-Apoyar la conservación de aves acuáticas en este humedal de la Región del Maule, y contribuir al bienestar de comunidades humanas, es un gran objetivo del proyecto liderado por el investigador Juan Silva.
-El becario es integrante del nuevo Laboratorio de Conservación y Bienestar Humano, del IEB, dirigido por María José Martínez-Harms.
-El trabajo considera la co-creación de conocimiento y mecanismos para la protección de este ecosistema, en colaboración con profesionales de la conservación, gobierno y organizaciones locales.
La Desembocadura del Río Mataquito, ubicada en la Región del Maule, es un humedal de 1200 hectáreas, reconocido mundialmente por su importancia como hábitat para múltiples especies de flora y fauna, particularmente para aves acuáticas residentes y migratorias, entre ellas, el flamenco chileno y la gaviota gris. Sin embargo, este sitio ha sido clasificado en peligro debido a grandes amenazas provocadas por perturbaciones humanas, entre ellas la contaminación.
Con el fin de fortalecer la resiliencia de este frágil ecosistema, y desde una perspectiva socio-ecológica, es que a contar de abril se dará inicio a un nuevo proyecto, liderado por Juan Silva, sociólogo especialista en medio ambiente, e integrante del nuevo Laboratorio de Conservación y Bienestar Humano, del Instituto de Ecología y Biodiversidad. El investigador acaba de adjudicarse la beca del Programa de Becarios para Soluciones Costeras 2021, de la Universidad de Cornell, EEUU.
A través de metodologías participativas, el proyecto busca articular a profesionales de la conservación, gobierno y organizaciones locales en torno a la co-construcción de capacidades para la conservación de aves playeras y el bienestar de comunidades humanas, que dependen de este ecosistema para su sustento.
El especialista explica que gracias a este trabajo, se esperar lograr el empoderamiento de actores clave, el co-aprendizaje, el fomento de la gobernanza, y el desarrollo de programas de aviturismo, educación ambiental y ciencia ciudadana. “También, esperamos aportar a la creación de sistemas de monitoreo, estrategias de financiamiento, y explorar categorías de protección oficiales para reducir las amenazas y garantizar la protección del sitio en el largo plazo”, asegura.
Mataquito y su biodiversidad
El humedal Mataquito está reconocido por BirdLife International como un área fundamental de biodiversidad y presencia de aves (Important Bird & Biodiversity Area). Según la plataforma eBird (2021), el total histórico de especies de aves registradas en este sitio es de 129, correspondiente al 58,2% de las presentes en la Región del Maule y al 24,2% de las registradas en Chile. Entre ellas, se encuentran especies endémicas, como el churrín oscuro (Scytalopus fuscus), y el canastero colinegro (Pseudasthenes humicola); otras consideradas “Casi Amenazadas” por la UICN -Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza- y al menos otras 13 especies de aves playeras migratorias.
Pese a esta enorme biodiversidad, el sitio ha sido declarado en peligro y hoy sus amenazas son múltiples y de variada naturaleza. En ese contexto, el proyecto de Juan Silva pondrá foco en mitigar amenazas reconocidas por su gran impacto: aquellas generadas principalmente por actividades recreativas y turísticas -como intrusión de vehículos motorizados por tierra y agua, caza ilegal y recolección de huevos- y contaminación –de turistas, residuos domésticos o de cultivos, y fluidos industriales-.
“La evidencia demuestra que las perturbaciones humanas constituyen amenazas significativas para las aves playeras pues afectan su comportamiento, disminuyen su diversidad, densidad y éxito reproductivo”, asegura el investigador.
Interdisciplina en el IEB
La carrera profesional de Juan Silva se ha centrado en la conservación y el manejo sustentable de ecosistemas y recursos naturales, desde la intersección entre las ciencias sociales y ambientales, la política pública y las comunidades locales, con especial énfasis en sistemas costeros y marinos, tanto en Chile, como Latinoamérica y Asia. “Gran parte de mi quehacer se ha centrado en el trabajo con organizaciones locales en procesos participativos para el diseño e implementación de modelos de gobernanza para el manejo de recursos naturales, en particular con comunidades indígenas costeras y sindicatos de pesca artesanal. De gran importancia fue mi experiencia colaborando con comunidades indígenas Lafkenches del sur de Chile, a través de un enfoque participativo para el manejo sostenible de sus áreas costeras y marinas”, destaca el sociólogo del IEB, quien también es investigador del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera, SECOS.
Esta línea interdisciplinaria de trabajo y el proyecto en Mataquito, se adhiere totalmente a los objetivos del nuevo laboratorio del IEB, dirigido por María José Martínez-Harms. “El proyecto que comenzará a desarrollar Juan es muy relevante para nosotros. Él ha hecho un esfuerzo previo para convocar a múltiples actores de distintos sectores, como gestores de la conservación, personas del Municipio y organizaciones locales. Y los ha convocado con el fin común de mejorar las capacidades tanto sociales como ecológicas para la conservación de aves playeras, pero pensando también en mejorar las condiciones de bienestar de quienes conviven en el paisaje con la biodiversidad. Por otro lado, el proyecto apunta a la co-creación de conocimiento para empoderar a actores claves en la conservación, y también a la búsqueda de mecanismos que aseguren la gobernanza de esta área. En este contexto, creo que el trabajo a desarrollar representa muy bien los objetivos de nuestro laboratorio”, señala la investigadora.
Al respecto, Juan Silva menciona que el Programa de Becarios para Soluciones Costeras es la oportunidad perfecta para desplegar sus conocimientos en el desarrollo de un proyecto concreto, medible y con enormes beneficios para aves playeras y comunidades humanas. “La experiencia de liderar un equipo de tan alta calidad para un proyecto tan importante, junto con el aprendizaje y las redes de trabajo me permitirán seguir trabajando como un puente entre la ciencia, la política pública y las comunidades locales”, explica.
Al respecto, María José Martínez, destaca que la beca del investigador es realmente un ejemplo de proyecto transdisciplinario: “Al venir de las ciencias sociales, nos puede dar una importante contribución respecto a las dimensiones humanas de la conservación, buscando instancias para co-producir e intercambiar conocimientos entre diferentes actores. Generar estos proyectos que consideran aspectos ecológicos, ecosistémicos y las dimensiones sociales en el mismo nivel de importancia, es además, un aporte vital para la ciencia”.
Finalmente, el sociólogo recalca la importancia de ser parte del nuevo laboratorio del IEB, “que se proyecta como un espacio ideal para discutir y experimentar nuevas aproximaciones socio-ecológicas y desafíos complejos de conservación ambiental”. Asimismo, destaca la colaboración específica que se generará con la investigadora y con el centro SECOS, enfocada principalmente en Cartografías Participativas para el Mapeo de Servicios Ecosistémicos y en la Evaluación de Calidad de Hábitats del Sitio, entre otros objetivos que puedan ir surgiendo.