.

Si bien el acceso a la red de distribución de agua entre los clientes de la sanitaria Aguas Antofagasta parece homogéneo, puesto que todos tienen acceso a la red de agua potable y de alcantarillado, la investigación observa que la red distribuye agua de distintas fuentes y tratamientos; agua del mar desalinizada de la planta La Chimba y agua fresca de la cordillera potabilizada en la planta de filtros en Salar del Carmen.

“La situación de Antofagasta es interesante porque se ubica en una zona donde se produce una parte importante del PIB del país, pero donde la población consume agua potable de baja calidad. Además, es paradójico que las compañías mineras usen agua dulce de la cordillera para sus procesos productivos, mientras que los residentes de la ciudad deben abastecerse de agua de mar desalinizada. Así, en la práctica, el abastecimiento de agua para consumo humano queda en segundo plano ante los requerimientos de la gran minería”, sostuvo el académico Miguel Contreras.

“Considerando las condiciones urbanas de Antofagasta, las distintas fuentes de agua agudizan ciertas diferencias socioambientales entre: el verde Sur de casonas con jardines y piscinas, que es de los últimos sectores que recibe todavía agua cordillerana; el recién desarrollado Norte de barrios pobres y condominios masivos para la clase media, que recibe agua desalinizada, y el ruidoso y contaminado centro, que abraza el puerto industrial y se divide por el tren de carga de cobre, donde se distribuye el agua que es mezcla de las dos fuentes”, plantean los investigadores en el artículo.

Si bien la diferencia de la percepción de calidad de agua entre estas tres zonas, no es estadísticamente relevante, “nuestras observaciones, conversaciones y entrevistas en terreno apoyan inicialmente que el agua cordillerana sería la mejor evaluada por los consumidores, seguida por la desalinizada y la mezcla”, puntualizó el estudio.

Este inédito estudio revela las implicancias sociales de sustituir agua dulce por desalinizada para consumo humano. El agua desalinizada no es regulada de manera adecuada, y ha llegado a impactar la calidad de vida de muchas personas que la consumen. Dentro de las políticas nacionales para enfrentar y dar soluciones a la escasez hídrica (sea en zonas áridas o afectadas por la megasequía), el abastecimiento de agua potable para consumo humano debiera ser siempre de fuentes de agua fresca. Como técnica de producción de agua dulce, la desalinización debería ser usada solamente para usos productivos; en el caso de Antofagasta, es la minería la que debería hacerse cargo de los costos energéticos, monetarios y ambientales asociados a la desalinización, mientras la población debiera tomar agua de la cordillera”, puntualizó Fragkou.

Por su parte, la profesora Tamara Monsalve agregó que “la desconfianza generalizada por el consumo de agua potable, ha generado que en 9 de cada 10 hogares se adquiera agua envasada. Más allá de las diferentes calidades de las aguas envasadas que se consumen, como agua mineral versus agua de bidón (que son diferenciadas por nivel adquisitivo), la gran cantidad de contaminación que generan los envases produce impactos ambientales muy complejos en la costa de la ciudad. En ese sentido, el aumento de los envases (como basura) en la ciudad, aumenta la diferencia en las condiciones y calidades ambientales de la ciudad”.

Comunicaciones Facultad de Arquitectura y Urbanismo
Universidad de Chile

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