José Luis Valdés, neurobiólogo del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, investiga el proceso de memoria y aprendizaje asociado a los cambios en la actividad eléctrica que experimenta el cerebro. El académico plantea que la memoria no se pierde y que el acto de recordar estaría relacionado con la coordinación eléctrica entre estas tres zonas del cerebro: corteza cerebral, tálamo e hipocampo.
La memoria es la capacidad de nuestro cerebro de retener información y recuperarla de manera voluntaria. Empieza a desarrollarse desde que somos muy pequeños, específicamente, a partir de los tres años. Un estudio en ratas a cargo del investigador José Luis Valdés, del Instituto de Neurociencia Biomédica (BNI) la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, busca conocer mejor su funcionamiento mediante el análisis del cerebro durante el sueño. Los resultados de este trabajo, realizado en colaboración con el Dr. Pedro Maldonado y la tesista de doctorado Alexandra García, permitirían comprender de mejor forma el origen y la evolución de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
El neurobiólogo detalla que en estos animales la memoria aparece como tal cerca del día 31 después de nacer. “Es como la transición a la adolescencia, si pudiéramos buscar un equivalente al humano”, expresa. Eso sí, se llega a consolidar mucho más tarde, indica. “Esta capacidad de consolidar nuestras memorias y luego recordar ocurre principalmente durante el sueño“, comenta Valdés, quien estudió a los animales mientras dormían. En este contexto, observó que ocurren cambios a nivel de la actividad eléctrica cerebral, y que estos se asocian al proceso cognitivo de la memoria.
El especialista del BNI de la U. de Chile comenta que nuestro cerebro está compuesto básicamente por tres grandes zonas para que las memorias del tipo declarativas se puedan fijar: la corteza cerebral, el tálamo y el hipocampo. Este último es de las estructuras más importantes para poder adquirir nuevas memorias, “ya que las personas que no tienen hipocampo, por ejemplo, nunca aprenden nada”, afirma.
Coordinación eléctrica
El Dr. Valdés explica que en su estudio logró corroborar la hipótesis de que “efectivamente se da una mejora o un aumento de la coordinación temporal en las ratas mientras duermen, en relación a la comunicación eléctrica entre estas tres regiones”, señala. Según relata, estos cambios aparecen ligados a la conducta, lo que demuestra que cuando el animal recuerda (al igual que un adulto humano) hay un incremento de la coordinación eléctrica en esas regiones cerebrales.
“Nacemos con una memoria muy inmadura y tenemos distintos tipos. Ellas van madurando de manera distinta. Las motoras, por ejemplo, maduran primero, porque nos empezamos a mover antes de que tengamos recuerdos, que son las memorias del tipo declarativas. Estas nos permiten recordar cosas que nos pasan en un lugar y tiempo particular”, indica Valdés. Es por eso, agrega, que la mayoría de los humanos no tiene recuerdos antes de los tres años, porque el sistema todavía no está completo.
“En general, no hay recuerdos, porque no hay forma de almacenarlos. Lo que sí, hay memorias un poco más simples o menos complejas, que corresponden -por ejemplo- a la capacidad que tienen los bebés de reconocer a las madres o a sus congéneres. Esas memorias están mucho más tempranas”, sostiene.
La memoria no se pierde
Después de los tres años, una vez que la memoria se configura completamente, existen ciertas cosas que uno almacena, pero a veces por alguna razón va perdiendo el recuerdo, comenta el especialista. “Normalmente pasa, porque uno no las evoca frecuentemente o porque no las usa. Pero cabe la posibilidad de que aún estén guardadas y con psicoterapias o alguna estrategias particulares se podrían rescatar”, destaca. También ocurre que si una persona tuvo alguna experiencia traumática de niño y por alguna razón la olvidó, es probable que aún esté ahí, plantea.
“Las memorias del tipo declarativas, que construyen nuestra biografía, se fijan muy bien, y es muy difícil perderlas”, señala. En cuanto a las patologías neurodegenerativas, como el Alzheimer, Valdés comenta que por mucho tiempo se pensó que las memorias se perdían durante la enfermedad, pero que hace un tiempo se demostró que, al parecer, aún siguen presentes. “El problema es que los pacientes no las pueden evocar, porque las regiones cerebrales encargadas de su correcto funcionamiento, empiezan a trabajar mal con la patología y eso impide que recordemos”, comenta.
Técnicas no invasivas
La memoria humana alcanza su madurez máxima pasada la adolescencia, al igual que en las ratas estudiadas. “Nuestra idea es investigar y entender qué puede estar ocurriendo en algunos niños que tienen problemas de neurodesarrollo y que no logran desarrollar capacidad de memoria normal o de un nivel de un adulto”, expresa Valdés.
Una de las propuestas del especialista es utilizar técnicas no invasivas, como la electroencefalografía, para analizar los patrones de actividad neuronal que ocurren durante el sueño, y ver cómo cambian a lo largo del desarrollo, desde la infancia hasta la adolescencia. De esta forma, busca ver si el mecanismo es similar o no (al que se da en las ratas). “Al menos en términos conductuales es coincidente, o sea, dichos patrones aparecen en las ratas, luego maduran y alcanzan su funcionamiento más o menos en la transición a la adolescencia, al igual que en los humanos”, comenta.
“La gran pregunta es, qué es lo que va ocurriendo durante el desarrollo. Al parecer lo que va madurando es la conectividad entre estas regiones cerebrales y cómo se comunican eléctricamente durante el sueño, mientras dormimos, que es cuando ocurre el proceso de consolidación de memoria”, destaca.
Cristián Yáñez W.
Agencia Inés Llambías Comunicaciones