Tras la caída de cientos de árboles por el reciente temporal en el país, surge la necesidad de considerar un enfoque preventivo para evitar daños a las comunidades y a la infraestructura. ¿Qué factores están en juego? ¿Existe una planificación adecuada para el reemplazo de estos árboles? ¿En qué consiste el manejo de los árboles urbanos? Expertos de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza (FCFCN) abordan estas interrogantes.
Además de los cortes de luz en varias regiones del país, el temporal del fin de semana pasado provocó la caída de cientos de árboles debido a ráfagas de viento que superaron los 100 km/h en la zona centro de Santiago. Los expertos explican que esta situación se debe a varios factores: la intensidad de las condiciones climáticas, el manejo inadecuado de los árboles urbanos y la falta de planificación para el reemplazo de los árboles envejecidos.
La intensidad del evento climático causó la caída de numerosos árboles que, a primera vista, no presentaban daños visibles. Sin embargo, Suraj Vaswani Miranda, encargado de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza (FCFCN), explica que los signos de envejecimiento comienzan con la descomposición interna de los árboles. Además, aclara que muchos de estos árboles podrían haber tenido un desarrollo deficiente de las raíces, lo que contribuyó a su caída.
“Los árboles están arraigados al suelo desde las raíces, pero en los suelos urbanos hay veredas, y el desarrollo de las raíces para poder arraigarse al suelo es sumamente pobre porque son suelos que están extremadamente compactados”, explica el académico.
Por otro lado, la profesora de la misma unidad académica, Nélida Villaseñor, explica que el mal manejo de los árboles urbanos los hace mucho más susceptibles a caídas, especialmente las podas mal ejecutadas. Muchas de ellas reducen gran parte de la cobertura vegetal del árbol, siendo frecuentes los “desmoches” o “desgarros”, que terminan debilitándolos. Generalmente, esto se realiza debido a la obstrucción de las ramas al tendido eléctrico.
La profesora Villaseñor reconoce una falencia en el manejo de la información sobre el cuidado y crecimiento de los árboles por quienes se encargan de estas labores. Advierte, además, que “las podas de mala calidad son mucho más comunes en sectores de bajo nivel socioeconómico”.
Especies de árboles
La pudrición es un fenómeno natural en los árboles, ya que, en condiciones naturales en el bosque, se caen para dejar espacio a otros. La única forma en que esto ocurre es derrumbándose sobre sí mismos, explica el profesor Vaswani. La pérdida de resistencia mecánica es provocada por los hongos al irse comiendo la madera por dentro.
Sin embargo, aclara que los signos de envejecimiento de los árboles y su deterioro dependen de la especie y de sus cuidados.
“Una araucaria puede vivir 500 años y no manifestar ningún problema por su edad, pero esos 500 años para un álamo pueden ser mucho. Hay que hablar en términos de vida útil: los álamos viven menos, pero esto depende de las condiciones de cuidados que hayan tenido”, explica.
Los álamos estaban asociados a cursos de agua o canales, en la medida en que esos canales se empezaron a entubar o se secaron, los árboles comenzaron a envejecer mucho más rápido.
En el caso de los árboles urbanos, detalla Vaswani, los álamos se plantaban en avenidas y alamedas, y con la intensidad del viento es posible que se vean afectados por igual, al estar plantados en hileras.
Desafíos: planificación y recambio de árboles
Frente a esta situación, los expertos plantean desafíos a corto y mediano plazo. En primer lugar, ven con urgencia contar con un catastro que incluya la cantidad de árboles caídos, las especies, el estado y los sectores en los que se encontraban; y, luego, proyectar una planificación para el recambio de los árboles que ya han cumplido su ciclo de vida. Esto último, justamente, ha sido, según Nélida Villaseñor, un proceso muy reactivo.
“Los árboles tienen un ciclo de vida, donde es natural que luego de su madurez se deterioren y, finalmente, se caigan. Sin embargo, este deterioro aumenta por el mal manejo que reciben en la ciudad. En la ciudad no deberíamos esperar a que se caiga un árbol porque esto puede causar fatalidades, corte de servicios y daños en estructuras”, sostiene.
Agrega, además, que planificar un recambio de árboles considera, por ejemplo, “plantar árboles jóvenes pensando en los árboles maduros que en el futuro perderemos”. Esto, con el fin de “evitar es el reemplazo de árboles añosos de gran tamaño por árboles pequeños, recién plantados, lo que generará una gran reducción de los beneficios que proveen los árboles en la ciudad”.
La responsabilidad de la mantención de los arbolados radica en los municipios; sin embargo, aclara Vaswani, no todos cuentan con un catastro de esos arbolados y, aun teniéndolo, no se han tomado las medidas correspondientes.
Un tema adicional tiene relación con la percepción de temor de una comunidad frente a un árbol inclinado, que ya ha cumplido su vida útil, y cómo es gestionado por las instituciones responsables.
“A menos que un árbol tenga la posibilidad de ser anclado para evitar que siga inclinándose, no tiene sentido mantener un árbol que tarde o temprano se va a caer igual”, sostiene el académico.
Natalia Figueroa
Prensa Uchile