Dr. Manuel José Irarrázaval
Presidente del Instituto de Políticas Públicas en Salud
Universidad San Sebastián
La estrategia planteada por el Colegio Médico tiene dos propósitos declarados: eliminar la presencia de Covid-19 e impedir su reaparición y blindar a la población frente a riesgos inminentes, como la entrada de nuevas variantes. Pero las premisas sobre las que se basa parten de un diagnóstico que está evidentemente sesgado con respecto al manejo de la pandemia en el país.
Si se analizan los indicadores de los que se dan cuenta diariamente en el reporte Covid-19 y se comparan con los de otros países, incluyendo los “desarrollados”, podemos ver que no lo hemos hecho tan mal. Italia tiene 2.103 fallecidos por millón de habitantes producto de la pandemia, Inglaterra (1.888) y EE.UU. (1.814). En nuestro continente, la realidad es más dolorosa Perú (5.740), Brasil (2.322), Argentina (1.930) y Chile, (1.617). (Fuente: Our World in Data).
Lo razonable es reconocer que estamos enfrentando una epidemia de enorme envergadura, velocidad de difusión y gravedad, para la cual no estábamos preparados, ni en Chile ni en el resto del mundo. Y que ningún país tiene una receta única. Todos hemos ido aprendiendo tras ensayo y error.
Se implementó tempranamente un plan de acción que ha permitido a la fecha tener a más de 61% de la población con su esquema de vacunación completo. Se cuadruplicó la capacidad hospitalaria a través de la integración de la red pública y privada, la adquisición de ventiladores y otros insumos, la contratación de personal y la reorganización del sistema sanitario, entre muchas otras medidas.
De las propuestas planteadas por el COLMED hay dos fundamentales: una nueva gobernanza y cortocircuito epidémico.
La primera, implica la creación de tres cuerpos colegiados: un consejo de manejo de la pandemia, un equipo estratégico y un comité de emergencia. Esta nueva organización no garantiza una mejoría de la estrategia implementada. Por el contrario, es predecible, que la interacción de estos tres grupos de trabajo, muy heterogéneos y de variables competencias técnicas, surja más bien un elemento de dificultad y complejidad en las decisiones. Adicionalmente, al diluir la responsabilidad central del Ministerio de Salud, se hace mucho más difícil establecer responsabilidades en el proceso.
La propuesta del cortocircuito epidémico sorprende por su ingenuidad. Llevamos un año y medio de cuarentenas parciales o totales, que han producido un fuerte desgaste de la población y que evidencia que no se respetan adecuadamente. La razón fundamental deriva de sus “costos colaterales” que el COLMED subvalora. ¿Cómo pretenden entonces implementarlas?
En esta hora desafiante, es indispensable unir fuerzas abandonando todo intento de utilizar la pandemia para fortalecer una visión política y debilitar otras. Lo que importa es el futuro de millones de personas que verán un escenario peor si avanzamos por el camino equivocado.
Es tiempo de reconocer que tendremos que convivir con el virus por meses o años. Su extremada capacidad de mutación hace probable que tengamos que aprender a reconstruir nuestra vida en todos sus ámbitos.
No hay receta única. Es muy probable que muchas veces nos equivoquemos, pero persistir en la visión de los “ayatolas de la cuarentena”, no es viable.
Hay países que reabrieron sus colegios y algunas actividades productivas tomando medidas de precaución y han seguido adelante.
La acción de la autoridad sanitaria de ensayo-error en la búsqueda de alternativas debemos apoyarla lealmente, sin usar algunas fallas como munición, sino como una oportunidad para aprender a hacerlo mejor.
Lo que sí destacaría de la propuesta del COLMED serían: La estrategia de comunicación de riesgo, de mitigación en espacios cerrados y el concepto de burbuja territorial, las que vale la pena estudiarlas y ensayarlas en la búsqueda de normalizar con seguridad.