Casi un 60% de la niñez migrante no acompañada que es devuelta a Guatemala se identifica como parte de alguno de los 22 grupos lingüísticos mayas. Recurrir a las narrativas desde su propia cosmovisión está ayudando a que los servicios de atención psicosocial puedan fortalecer la salud mental de los niños como un paso previo a la reunificación familiar.
Teresa (nombre ficticio por motivos de seguridad), de 16 años, del grupo lingüístico maya kiche’ y originaria del departamento de Quiché, Guatemala, salió de su comunidad de origen de manera irregular para reunirse con su hermano en Estados Unidos. Durante el trayecto por México fue aprehendida y llevada a un refugio estatal para la niñez migrante, donde permaneció dos semanas. “A mi hermano le estaba yendo muy bien en el trabajo en Estados Unidos hasta que llegó la pandemia. Ha dejado de enviar la remesa y quiero ayudar a mi familia; también quiero una carrera, pero en la comunidad no hay escuela ni universidades, además no podríamos pagarlo”, aseguró.
“Toda respuesta emocional es producto de las vivencias durante la experiencia migratoria irregular; los chicos y las chicas recurren a mecanismos protectores que les ayudan a enfrentar la adversidad, que dependerán mucho de su propia personalidad y su contexto social”, aseguró Alejandra Mayorga, asistente de salud mental y apoyo psicosocial, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
De acuerdo con datos oficiales sistematizados por esta agencia de la ONU, casi un 60% de la niñez retornada desde México y Estados Unidos, identifica su origen en uno de los 22 pueblos mayas del país.
En respeto a su cosmovisión y en coordinación con las autoridades de gobierno y actores de la sociedad civil, la Organización Internacional para las Migraciones está facilitando servicios de salud mental y apoyo psicosocial contando con el respeto cultural para lograr un ambiente emocionalmente seguro para la reunificación familiar.OIM Guatemala/Melissa VegaCentro de acogida para la población retornada, situado cerca del aeropuerto de la fuerza aérea guatemalteca, en Ciudad de Guatemala.
Expulsados por México y Estados Unidos
Entre enero y junio del 2021, las autoridades migratorias en Guatemala registraron 2623 retornos de niñas, niños y adolescentes migrantes no acompañados, el 96,8% corresponde a retornos desde México, el 3% de Estados Unidos y el resto a otras localidades.
En total, 6 de cada 10 chicos retornan vía terrestre a la ciudad de Quetzaltenango, en el altiplano, y el resto vía aérea. El 79,4% son niños y el 20,6% niñas.
Teresa, junto con otros 56 adolescentes, aterrizó en la ciudad de Guatemala aproximadamente a las 9:00 horas. Fue trasladada a Casa Nuestras Raíces, uno de los dos albergues de la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia donde recibe una mudada de ropa nueva, zapatos, alimentos, un kit de higiene personal y uno de desinfección; tiene acceso al saneamiento y a un chequeo médico general.
Adicionalmente, fue seleccionada de manera aleatoria para una prueba de COVID-19; todos los niños y niñas que retornan participan de este protocolo en función de la protección de sus derechos. Afortunadamente, su resultado fue negativo, no así para otros 4 niños retornados en el mismo vuelo.
El personal de la Procuraduría General de la Nación ubicado en el albergue ya se puso en contacto con su familia en Quiché para que lleguen por ella en un lapso de 72 horas.
Mientras, se le asigna una cama para pernoctar. Durante este tiempo de espera, la Organización Internacional para las Migraciones, en coordinación con la Asociación de Investigación, Desarrollo y Educación Integral y Me Quito el Sombrero Producciones, llevan a cabo una estrategia donde, a través del juego, la risa, el teatro, la música, la magia y la mímica, incentivan una sana convivencia y espacios seguros para su bienestar psicosocial.
“Estas actividades permiten a las autoridades de gobierno crear momentos de reunificación sin la presión emocional que pueda resultar de la experiencia migratoria irregular”, añadió Alejandra Mayorga.OIM Guatemala/Melissa VegaMiembros de “Me quito el sombrero producciones”, una compañía teatral guatemalteca dedicada a la creación de espectáculos circenses, acompañan a uno de los niños migrantes retornados en el proceso de reunificación y salida del albergue.
El nahual maya Q’anil como metáfora para proteger el interés superior del niño
La mencionada Asociación de Investigación, Desarrollo y Educación Integral implementa una metodología holística basada en el nahual maya Q’anil que simboliza los cuatro colores del maíz existentes en Mesoamérica: rojo, negro, blanco y amarillo. También los cuatro colores de piel y los puntos cardinales del universo.
“Para cosechar el maíz, debemos primero proteger las semillas, tal y como debemos proteger a la niñez migrante. Si no se les dan las oportunidades de desarrollo, los países no podrán cosechar todo lo bueno, la creatividad y los aportes que tienen estos chicos y chicas migrantes”, expresó uno de sus representantes, Jorge López, maya Achí.
“Durante nuestras intervenciones también hacemos referencia al resto de nahuales, pues cada persona nace bajo una de estas guías que rigen las personalidades, las cualidades y las aptitudes en cada ser humano; estos contenidos nos permiten guiarles hacia las profesiones en las que podrían destacar durante su vida y qué tipo de estudios deben buscar”, añadió López.
Por su parte, Me Quito el Sombrero Producciones, desarrolla teatro, mímica, música y magia basado en la narrativa de la semilla para acompañar y explicar a las niñas y niños el proceso de crecimiento, el disfrute de la infancia, la importancia del amor en la familia y los aportes que podrían hacer a sus respectivas comunidades.
“Es impactante convivir con niños y niñas de edades muy cortas, 5 o 6 años, que migraron no acompañados; pero sus reacciones también son una respuesta de esperanza para seguir construyendo resiliencia y sanación en las familias migrantes”, destacó Susana Recinos “Blanca Lluvia”, payasa humanitaria de Me quito el Sombrero Producciones.
“Intentamos llevar una energía positiva a las niñas, niños y adolescentes que esperan la llegada de su recurso familiar para la reunificación, generar risa para la relajación y como elemento para enfrentar la adversidad; también les enseñamos a hacer malabares y a hacer música con quienes ya tienen el manejo del ukulele. Tratamos de bajar las revoluciones energéticas que traen de esa experiencia migratoria”, informó Blanca Lluvia.
“El mayor desafío lo vivimos con los peques que recibieron un resultado positivo para COVID-19 pues deben estar en áreas específicas de observación, con limitadas visitas y contacto con las demás personas; sin embargo, ya hemos establecido mecanismos para disfruten algunas actividades en apoyo a su salud mental y psicosocial”, concluyó Recinos.
Por Melissa Vega, jefa de presnsa de la Organización Internacional para las Migraciones