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“La restauración y la seguridad hídrica son objetivos compartidos por los diversos actores del centro-sur de Chile”

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IEB Chile

La ex investigadora postdoctoral del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y actual académica UDEC Mónica Ortíz, publicó recientemente un artículo sobre la “Exploración del modelo de paisajes multifuncionales en zonas dominadas por plantaciones de árboles exóticos” en la revista científica Trees, Forests and People. Su trabajo se centró en el estudio de los paisajes multifuncionales de la zona centro-sur de Chile, abarcando entre las regiones de Maule y la Araucanía.  (Enlace al estudio https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S2666719324001249)

En su investigación, demostró que resolver los intereses contrapuestos de producción, conservación y necesidades sociales en un paisaje compartido, considerando los enfoques locales, indígenas y científicos, favorece la sustentabilidad tanto de las personas como de la naturaleza. Sin embargo, las complejas relaciones y conflictos en los paisajes degradados de esta zona de nuestro país, dificultan el avance hacia una mayor multifuncionalidad.

¿Qué son los paisajes multifuncionales?

Los paisajes multifuncionales en el área de la conservación, ofrecen un enfoque integrado de producción, conservación y bienestar humano. Sin embargo, aún no se cuenta con suficiente conocimiento sobre los retos que plantea la aplicación de este modelo en áreas dominadas por plantaciones forestales. El modelo de paisajes multifuncionales se ha promovido por tener un gran potencial para hacer más compatibles las actividades de los distintos agentes presentes en un territorio, mediante actividades como la restauración y regeneración de bosques, la agrosilvicultura y las plantaciones de especies mixtas. Sin embargo, el análisis subraya la importancia crítica de considerar la dimensión social de los paisajes como sistemas socioecológicos: es decir, que son sistemas dinámicos y complejos de recursos, actores y sus relaciones, gobernanza y marcos legales. 

Esto incluye los legados y los problemas actuales de las políticas neoliberales chilenas de conservación, gestión del agua y de la tierra, que siguen afectando a los pueblos indígenas y a las comunidades locales, que dependen de la naturaleza por sus múltiples servicios y valores. En nuestro país, las plantaciones exóticas de pinos y eucaliptos se encuentran extendidas en estas regiones para mantener la industria de madera y pulpa. La homogeneización del paisaje, la degradación ambiental y el aumento de los incendios forestales han exacerbado los conflictos entre diversos actores, afectando la biodiversidad y el bienestar de las comunidades locales, incluyendo a los pueblos indígenas mapuche.

Sin embargo, tras los megaincendios forestales ocurridos en 2023, el discurso científico-político promovió el modelo de paisajes multifuncionales como una forma de aumentar la resiliencia. Pero, ¿qué significa esta multifuncionalidad en contextos socio-ecológicos desafiantes? “Es fácil decirlo pero el panorama es bien complejo”,  señaló Mónica Ortíz. Para el estudio revisaron literatura y realizaron entrevistas semi-estructuradas con expertos regionales, para comprender mejor los desafíos y oportunidades que presentan los paisajes multifuncionales.

“Tenemos un territorio compartido con diversos actores que poseen objetivos distintos, el poder que poseen las empresas forestales no es igualitario, por lo tanto tenemos dificultades por la poca horizontalidad de la discusión en la construcción de un paisaje multifuncional”, destacó Mónica Ortíz. Ante ello, la investigadora señala que lo más importante es pensar en el proceso de cómo se construirá una visión compartida del territorio.

La seguridad hídrica es clave para todos los actores en el territorio, Melipeuco, Región de la Araucanía. Fuente: Mónica Ortíz.

En la búsqueda de una mayor multifuncionalidad el estudio señala que es esencial no pasar por alto los conflictos profundamente arraigados causados por el contraste de visiones de mundo y sistemas de conocimiento en la región centro sur de Chile. Estos incluyen una fuerte oposición al modelo forestal actual, y la perspectiva de que la tierra es meramente un recurso a optimizar. 

Se vislumbraron cuatro tipos de actores esenciales para desarrollar esta construcción: aquellos vinculados a la conservación, los productores (incluyendo empresas forestales y agrícolas), el estado, y las comunidades, que incluyen a recolectores, comunidades indígenas y rurales que viven en el territorio y dependen directamente de la naturaleza.

Buenos ejemplos 

El estudio analiza buenas prácticas internacionales, donde se desarrollan paisajes multifuncionales que optimizan tanto la protección como la producción, integrando incluso áreas protegidas para preservar y restaurar sus servicios ecosistémicos. En estos casos, las prácticas tradicionales y locales incorporan conocimientos indígenas en paisajes socioecológicos productivos, tanto terrestres como marinos. Estos paisajes son denominados bioculturales, como La Dehesa en España y Satoyama en Japón, donde la gestión comunitaria juega un papel crucial. Japón es conocido por sus extensos cultivos de arroz, y entre las montañas y estos cultivos existen corredores de transición ricos en biodiversidad. En el caso de La Dehesa, se conservan árboles de robles y centros para la producción de jamón ibérico, en un lugar que también posee valor turístico.

“El contexto del centro-sur de Chile es totalmente diferente, han sido décadas de cambio de uso de suelo y siglos de conflicto. Sin embargo, es importante enfocarse en los buenos ejemplos de paisajes bioculturales pequeños y en que la restauración y la seguridad hídrica son aspectos clave para todos los actores del territorio. Por lo tanto, hay que empezar con este objetivo y abrir la discusión”, destaca la investigadora.

El camino biocultural

Las reservas de la biosfera son una iniciativa alineada con el modelo de paisajes multifuncionales, con zonas núcleo, buffer y transición; pero según las entrevistas y la literatura, faltan recursos y capacidad. Conguillío, parte de la reserva de la biosfera Araucarias. Fuente: Mónica Ortíz.

Para ello, considera que es importante identificar dónde se encuentran los actores, por qué llegaron hasta el lugar y cuáles son los factores que impulsan los cambios o problemas complejos del territorio, que hoy en día se relacionan con los incendios forestales y conflictos socioecológicos. “Hay poco tiempo, pero debemos empezar a pequeña escala con la comunidad y luego con modelos. En Chile hay buenos ejemplos como el Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad, que trabaja con académicos y sectores productivos de viñas. Es importante intentarlo e inspirarnos en ello”, destaca Mónica Ortíz.

A su vez, es fundamental que la comunidad académica visibilice a la comunidad rural para hacerla parte de la discusión. “El concepto de biodiversidad es importante para ecólogos y ecólogas, pero el concepto de diversidad biocultural es mucho más amplio y atingente hoy, considerando la diversidad en comunidades, la cual depende de la biodiversidad. Si perdemos una, perdemos la otra. Por ello es urgente pensar y trabajar por la diversidad biocultural en comunidades y ecosistemas”, destaca la investigadora. 

Finalmente, añade que es crucial reconocer el paisaje como un sistema socioecológico, y trabajar de forma interdisciplinaria entre académicos, “pensar en nuestro territorio más allá de un sistema que tenemos que manejar, sino como un sistema que tenemos que desarrollar junto con las comunidades”, afirma.

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