La máxima responsable de UNICEF advierte que el aprendizaje de los niños se resiente cuando estos no pueden interactuar directamente con sus profesores y compañeros. La progresiva desigualdad en el acceso a la formación puede convertir la educación “en el mayor factor de división, en lugar de ser el mejor instrumento para la igualdad”, destaca Catherine Russell.
El Fondo de la ONU para la Infancia alertó este miércoles que, a causa de la pandemia de COVID-19, las escuelas de 23 naciones, donde habitan un total de 405 millones de niños en edad escolar, continúan sin abrir sus puertas por completo y que muchos de estos estudiantes corren el riesgo de abandonar sus estudios.
El nuevo informe de UNICEF titulado “¿Están aprendiendo realmente los niños?” analiza el impacto de la epidemia del cierre de escuelas a nivel de país en 32 países y territorios de renta baja y media, así como un análisis actualizado del estado de aprendizaje de los niños antes de la aparición del coronavirus.
Uno de los hallazgos más insólitos del estudio indica que 147 millones de niños han perdido más de la mitad de su escolarización presencial durante los dos últimos años. Este registro equivale a un total de 2 billones de horas de aprendizaje presencial perdidas en todo el mundo.
“Cuando los niños no pueden interactuar directamente con sus profesores y sus compañeros, su aprendizaje se resiente. Cuando no tienen la posibilidad de interactuar de ningún modo con sus maestros y sus compañeros, la pérdida de aprendizaje puede ser permanente”, dijo la directora ejecutiva de UNICEF.
Catherine Russell, que inició su cargo el pasado 1 de febrero, añadió que esta progresiva desigualdad “en el acceso al aprendizaje puede hacer que la educación se convierta en el mayor factor de división, en lugar de ser el mejor instrumento para la igualdad. Cuando el mundo no consigue educar a sus niños, todos sufrimos las consecuencias”.© UNICEF/Karin SchermbruckerUna niña realiza un experimento de química en una escuela secundaria de Lusaka (Zambia).
La reapertura de escuelas no coincide con el regreso de los niños a clase
Pero el cierre de escuelas no es el único elemento disruptivo del estudio, ya que también demuestra que muchos niños no volvieron a la escuela cuando se reabrieron las aulas.
Entre los ejemplos citados en el informe destaca que el 43% de los estudiantes de las escuelas públicas en Liberia no regresaron a las aulas cuando las escuelas reabrieron en diciembre de 2020, que el número de niños sin escolarizar en Sudáfrica se triplicó de 250.000 a 750.000 entre marzo de 2020 y julio de 2021, y que cerca de 1 de cada 10 escolares ugandeses no volvieron a los colegios en enero de 2022 después del cierre de clases durante dos años.
En el apartado de género destaca que el abandono escolar femenino de la educación secundaria en Malawi creció un 48% entre 2021 y 2021, mientras que una encuesta en Kenia reveló que el 16% de las niñas y el 8% de los niños entre 10 y 19 años no regresaron cuando se reabrieron las escuelas.Unsplash/Jeswin ThomasEl cierre de escuelas impidió a muchos estudiantes examinarse en 2020.
Muchos niños no consiguieron el aprendizaje de competencias básicas
Los datos de 32 países y territorios anteriores a la pandemia ya revelaban un nivel de aprendizaje alarmantemente bajo que probablemente se ha visto agravado por la cuantía del aprendizaje perdido a causa del COVID-19.
El ritmo actual de aprendizaje en los países analizados “es tan lento que la mayoría de los niños en edad escolar tardarían siete años en adquirir las competencias básicas de lectura que deberían haber aprendido en dos años, y once años en adquirir las competencias básicas de aritmética”.
El informe va más allá, e indica que “en muchos casos, ni tan siquiera se garantiza que los niños en edad escolar hayan adquirido alguna competencia básica”.
De este modo, una cuarta parte de los niños de octavo curso (los de 14 años) de los 32 países y territorios analizados, no contaban con las aptitudes básicas de lectura, y más de la mitad no había adquirido las competencias de aritmética que se esperan de los estudiantes de segundo curso (es decir, los de siete años).
Russell concluyó que los niños más marginados ya se estaban quedando atrás antes del inicio de la pandemia y que cuando nos adentramos en su tercer año “no podemos permitirnos volver a esa ‘normalidad’, debemos alcanzar “una nueva realidad: llevar a los niños de regreso a las clases, evaluar su nivel de aprendizaje, proporcionarles el apoyo intensivo que necesitan para recuperar lo que han perdido y garantizar que los maestros cuenten con la formación y los recursos educativos que necesitan”, remarcó.