La alimentación, el ejercicio físico, las horas de sueño desde la adolescencia y hasta la adultez son algunos de los factores que influyen al igual que otras conductas saludables para cuidar nuestro cerebro. También tiene incidencia el estrés, la depresión y la salud mental en general.
El cerebro coordina todas las actividades a nivel motor, sensitivo y sensorial, los recuerdos y la planificación de las tareas que uno hace. Genera una red que garantiza que se produzcan distintas acciones en nuestro cuerpo de la manera más económicamente posible.
“Es una red impresionantemente calculada y que tiene una planificación interna para controlar el ritmo cardiaco, la respiración, los sistemas autónomos, las hormonas y las emociones. Es el primer órgano que articula todo para que nuestro organismo funcione”, dice Pedro Arellano Navarrete, académico de Kinesiología USS.
El docente dice que mientras más uno alimenta al cerebro de información y de actividades laborales, sociales o comunitarias, “se genera una reserva fisiológica que con el tiempo cuando uno tiene alguna enfermedad, promueve y permite que la condición de salud pueda volver a la normalidad. Es lo que conocemos como factores protectores y que contrastan en su acción con los factores de riesgo que limitan la buena condición cerebral”.
¿Qué pone en riesgo al cerebro?
El especialista en Neurorrehabilitación señala que, por ejemplo, si una persona tiene hipertensión o diabetes y no se controla adecuadamente “puede producirse una descompensación a nivel neuro dinámico (proceso que permite recuperar la homeóstasis) lo que hace que la salud empeore. También está el tabaquismo, el alcohol y el uso de drogas y otras sustancias que hacen que el cerebro no trabaje adecuadamente generando una pérdida a nivel neuronal y cognitivo”.
Además, está el deterioro de la salud mental y el kinesiólogo cita lo ocurrido en pandemia con el estrés y el aislamiento social, “lo que derivó en cuadros de depresión y otras alteraciones como trastornos del sueño, falta de motivación, disminución o aumento excesivo de ingesta de alimentos y ausencia de ánimo para realizar actividad física. En el caso de la depresión, se produce una inflamación en el cerebro y una pérdida de conexiones neuronales que con el tiempo podría derivar en una demencia”.
Asimismo, menciona los accidentes cerebrovasculares isquémicos y hemorrágicos que ocurren a raíz de una descompensación inicial o de una hipertensión no controlada o por mala alimentación como es una ingesta excesiva de lípidos o grasas lo que puede ocasionar trombos a nivel cerebral o por ruptura de aneurismas cerebrales.
También están las patologías neurodegenerativas como la demencia y la Enfermedad de Parkinson. En el primer caso, existen distintos tipos. Están las demencias que afectan la cognición el movimiento y la memoria como el Alzheimer, la demencia por cuerpos de Lewy, la demencia vascular y la anteriormente mencionada depresión.
¿Cómo cuidarlo?
Según el académico para proteger nuestro cerebro es fundamental:
– Realizar actividad física aeróbica a un nivel moderado o alto, durante 20 a 30 minutos diariamente o como aconseja la OMS de 1 hora y 15 minutos semanalmente.
– Dormir entre 7 a 8 horas.
– Prevenir la obesidad o sobrepeso.
– Mantener vínculos sociales y afectivos promoviendo el cuidado de la salud mental para prevenir la depresión.