Los conflictos, las crisis humanitarias y las crecientes catástrofes climáticas han provocado un aumento de los niveles de violencia contra las mujeres y las niñas, que no ha hecho más que empeorar durante la pandemia del COVID-19, poniendo de manifiesto la urgente necesidad de atajar esta lacra.
En todo el mundo, casi una de cada tres mujeres ha sido víctima de la violencia, y las crisis están aumentando aún más las cifras.
Un estudio recién publicado por ONU Mujeres, publicado con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se celebra este 25 de noviembre, destaca que casi una de cada dos mujeres ha sufrido o conoce a otra que ha experimentado alguna forma de violencia desde el inicio de la pandemia de COVID-19. Cerca del 25% de las mujeres se siente menos segura en el hogar y los conflictos familiares han aumentado desde el inicio de la emergencia sanitaria.
La violencia de género, la violación más generalizada de los derechos humanos, no es ni natural ni inevitable, y debe prevenirse.
Con motivo de los 16 Días de Activismo contra la violencia de género, ONU Mujeres presenta las voces de tres supervivientes, cuyos nombres se han cambiado para proteger su identidad. Tenga en cuenta que cada perfil incluye descripciones de violencia de género.
“Convencida” de que la matarían
En la provincia argentina de Chaco, Diana, de 48 años y madre de siete hijos, sufrió durante 28 años hasta que finalmente decidió separarse de su maltratador.
“No tenía miedo de que me pegara, sino que estaba convencida de que me mataría”, explica.
Al principio, dudó en presentar una denuncia ante la policía por miedo a cómo podría reaccionar él, pero a medida que fue conociendo los servicios de un centro de acogida local, se dio cuenta de que podía escapar de su torturador. También decidió presentar una denuncia.
Al vivir con un padre maltratador, sus hijos también sufrían estrés y dificultades económicas.Spotlight Initiative/Agostina ChiodiProtesta de mujeres en las calles de Argentina contra la violencia machista.
Salir no fue fácil, pero con el apoyo de los trabajadores sociales, un refugio local y un espacio seguro para recuperarse, Diana consiguió un trabajo como asistente administrativa en una oficina municipal.
“Reconozco que fue difícil, pero con terapia, ayuda legal y la formación en habilidades, me recuperé”, explicó.
Los servicios esenciales para las supervivientes de la violencia doméstica son un salvavidas.
“Ya no me siento prisionera, acorralada o traicionada. Hay tantas cosas por las que una pasa como víctima, incluido el maltrato psicológico, pero ahora sé que puedo lograr cualquier cosa que me proponga”.
Diana es una de las 199 mujeres supervivientes alojadas en un refugio afiliado a la Red Interamericana de Refugios, apoyada por ONU Mujeres a través de la Iniciativa Spotlight en América Latina. El refugio también ha proporcionado apoyo psicosocial y asistencia legal a más de 1057 mujeres desde 2017.ONU Mujeres/Luke HorswellGoretti Ondola (derecha) habla con Caren Omanga, del Centro de Justicia Social de Nyando, en Kenia.
Una ardua batalla con la familia política
Goretti regresó al oeste de Kenia en 2001 para enterrar a su marido y, tal y como dicta la cultura local, se quedó en la casa de su familia.
“Pero no me daban comida. Me quitaron todo lo que había traído de Nairobi -ropa, enseres- y lo repartieron entre la familia”, relata.
Durante casi 20 años tras la muerte de su marido, Goretti se vio atrapada en una vida de abusos hasta que sus suegros la golpearon tanto que la hospitalizaron y no pudo trabajar.
Temerosa de acudir a la policía, Goretti se puso en contacto con un defensor de los derechos humanos local, que la ayudó a recibir atención médica y a denunciar el caso ante las autoridades locales.
Sin embargo, pronto descubrió que sus suegros ya habían forjado con la policía un acuerdo en su nombre para retirar el caso.
“Pero yo no sé ni escribir“, dijo Goretti.
Los defensores de los derechos humanos en Kenia suelen ser los primeros en responder a las violaciones, incluida la violencia de género. Desde 2019, ONU Mujeres y la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos han apoyado a las organizaciones de base que ofrecen formación jurídica y desarrollo de capacidades para ayudar mejor a las supervivientes.
Además de denunciar el asunto a la policía local y a los tribunales, la defensora de los derechos humanos Caren Omanga, que recibió formación de una de estas organizaciones, también se puso en contacto con los ancianos locales.
“Estuve a punto de ser detenida cuando me enfrenté al oficial a cargo”, explicó Omanga. Pero sabiendo que la comunidad estaría en contra de Goretti, inició “el proceso de resolución alternativa de conflictos, mientras llevaba el caso a los tribunales”.
Finalmente, con su caso resuelto fuera de los tribunales, Goretti recibió un acuerdo por el que se le concedía la propiedad y el título de la tierra que había perdido en su dote matrimonial, y los agresores se vieron obligados a pagar multas para evitar la cárcel.
“Es como empezar una nueva vida después de 20 años, y mi hijo se siente más seguro… Estoy pensando en plantar algunos árboles para salvaguardar la parcela y construir un gallinero”, explicó.
Concienciación
En Moldavia, el acoso y la violencia sexual son temas tabúes y, por miedo a la culpa o a la estigmatización, las víctimas rara vez denuncian los incidentes.
A los 14 años, Milena fue violada por su novio en Chisinau. Ella no era consciente de que su violación era una agresión sexual y siguió viendo a su agresor durante otros seis meses antes de romper. Luego trató de olvidarlo.
“Este recuerdo quedó bloqueado, como si no hubiera pasado nada”, hasta dos años después, al ver un vídeo de Instagram que desencadenó recuerdos de su propia agresión, dijo.
Casi uno de cada cinco hombres en Moldavia ha abusado sexualmente de una niña o una mujer, incluso en relaciones románticas, según una investigación de 2019 publicada por ONU Mujeres.
Decidida a entender lo que le había sucedido, Milena aprendió más sobre el acoso y el abuso sexual, y más tarde comenzó a crear conciencia en su comunidad.
El año pasado, se unió a un programa de tutoría para jóvenes de ONU Mujeres, donde recibió formación sobre igualdad de género y derechos humanos y aprendió a identificar los abusos y a desafiar los comentarios sexistas y el acoso.ONU Mujeres/Johis AlarcónManifestación contra la violencia de género en Ecuador.
Milena pasó a elaborar una guía de autoayuda para supervivientes de la violencia sexual, que, con información de supervivientes de entre 12 y 21 años, ofrece orientación práctica para buscar ayuda, denunciar los abusos y acceder a recursos de recuperación del trauma.
En una cultura en la que se suele culpar a las víctimas, impidiendo que quienes lo necesitan reciban ayuda, el programa de tutoría se centra en los valores feministas y la diversidad, y aborda las causas fundamentales de las desigualdades y los estereotipos de género que perpetúan la violencia de género y la discriminación.
“El programa ha demostrado que el activismo y el compromiso de los jóvenes es clave para eliminar las desigualdades de género en nuestras sociedades”, explicó Dominika Stojanoska, representante de ONU Mujeres en Moldavia.
* Estas historias fueron publicadas originalmente por ONU Mujeres.