Por Mark Minneboo,
Director ejecutivo Plastic Oceans Chile
Ya han pasado casi 6 años desde que se publicó la ley 21.100, que prohíbe la entrega de bolsas plásticas de comercio en todo el territorio nacional. La transición a las bolsas de otros materiales finalmente no fue tan complicada para el consumidor y muchos de ellos ya han hecho el cambio a bolsas reutilizables, por ejemplo.
Asimismo, el mercado ha respondido a esta ley con distintas soluciones; algunas mejores que otras: las bolsas de papel, otros bolsas hechas de plástico más grueso autodenominados reutilizables, o bolsas de bioplástico (muchas veces no compostables) o mezclas de plásticos que en su degradación generan microplásticos, entre otros problemas.
Es importante que las leyes que regulan un producto consideren también sus alternativas, para evitar que ellas posiblemente generen otros problemas para el medio ambiente. Está más que claro que la ley #chaobolsas ha abierto un debate más amplio sobre cómo estamos usando y gestionando los plásticos en nuestro país.
La bolsa plástica es solo un ejemplo de un producto desechable, ya que casi un 40% de toda la producción de plástico está destinado a productos de un solo uso. Solo una fracción de todo eso está siendo efectivamente reciclada, obligándonos a mirar otras soluciones.
El plástico nos ha ayudado para avanzar como sociedad en muchos aspectos, y sí estoy escribiendo esta columna en un notebook hecho principalmente de plástico, pero el costo que estamos pagando (y las futuras generaciones) por la comodidad que nos trae el plástico: es demasiado alto. Varios estudios internacionales han demostrado que estamos ingiriendo plástico diariamente en forma de micro y nano plástico.
Lo consumimos por el aire, por la comida y también por el agua embotellada que a la gente le gusta tomar tanto. Este plástico se está quedando en nuestra sangre y órganos. La producción de plástico a nivel global se triplicará para el año 2060, pero aún estamos muy enfocados en pequeños cambios de hábitos y seguimos haciendo arte con tapas de botellas y fabricando “eco-ladrillos”. No se está tomando con suficiente seriedad la crisis en que estamos ahora.
Por lo mismo es de suma importancia repensar cómo estamos usando este material, cómo se sigue aplicando en forma responsable sin que esto resulte en impactos negativos y en cuáles casos debemos buscar alternativas.
En lo posible tenemos que reducir su uso y buscar otras formas más sustentables para evitar que se nos escape como contaminación. Una de las grandes apuestas de hoy es lograr un tratado global para terminar con la contaminación por plástico.
El texto de ese tratado ya se encuentra en la última etapa de negociaciones y me pone muy contento que Chile sea parte de una coalición de países de alta ambición, que busca reducir la contaminación en todo el ciclo de vida del plástico, y no solo al final.
En un mundo híper globalizado, también la contaminación es globalizada y requiere acciones colaborativas entre los países. Leyes nacionales como la ley 21.368 de plásticos de un solo uso, que se encuentra en su última etapa de implementación, son de gran valor tanto para proteger el medio ambiente pero también para preparar la sociedad chilena para los cambios que traerá consigo ese tratado internacional a partir del 2025.
Hace 6 años atrás la bolsa plástica era la cara visible de una problemática mucho más allá de un solo producto, espero que las futuras generaciones la consideren como el producto que logró cambiar la forma en que nos relacionamos con este material. ¡Feliz día mundial sin bolsas plásticas!