. Estudio que realiza equipo de expertos advierte este efecto de la mega sequía que vive el país.
. Consideran que la situación demanda grandes cambios, especialmente en la agricultura.
. La investigación abarca decenas de lagos que se encuentran entre Arica y La Araucanía.
Un estudio que está realizando un equipo de expertos ha llegado a la conclusión que muchos de los lagos de gran tamaño, que se encuentran en zonas andinas comprendidas entre Arica y La Araucanía, desaparecerán en el transcurso de las próximas décadas, con las consecuencias asociadas en la disponibilidad de agua en el centro y norte del país.
Así lo dio a conocer Claudio Latorre, doctor en Ciencias, paleoecólogo (especialista en estudio de organismos y ambientes del pasado a través de registros geológicos), quien integró el grupo de Ciencia de Frontera de la Academia Chilena de Ciencias y es actualmente miembro del grupo de profesionales que está desarrollando el proyecto. Este es financiado por el Fondo de Investigación Estratégica en Sequía, convocado por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.
El doctor Latorre, primer hispanoamericano en ganar el premio Farouk El-Baz de la Sociedad Geológica de Estados Unidos, considerado “el Nobel de los estudios del desierto”, expresó que el desecamiento que afectará a los lagos andinos es producto de la mega sequía que experimenta el país en los últimos 12 años.
Explicó que el estudio que están realizando busca entender el impacto que ha tenido la variabilidad climática tanto actual como pasada sobre los lagos altoandinos. En el trabajo han comprobado que “la mega sequía que ha tenido la zona central de Chile ha impactado fuertemente a los lagos altoandinos, de modo que si uno proyecta la tendencia, muchos de esos lagos van a desaparecer o se verán drásticamente reducidos de tamaño en diez o veinte años”.
En consecuencia, disminuirá la disponibilidad de agua, ya que, subrayó el doctor Latorre, “todos los valles de la zona centro y norte de Chile dependen en gran medida de lo que pasa arriba. Si se va secando el sistema de arriba es como si se estuvieran secando nuestras torres de agua”.
En la investigación están contemplando lagos de más de medio kilómetro de área, muchos de ellos hasta ahora desconocidos para el conocimiento general, de los cuales están realizando un catastro que ya lleva decenas contabilizados y documentados.
A esta perspectiva del futuro de los lagos altoandinos se suma lo que está ocurriendo con el derretimiento de los glaciares, sin que se pueda adelantar por ahora lo que pueda acontecer con la combinación de ambos fenómenos.
CAMBIOS EN LA AGRICULTURA
El doctor Latorre señaló que se trata de tema complejo “porque a medida que se derriten los glaciares podría surgir un aumento de los lagos, pero también puede ocurrir todo lo contrario, que ambos se sequen de manera concomitante. No lo sabemos todavía”.
A su juicio esta incertidumbre demanda profundizar y ampliar la investigación sobre el tema.
Destacó que este escenario se produce en el contexto del cambio climático global, cuyos efectos especialmente en la zona central de Chile, vaticinó, “serán muy serios. Se nos va a generar un problema hídrico y de disponibilidad de agua en una tendencia que se prolongará de aquí a 100 años”.
Ante la inminencia del fenómeno, indicó, “lo más apropiado es adaptarnos. Especialmente en la agricultura, que es la actividad que consume la mayor cantidad de agua. Más que cualquier otra industria. Tenemos que estudiar qué clase de cosas estamos cultivando, para enfocarnos en lo que requiere menos utilización de agua. Pensando en los paltos, por ejemplo, que es un caso que tenemos muy cercano”.
EL DESIERTO: UN MAESTRO
La visión del doctor Latorre contempla su estudio de fenómenos que han ocurrido a través de milenios. Especialmente en el Desierto de Atacama, los que le valieron el premio Farouk El-Baz de la Sociedad Geológica de Estados Unidos
Como integrante del Instituto de Ecología y Biodiversidad y del Núcleo Milenio “UPWELL” , término traducido al español como “surgencia”, y que se refiere al estudio del ascenso de masas de agua desde las profundidades del océano a las zonas costeras, ha podido constatar que al final de la última etapa glacial, conocida como la “era del hielo” más reciente, entre 18 mil y 10 mil años antes del presente, hubo un periodo de gran precipitación en lo que es hoy la parte alta, la zona andina, del Desierto de Atacama.
En esa etapa se formaron los extensos lagos que hoy son salares, como el Salar de Uyuni en Bolivia que es el ejemplo más dramático. Hubo una mayor presencia de agua en el norte de Chile que, entre otras cosas, permitió que llegara a habitarlo el ser humano.
Los hallazgos de la investigación de Latorre y su equipo están ayudando a cambiar la idea que se tenía de lo que fue el poblamiento temprano en el Desierto de Atacama. Al contrario de lo que se creía, hubo una época en que existieron fértiles oasis, hoy desaparecidos, que permitieron el tránsito por la zona de los miembros de las primeras comunidades que vivieron allí hace casi 13.000 años atrás.
Con sus colaboradores pudieron comprobar que incluso hasta 700 años atrás hubo cultivo de maíz en lo que hoy es pleno desierto. Así como que especies de la flora que se creía endémicas del norte, como el algarrobo, fueron introducidas desde fuera. En este caso de Argentina, según la hipótesis con que están trabajando.
Los estudios de Latorre se han visto favorecidos por las extraordinarias condiciones que presenta el desierto de Atacama. Su extrema aridez ha permitido la conservación de vestigios como probablemente en ningún otro lugar.
Eso se manifiesta en las paleomadrigueras, depósitos donde se acumulan restos dejados por roedores que permiten conocer y analizar la vida y el medioambiente del pasado. Se encuentran en casi todos los desiertos de Sudamérica, pero las únicas que es posible hallar que datan de hace más de 10 mil años están en el Desierto de Atacama.
El doctor Latorre destaca que el aporte de las investigaciones en que ha participado ha sido posible gracias a la calidad del equipo humano con que ha trabajado: “He tenido la suerte de contar con colegas brillantes, muy trabajadores, que me han acompañado en un viaje de descubrimiento de entender cómo funciona el Desierto de Atacama. Porque el desierto es como un maestro”. (Por Gonzalo Rojas Donoso. Llambías Comunicaciones).