- La científica del Centro ANID, Instituto de Ecología y Biodiversidad, Susana Paula, desarrolló una investigación que analiza la variabilidad en la ocurrencia de estos siniestros en ecosistemas mediterráneos, incluyendo Chile.
Cada verano somos testigos del incremento de temperaturas en nuestro país y, con ello, del inicio de una nueva temporada de incendios forestales. Estos incendios afectan, principalmente, a la zona centro y sur de Chile, impactando en ecosistemas y comunidades humanas, por lo que el fenómeno de los incendios se ha convertido en una preocupación constante para las autoridades.
El cambio climático -particularmente la megasequía– y la existencia de grandes monocultivos de especies exóticas, sumado a la negligencia humana, son algunos factores claves en el desarrollo y propagación del fuego en diversos territorios del país, particularmente en la zona de clima mediterráneo, entre el sur de la Región de Coquimbo y la Región del Ñuble.
En ese contexto, una reciente investigación liderada por Susana Paula, investigadora del Centro ANID Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, analizó la variación en la ocurrencia de incendios en ecosistemas mediterráneos del mundo: el suroeste de Australia, región del Cabo (en Sudáfrica), California, Chile central y la cuenca Mediterránea. En dichos territorios se intercalan períodos húmedos que favorecen el crecimiento de las plantas, con períodos secos y calurosos que convierten a la vegetación en material combustible, el cual arde fácilmente si aparece una chispa (lo que en los expertos denominan “fuente de ignición”). Es por esto que en los ecosistemas mediterráneos ocurren incendios frecuentes desde hace millones de años, salvo en el caso de Chile, donde la cordillera de los Andes impide que se generen tormentas eléctricas, que es el origen de la mayoría de los incendios naturales en el mundo.
El estudio, publicado en la revista científica Global Ecology and Biogeography, se focalizó en el rol que cumple la fertilidad del suelo en la mayor o menor ocurrencia de estos incendios. Para ello, se recopiló información sobre la actividad de los incendios, el clima, y las propiedades químicas del suelo -entre otros factores- dentro de las cinco regiones climáticas de tipo mediterráneo del mundo.
El estudio mostró que, bajo las mismas condiciones climáticas, los incendios fueron más frecuentes en ecosistemas con suelos pobres en nutrientes, particularmente, suelos ácidos. “En los ecosistemas mediterráneos, lo que más aumenta la cantidad de incendios, más allá del clima, es la cantidad de combustible, es decir, la propia biomasa de las plantas. Pero otro componente muy importante también es la calidad del combustible, que está influenciado por la fertilidad del suelo”, explica la científica.
Según detalla la ecóloga del fuego, los suelos más infértiles, o sea, más pobres en nutrientes y materia orgánica son más propensos a los incendios. “Las plantas que crecen en suelos poco fértiles desarrollan características que favorecen la inflamabilidad, como hojas muy densas, que pueden estar vivas aun cuando tengan poca humedad, por lo que arden fácilmente. Otro ejemplo es la tendencia a desarrollar hojas más pequeñas, característica que también las hace más susceptibles a quemarse, a diferencia de las hojas más grandes. Además, los compuestos bioquímicos ricos en nitrógeno o fósforo arden más fácilmente que los que son pobres en estos nutrientes”, detalla.
No obstante, en los ecosistemas mediterráneos, lo que diferencia a los lugares que se queman más, de los que se queman menos es la biomasa (es decir, los kilos) de combustible provistos por la misma vegetación, así como la continuidad del combustible, según describe la investigadora. “Si tienes combustibles en parches, el fuego no se va a propagar y, por lo tanto, puedes tener muchos focos de incendios, pero de pequeña superficie”. Por el contrario, si la vegetación está distribuida de manera continua, la posibilidad de propagación de las llamas es mucho mayor.
En ese contexto, la científica explica que la fertilidad del suelo es una característica que puede ayudar a predecir la inflamabilidad de un lugar y que, por tanto, debiera ser incorporada a los modelos de predicción de futuros incendios, considerando también el incremento global de la temperatura.
El fuego en Chile
¿Qué se puede decir sobre nuestro país? Si recordamos, sólo en el verano de 2023 en Chile fuimos testigos de la ola de calor extendida y cientos de incendios forestales en la región centro sur del país, que afectaron a unas 450 mil hectáreas. Producto de eso, perdieron la vida 26 personas y alrededor de 8 mil resultaron afectadas por la destrucción de viviendas y otros de sus bienes, generando un importante impacto también en la industria silvoagropecuaria.
“Los ecosistemas mediterráneos de Chile tienen suelos más fértiles que las otras regiones mediterráneas del hemisferio sur, donde es más común encontrar ramas muertas y vegetación más seca. Sin embargo, desde el año 2010 observamos una mayor sequía y un aumento de estos siniestros, tanto en la zona mediterránea como más al sur del país. Junto a ello, vemos lugares donde prevalece una alta cantidad de combustible, producto de las plantaciones forestales, que se han puesto en suelos que ya no daban para la agricultura, porque eran menos fértiles y, por lo tanto, son suelos que favorecen el crecimiento de vegetación muy inflamable”, describe la científica.
Considerando este escenario, la investigadora hace un llamado de alerta a la existencia de grandes monocultivos en Chile, principalmente de especies exóticas como el pino, plantaciones que, debido a su gran extensión, representan no sólo gran cantidad de combustible, sino también, una importante continuidad espacial en términos de combustible. Por otro lado, su preocupación también recae sobre los ecosistemas de más al sur, que podrían verse mayormente afectados en la medida que sigamos teniendo altas temperaturas durante los veranos.
Fuente: IEB