Por Miguel Corso, gerente general Völmark y director de la Asociación Chilena de Electromovilidad Liviana, ACHIEL
Tan simple como “el Turismo que se practica en bicicleta”. Esa es la definición de la RAE para el cicloturismo, una tendencia que desde hace años viene al alza en Estados Unidos y Europa y que, lentamente, comienza a imponerse en América Latina. Y es que cada vez son más los interesados en aventurarse en dos ruedas, conocer destinos prístinos, tomar contacto directo con la naturaleza y, a la vez, aportar a la sustentabilidad.
Sin ir más lejos, a mediados de 2021 bajo el slogan “Cicloturismo a otro nivel”, Colombia lanzó una potente estrategia para posicionar al país como el lugar perfecto para los viajeros internacionales amantes de este deporte. En la campaña destacaban importantes atributos como ser cuna de grandes ciclistas, los espacios para conectar con el entorno poco intervenido y el hecho de ser la nación más biodiversa del mundo por metro cuadrado.
Destaco el caso de Colombia porque considero que Chile tiene amplias oportunidades para entrar a la industria del turismo en bicicleta que, de acuerdo a cifras de la Organización Mundial de Turismo y la Asociación de Viajes de Aventura (ATTA), genera en promedio 57 mil millones de dólares al año. Una cifra que sin duda puede crecer ahora, cuando todos buscan experiencias al aire libre y con el debido distanciamiento.
Nuestro país tiene de norte a sur un inmenso potencial y es, en sí mismo, una invitación explorar sitios desconocidos, conocer la cultura local y, por cierto, hacer ejercicio. Según datos de Sernatur, en Arica, por ejemplo, es posible pedalear desde la playa Chinchorro para llegar al Humedal de la desembocadura del río San José para recorrer 6 km. de increíbles paisajes hasta llegar al santuario de las aves migratorias y presenciar una increíble puesta de sol. Un poco más al sur, en la región de Atacama, la propuesta es tomar tu bici y avanzar desde la Quebrada de Pinte hasta San Félix. Son 41 km de vistas precordilleranas y restos del pasado indígena colonial, con señales de la vida de los arrieros, iglesias y restos de fósiles.
Si bien la oportunidad está, debemos considerar que no todos los viajeros están preparados para una práctica intensa, para rutas en subidas o para mantener una velocidad que les permita avanzar sin alterar sus tiempos de viaje. Es aquí donde la electromovilidad juega un rol clave. Usando bicicletas eléctricas, con pedaleo asistido, no sólo eliminamos un obstáculo para quienes no son deportistas habituales, sino que además abrimos la puerta a alcanzar a personas de mayor edad que suelen invertir tiempo y recursos para llegar a lugares lejanos.
A nivel de políticas públicas nos hemos puesto metas elevadas para contar con vehículos más eficientes y no contaminantes, a fin de alcanzar la carbono neutralidad al 2050. Asimismo, definimos que al 2035 el 100% de las ventas de vehículos livianos, medianos y de transporte público sean cero emisiones. Mi invitación es a ponerse objetivos también en la industria del turismo y ver a los vehículos eléctricos menores, como son las bicicletas, motos y triciclos, como un aliado en la tarea de seguir promoviendo a Chile como un destino de turismo aventura marcado por la sustentabilidad, donde se vela por conservar el patrimonio y a la vez impulsar el desarrollo y crecimiento de las comunidades que ahora queremos todos puedan conocer arriba de su bicicleta.