Dr. Rolando Hernández Mellado, Rector del Instituto Profesional Virginio Gómez.
Si entendemos, como transferencia tecnológica, al proceso en el que las instituciones de educación superior, así como el Instituto Profesional Virginio Gómez, entregan y comparten conocimientos tecnológicos para fomentar el desarrollo de nuevas aplicaciones y/o productos o la generación de nuevos servicios que den una solución a alguna problemática del entorno, entonces, de esta manera, se desatan elementos fundamentales como son la innovación, en general, y la vinculación orientada a la solución específica de problemas, con bi-direccionalidad con el medio y el muy necesario fomento e impulso al emprendimiento.
Para materializar lo anterior, es necesario, como se está realizando, disponer muy resueltamente en nuestro país de una política pública que sea capaz de impulsar la transferencia tecnológica, pero, también revisar si nuestro capital humano y los sectores productivos están adecuadamente preparados. Hoy, la inversión en esta materia alcanza a un 0,34% del Producto Interno Bruto (PIB) y la actual autoridad ha prometido elevarla a un 1% con el objetivo de desarrollar nuevas tecnologías y lograr que nuestra producción sea mucho mejor valorizada. Este porcentaje del PIB es positivo, pero continúa siendo modesto al compararlo con países industrializados que invierten entre un 3 y 4% de su PIB con esta finalidad, pero, hay que ir con gradualidad para no mal gastar y ser efectivos, que es lo que realmente importa.
Punto aparte es lo que socialmente provoca la transferencia tecnológica, que no es otra cosa que distribuir o, por así decir, democratizar el conocimiento. Es decir, como un producto natural del proceso los nuevos conocimientos ya no sólo quedan disponibles para unos pocos, sino que, su utilización y uso va a estar a disposición de toda la comunidad. En este contexto, la democratización también contempla la inclusión de comunidades más rezagadas en materia de transferencia tecnológica, por ejemplo, facilitando que cada vez más mujeres ingresen a ocupar espacios en esta área, como así mismo, personas con alguna discapacidad u otros grupos que representen la diversidad de nuestra sociedad.
Cuando esto ocurre, existe otro elemento tanto o más importante que el anterior, y es que la “democratización” del conocimiento tecnológico también hace posible que estas nuevas tecnologías, ideas o soluciones, puedan estar disponibles para todas y todos sin ser gravadas con valores monetarios inaccesibles o inalcanzables para quien las necesite, y es aquí donde los Institutos Profesionales como el Virginio Gómez en Concepción, Chillán y Los Ángeles, realizan una contribución muy relevante. Esto, pues la formación técnico profesional, posee una ventaja exclusiva que la hace altamente competitiva, como es el hecho de impartirse en un tiempo más acotado.
En dos años, como instituto hemos logrado entregar exitosamente cerca de 40 proyectos de innovación de base tecnológica al sector socio productivo de las regiones de Ñuble y Biobío, proyectándose como un eje para potenciar el crecimiento de los territorios. Esto debiera ser un muy buen indicio de que el sistema de educación técnico profesional de Chile tiene la capacidad de aportar a impulsar el desarrollo de las comunidades, las regiones y del país a través de la transferencia tecnológica.