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Medio ambiente: la carrera que no podemos perder en los Juegos Olímpicos de París 2024

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 Columna de Ricardo Bosshard,
 Director de WWF Chile
 

Conocida es la historia del inicio de los Juegos Olímpicos (JJOO) en la antigua Grecia del siglo VIII A.C., aunque no es hasta 1896 cuando se celebró su primera edición de la era moderna en Atenas. Desde ahí, se convirtieron en el principal evento deportivo a nivel mundial y en 1994 incorporan por primera vez las temáticas ambientales, trazando una línea base a lo que conocemos hoy.
Considerándose los JJOO de Lillehammer 1994 (Noruega) como los primeros “juegos verdes”, adoptando la práctica de minimizar el impacto ecológico mediante acciones que iban desde restringir la publicidad para evitar la contaminación visual y conservar la belleza del paisaje. A ello se sumó el recoger la munición utilizada en las competencias de tiro y hasta cambiar de ubicación la construcción de la pista para carreras de patinaje debido a que su trazado comprendía una reserva para aves, marcando así un precedente para las futuras celebraciones deportivas e incluyendo al medio ambiente en nuevos espacios.

Ya para el 2010, hablábamos de “Juegos sostenibles”, cuando en Vancouver (Canadá), se planteó desarrollar un encuentro carbono neutral, pretendiendo así que las emisiones generadas por el evento fueran proporcionales a la captura de carbono producida. Así mismo, se levantó un mensaje que dejaba en evidencia otra amenaza ambiental: el cambio climático, indicando David Suzuki, reconocido académico y activista del medio ambiente que “el destino de los deportes de invierno, y la posibilidad de acoger los Juegos Olímpicos de Invierno en el futuro, dependerá de las opciones que tomemos hoy para abordar el cambio climático. Estoy inspirado por los esfuerzos de los atletas olímpicos de Canadá, y buscamos animar al gobierno federal y a todos los canadienses a seguir su ejemplo y ser parte de la solución al cambio climático”.

En 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Agenda 20230 para un Desarrollo Sostenible, bajo 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que “establecen que la erradicación de la pobreza debe ir de la mano de estrategias que fomenten el crecimiento económico y aborden una serie de necesidades sociales como la educación, la sanidad, la protección social y las perspectivas de empleo, al tiempo que se combate el cambio climático y se protege el medio ambiente”. Aquí se reconocen las actividades deportivas, específicamente en el párrafo 37, indicando que: “Reconocemos que el deporte contribuye cada vez más a hacer realidad el desarrollo y la paz promoviendo la tolerancia y el respeto, y que respalda también el empoderamiento de las mujeres y los jóvenes, las personas y las comunidades, así como los objetivos en materia de salud, educación e inclusión social”.

Para Tokio (Japón) 2020 (juegos que se aplazaron al 2021 producto de la pandemia del Covid-19) los organizadores apostaron por ser los primeros en incluir el concepto de sostenibilidad bajo el lema de “Ser mejores, juntos – Para el planeta y la gente” y aprovechando el impulso del Acuerdo de París, enfocaron sus líneas de acción en cambio climático, gestión de recursos, medio ambiente natural y biodiversidad, derechos humanos, trabajo y prácticas empresariales justas, y la participación, cooperación y comunicación. De este modo, se implementaron medidas como el uso de transporte de baja emisión (en su mayoría híbridos), reutilización o reciclaje del 99% de los artículos y bienes adquiridos o creados, construcción de la Villa Olímpica con madera de la nación, entre otras.

Ya en 2024 y ad portas de una nueva cita deportiva mediante los Juegos Olímpicos de París (Francia) 2024, podemos observar que los compromisos contemplan reducir a la mitad la huella de carbono respecto a Tokio 2020, donde se emitieron 2,73 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO₂), alimentación sostenible, fomento de uso de transporte público (estableciendo tarifas especiales), generación de energía a partir de fuentes renovables y la novedad: fijar un presupuesto de 1,5 millones de toneladas de CO₂ a consumir durante todo el evento. En términos simples, la meta de poder compensar más que las emisiones que generan los propios Juegos.

Los avances en materia ambiental respecto a la historia de los JJOO suenan prometedores, sin embargo, el 1 de agosto, mientras se esté celebrando el evento en París, nos encontraremos con un nuevo sobregiro ecológico de la tierra, el cual nos recuerda que los humanos estamos utilizando los recursos equivalentes a que viviéramos en 1,71 planetas Tierra. En cuanto a países, Francia alcanzó su sobregiro ecológico nacional el 7 de mayo y Chile el 23 del mismo mes.

El deporte significa inspirar, aprender, mantener la disciplina, trabajar en equipo, todo lo que necesitamos también para cuidar la naturaleza, por lo que ambos temas están completamente ligados. En WWF tenemos la certeza insoslayable de que los deportes practicados en ambientes naturales dependen de ecosistemas sanos y funcionales para su óptimo desarrollo; así también, creemos que la posibilidad que representa el que los y las deportistas realicen sus disciplinas en la naturaleza, fomentará un mayor respeto y cuidado hacia ella.

Luego del gran desempeño de Chile en los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos de Santiago 2023, tenemos la oportunidad de aumentar nuestra ambición y preparar un plan riguroso para los Juegos Mundiales de Olimpiadas Especiales 2027, pensando, por ejemplo en neutralizar el 100% de sus emisiones en base a los ecosistemas degradados locales, potenciar las energías renovables, ocuparnos de promover una alimentación y movilidad sostenible y motivar, sobre todo a nuestros propios coterráneos, así como a las delegaciones visitantes  a conocer los paisajes y ecosistemas biodiversos y frágiles cuya protección debemos seguir mejorando y robusteciendo.

Tal vez, si pensáramos que cada semana viviremos un encuentro deportivo tan importante como los Juegos Olímpicos, podríamos alcanzar las 23 metas propuestas para el cumplimiento del Marco Global de Biodiversidad al 2030, pensar en contribuciones nacionalmente determinadas (NDC) ambiciosas para alcanzar el Acuerdo de París y lograr al fin un Tratado Global para acabar con la contaminación por plásticos.

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