Resulta urgente encontrar una forma de satisfacer la creciente demanda sin aumentar sus emisiones, donde la mejor solución disponible sería la madera.
Enfrentados a una crisis climática cuyos efectos podrían acompañarnos por generaciones, organismos internacionales han comenzado a tomar acción para gestionar nuestro impacto en el medioambiente.
El cambio climático se ha convertido en algo de lo que ya no se puede hablar en pasado. El aumento progresivo en las temperaturas globales y el nivel del mar han sido presentados por expertos como cambios sin precedentes en el tiempo, cuyas consecuencias podrían ser irreversibles por los próximos siglos.
Sin embargo, el último informe del grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático (IPCC), liberado en agosto pasado, señala que la reducción sostenida de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero podría ser la clave para cambiar esta extrema situación en la que nos encontramos, permitiendo la estabilización de las temperaturas de aquí a 2050.
Diversas acciones y herramientas han sido desarrolladas con el fin de alcanzar este objetivo, siendo una de las más extendidas la “huella de carbono”. Este estándar apunta a medir las emisiones de gases de efecto invernadero tanto en el ambiente como en actividades y procesos humanos. Eso permite dimensionar los efectos tanto de un proceso productivo como de cada una de las acciones que le componen, entregando una idea global sobre su impacto.
Este conocimiento es crucial para poder dimensionar el nivel de contaminación que generan diversas actividades, menciona el Subdirector de Transferencia de CIM UC y Máster en tecnologías de construcción sustentable, Felipe Victorero, ya que “la mayoría de las actividades humanas está asociada al uso de combustibles fósiles, los que (…) han terminado por provocar la mayor parte del cambio climático”.
Con este conocimiento, la huella de carbono apunta a determinar si un proceso, actividad o producto genera emisiones a la atmósfera (huella positiva), permite un balance entre sus emisiones y su compensación (huella neutra) o, por el contrario, es capaz de capturar y almacenar más carbono del que sus acciones generan (huella negativa).
Gran parte de las actividades actuales poseen una huella de carbono marcadamente positiva en sus procesos, siendo la construcción una de ellas. La industria ronda el 39% de las emisiones a nivel global, y su huella se divide entre las etapas de elaboración de materiales y obra constructiva (carbono incorporado), y el uso de una edificación (carbono operacional), incluyendo cada subprocedimiento que los compone.
Según Victorero, la elaboración de productos para construir y la operación de edificaciones en materia energética son las etapas con mayor impacto de emisiones. “A modo de referencia, el 12% de las emisiones de CO2eq a nivel mundial corresponden a la producción de cemento y acero” comenta, “mientras que la operación de edificios, y principalmente su climatización, llega a representar en torno al 9% de las emisiones globales”.
El impacto de estas cifras se traduce en que 70% de la masa antropogénica, materiales y recursos procesados por el hombre, corresponde actualmente a áridos destinados a la construcción, lo que se traduce en altos requerimientos tanto de extracción como de transporte de recursos naturales, satisfechos a través de diversas maquinarias que utilizan combustibles fósiles para su funcionamiento.
“De seguir construyendo nuestros entornos urbanos de la misma forma, se espera que el sector llegue a utilizar entre un 35% y un 65% del presupuesto mundial de emisiones (…) fijado para el 2050” advierte Victorero, teniendo en cuenta los parámetros que organizaciones internacionales han fijado la meta de limitar en 1,5ºC el alza de temperaturas globales.
Sin embargo, expertos alrededor del mundo han comenzado a buscar y desarrollar alternativas que permitan volcar la huella del sector hacia un balance neutro o incluso negativo. De las diversas opciones exploradas en las últimas décadas, una de ellas ha destacado por apuntar directamente a debilidades tanto constructivas como de sustentabilidad, siendo capaz de satisfacer cada una de ellas: la madera.
La relación entre madera y huella de carbono
La madera ha sido un material que ha estado presente desde tiempos inmemoriales en la historia, con construcciones de larga longevidad y resistencia alrededor del mundo. Sin embargo, el siglo XX estuvo marcado por un distanciamiento de la industria de este material, dando paso al extendido uso de concreto y acero en la construcción que conocemos hoy en día.
Esto ha cambiado a raíz de las nuevas necesidades de la industria en este último siglo, que giran alrededor de la necesidad urgente de poder construir sin aumentar los efectos ya causados. Frente a este escenario, la madera ha comenzado a recuperar su lugar en la industria, gracias a las cualidades en materia de sostenibilidad que ofrece.
“La madera es capaz de capturar grandes cantidades de carbono en la atmósfera, fijándolo a su estructura celular” explica Victorero. A través de esto, la madera puede contrarrestar el dióxido de carbono generado durante su procesamiento o el de la edificación a la que pertenece, señala el estudio de 2017 “The wood from the trees: The use of timber in construction”, permitiendo tener construcciones de balance neutro o incluso una huella de carbono negativa.
La procedencia natural de su materia prima se agrega a esto, al generar una menor huella en sus procesos gracias a que los residuos generados tanto por la producción del material como por la finalización de su vida útil pueden ser reciclados, reutilizados o incluso convertidos en biomasa que abone a nuevos árboles en crecimiento. Esto significa que la madera es actualmente el único material capaz de generar un proceso circular, compensando su huella.
También hay que tener en cuenta las cualidades constructivas de la madera, que le permiten igualar o superar las cualidades de los materiales más usados hoy en día, tales como su resistencia paralela, similar a la del hormigón reforzado. Características como esta no sólo permiten pensar en una construcción con madera en gran altura, sino también en procesos de construcción industrializados que permitirían mejorar una de las grandes deudas de la industria: su baja productividad actual.
A esto se suma el aporte en la reducción del carbono operacional que tienen los edificios en madera, en comparación a otros materiales. Dado su carácter de aislante térmico, se ha constatado que los edificios de madera pueden reducir hasta en un 35% los requerimientos energéticos de calefacción de un edificio, permitiendo una constante disminución de la huella de carbono de esta construcción a lo largo de su vida.
Con estos antecedentes, estudios presentados en 2016 por expertos de la Universidad de Cambridge señalan que las edificaciones con madera son capaces dereducir su impacto ambiental entre un 34% y un 84% en comparación a las aquellas construidas en hormigón, mientras que otros estudios realizados en Reino Unido apuntan a una reducción de hasta un 50% en el CO2 emitido por sistemas constructivos de madera panelizada.
Ante estas pruebas de la capacidad y utilidad que ofrece la madera, una de las premisas más audaces ha sido la de convertir a los edificios y ciudades en sumideros globales de dióxido de carbono atmosférico.
Esta propuesta, expresada en el artículo “Buildings as global carbon sinks” de 2020, señala que convertir a los edificios en almacenes de carbono es más seguro y económicamente viable que otros métodos de almacenaje, y podría tanto mantenerse como mejorarse con la adición de áreas verdes, generando un ciclo que mantenga el carbono en la tierra.
Sin embargo, estas son propuestas que aún no alcanzan el grado de proyecto, y expertos en políticas públicas y sustentabilidad en la construcción señalan que las acciones gubernamentales aún se encuentran varios pasos atrás. Países desarrollados como Canadá y Suecia están tomando acciones hacia volcar la industria a la madera con este fin, mismo curso que está tomando Chile desde la vereda latinoamericana.
Acciones actuales a nivel país
Chile y sus gobiernos han puesto atención a la situación medioambiental desde inicios del milenio, y desde 2010 estos esfuerzos comenzaron a tomar solidez a través de acciones como la creación del Ministerio del Medio ambiente o la meta de alcanzar la carbono neutralidad al año 2050. En el área de la construcción, las acciones se han materializado en la creación de comités, hojas de ruta para el avance a futuro, certificaciones y diversos convenios, entre otros.
Un ejemplo de esto es el convenio que vincula al Ministerio de Vivienda y CIM UC, que data de 2015 y tiene por objetivo desarrollar estudios, normas, investigaciones y proyectos que desemboquen en iniciativas para impulsar el uso de la madera en nuestro país. Entre los proyectos más importantes surgidos de esta colaboración están los Barrios ecosustentables, el trabajo en desarrollo de soluciones constructivas en madera, y la creación de diversos manuales y guías de apoyo.
Enfocado en el área del impacto de la construcción, una de las mayores acciones actuales es el trabajo del Comité Estrategia Nacional de Huella de Carbono en el Sector Construcción, instancia surgida en 2018 y compuesta por 10 actores públicos y privados con el objetivo de definir en conjunto metodologías de levantamiento, monitoreo, reporte y verificación de bases de datos y calculadoras para promover la gestión y reducción de la huella de carbono nacional.
En tanto, el Centro está trabajando en levantar información sobre las emisiones de gases de efecto invernadero asociados a productos de construcción, procesos constructivos y uso de edificios en el país, con un foco especial en la construcción con madera y los materiales biobasados. Victorero señala al respecto que“esperamos seguir avanzando en la cuantificación de las emisiones (…) asociadas al ciclo de vida de una edificación en madera, y así mostrar sus ventajas comparativas con otros sistemas constructivos”.
Esto se suma a los múltiples proyectos que el Centro ha llevado a cabo, entre los que destacan la modificación de las normas NCH 433 y NCH 1198, con el fin de establecer nuevos parámetros constructivos que permitan la utilización de madera como material estructural; el desarrollo de diversos estudios enfocados a medir y mejorar la hermeticidad y desempeño ambiental interior de viviendas de madera, y la creación de Diseña Madera, una plataforma digital surgida para apoyar en el diseño y toma de decisiones asociadas a la construcción.
Estas son sólo algunas de las iniciativas que el Centro ha materializado en sus siete años de funcionamiento, a las que se suman una amplia variedad de proyectos y objetivos a alcanzar dentro de los próximos cinco años, siendo el más notable la construcción de un edificio operativo en madera de quince pisos. CIM UC continúa su trabajo para alcanzar esta meta, aportando día a día en el desarrollo de una industria de la construcción con la menor huella de carbono posible.