Por Paulina Arancibia, periodista.
Dirección General de Comunicaciones U. Santa María
Profesor de la USM explica las diferencias y funcionamiento de las lámparas germicidas como los dispensadores de ozono, las lámparas de radiación UV-C y las lámparas UV-C, cuya demanda ha aumentado considerablemente por la actual pandemia.
En el último año y debido a la actual pandemia por coronavirus que ha impacto en todo el mundo, es indudable que se han redoblado los esfuerzos para mantener y resguardar los diferentes lugares donde se desarrollan actividades como la educación, la industria, diversos servicios e incluso los propios hogares.
Para el profesor y Director del Departamento de Construcción y Prevención de Riesgos de la Universidad Técnica Federico Santa María, Enrique Calderón, esto ha generado “un aumento considerable en la demanda por lámparas germicidas de diferentes tipos, buscando eliminar los patógenos que se encuentran suspendidos en el ambiente como los que puedan estar dispuestos en las superficies. Entre los sistemas más utilizadas encontramos principalmente, los dispensadores de ozono, las lámparas de radiación UV-C; y las lámparas UV-C que además incorporan ozono al ambiente. Pero es necesario conocer los beneficios y riesgos asociados al uso de este tipo de equipos”.
Ozono
El ozono es una molécula gaseosa que, en la estratósfera, protege de la radiación UV que proviene del sol, cuando se utiliza en procesos industriales o en el tratamiento de aguas ha demostrado un alta capacidad desinfectante, pues tiene un poder de oxidación muy importante que destruye los tejidos orgánicos de cualquier organismo. “Sin embargo, su uso por parte de personas sin conocimientos puede ser también altamente peligroso, pues resulta ser una sustancia oxidante muy agresiva, que no discrimina entre microorganismos y seres humanos, por lo que puede producir daños en la salud de las personas que se exponen a ella sin la debida protección, irritando las vías respiratorias y las mucosas (ojos y nariz). Condiciones de exposición prolongada pueden incluso causar daños graves y permanentes, por lo que su uso debe limitarse a ambientes controlados donde se puedan aplicar protocolos estrictos de manejo y ventilación antes del ingreso y uso de los ambientes desinfectados, lo que hace que sea un método no recomendable para desafección en hogares” sostuvo el docente.
Agregó además que “para su aplicación se debe contar con información del volumen de aire de las dependencias y la capacidad de recambio del mismo, pues de ello dependerá la concentración y tiempo de espera para que la sala desinfectada pueda utilizarse sin riesgos a exponerse al ozono”.
Si bien se ha demostrado largamente que el ozono es un desinfectante muy eficiente para la eliminación de bacterias y otros microorganismos “no hay evidencia científica suficiente que asegure su efectividad contra virus de transmisión aérea como el SARS-Cov-2”, enfatizó Calderón.
UV-C
Ahora bien, el uso de lámparas de radiación ultravioleta visible (UV-C) es un método de desinfección que se utiliza en diferentes procesos, desde la desinfección de aguas hasta la de quirófanos bajo estrictas medidas de seguridad. “Es un tipo de luz que nuestros ojos no pueden ver pero que tiene la capacidad de dañar las células y el tejido con el que tiene contacto y presenta daños particularmente complejos en los ojos, que en algunos casos resulta irreversiblemente en la retina”.
El profesor y experto en prevención de riesgos, fue enfático en destacar la importancia que las lámparas de radiación UV se utilicen de forma controlada y siempre y cuando no se encuentren personas ni otros seres vivos en el rango alcance de esta luz. Pues si bien “existen estudios suficientes para asegurar que puede causar daños irreversibles, al no causar molestias inmediatas, muchas veces se cree que no son peligrosas, pero hay que estar conscientes que el daño causado por la exposición a esta luz UV está asociada a la generación de cáncer debido a que su efecto es acumulativo y se manifiesta al pasar el tiempo”.
Es importante señalar que, si bien el uso de radiación UV como desinfectante no genera la necesidad particular de ventilar el ambiente, ya que estos equipos no dejan rastros de radiación una vez que se encuentran apagados, deben siempre tener claridad en que no deben utilizarse lámparas de luz ultravioleta para la desinfección de manos o cualquier otra zona de la piel. “No hay que olvidar que el modo más eficaz de eliminar los virus y bacterias es lavarse las manos con agua y jabón y posteriormente aplicar un gel desinfectante hidroalcohólico”.
Finalmente, “si bien aún no hay resultados concluyentes, se ha demostrado que la radiación UV visible de onda corta (UV-C) es un desinfectante útil en el control del contagio por SARSCoV- 2, aunque no garantiza la completa desinfección del ambiente, pues se debe tener resguardo que solo tiene efectos en las áreas en que llega de forma directa, por lo que, si tenemos zonas de sombra, no habrá efecto alguno. Además, siempre será necesario ventilar el área en cuestión para mejorar la eliminación del virus y lograr un ambiente suficientemente seguro para el tránsito y trabajo de las personas”, concluyó Enrique Calderón.