Ciencia y TecnologíaSociedad

El sexismo y los estereotipos de género siguen limitando el avance de las mujeres en la academia

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Las barreras que enfrentan las mujeres en el desarrollo de la carrera académica son tema de discusión y análisis desde hace ya varios años. Organismos como la ANID han implementado medidas para disminuir estas brechas, al igual que las universidades. Sin embargo, las desigualdades continúan siendo una realidad.

Una cultura sexista y androcéntrica prevalece, perpetuando estereotipos de género, además de las altas exigencias en la producción científica, que no considera factores como la maternidad, son algunos de los motivos que se distinguen, y que estarían en la base de esta desigualdad, que va más allá de las estadísticas, según explican las especialistas de la U. de Chile. 

“En el sistema científico, persisten barreras significativas para la incorporación de la perspectiva de género. Históricamente dominada por hombres, la ciencia ha excluido las experiencias y necesidades de mujeres y minorías, perpetuando sesgos y estereotipos que desvalorizan sus contribuciones (…), además, las desigualdades en la educación y los techos de cristal dificultan la inclusión de diversos grupos segregados en la toma de decisiones. La invisibilización de problemas específicos de género y la falta de investigación e innovaciones sensibles al género agravan la situación, mientras que múltiples ejes de desigualdad se intersectan, creando barreras adicionales”, señala Gabriela Bawarshi, Coordinadora del proyecto InES Género.

Anahí Urquiza, Directora de Innovación de la Universidad de Chile, agrega que “desde el punto de vista de la investigación, innovación y creación, es fundamental fomentar y apoyar a las académicas e investigadoras, ya que no solo es relevante por sus carreras académicas, sino también para promover investigaciones más diversas e inclusivas, que aborden desde perspectivas amplias y complementarias los fenómenos y desafíos para nuestro país”.

Aunque el acceso de las mujeres a la educación superior hoy representa el 53,1%, versus un 50,2% de los hombres, esta equidad se va disipando cuando se trata de la carrera académica, donde ellas siguen enfrentando más dificultades en las áreas de investigación e innovación. Según cifras de la Tercera Radiografía de Género del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, “en 2023 sólo el 34% de quienes desarrollaron investigación en Chile fueron mujeres (…), y en los últimos 10 años, las mujeres graduadas con Becas ANID han decaído de un 49% a un 45%. Además, se evidencia una segregación disciplinar, donde solo el 28% de los proyectos en áreas de ingeniería y tecnología son adjudicados por mujeres”.

Otro ejemplo de esta subrepresentación se refleja en los Fondecyt entregados entre 1981 y 2020, los que “financiaron 15.550 proyectos de investigación en diversas áreas de conocimiento. De ellos, 2.218 proyectos fueron liderados por mujeres y 12.062 por hombres. Además, solo el 35% de las publicaciones indexadas corresponde a mujeres”.

Los especialistas coinciden en que, más allá de la evidencia estadística, existen aspectos simbólicos inherentes a la cultura científica que albergan un sexismo profundamente arraigado, que es la base de las desigualdades de género, y de una estructura históricamente machista y androcéntrica, que prioriza un modelo basado en la competencia, en las altas exigencias en la producción científica y en una supuesta meritocracia.

En este sentido, Gabriela Bawarshi afirma que “se evidencia que en el ámbito académico también existe una jerarquía con respecto a los roles internos, por ejemplo; las labores de gestión, extensión y vinculación con el medio son desvalorados en relación al trabajo de investigación. Así, mejorar la producción científica, no implica solamente aumentar el número de publicaciones y de cargos jerárquicos utilizados por mujeres, sino modificar la lógica de lo que estamos entendiendo por creación de conocimiento hoy en día. Esto, necesariamente implica observar cuáles son las condiciones dignas y justas para crear conocimiento y quienes podrían ser excluidos por el afán de excelencia”.

Uno de los aspectos que no se contemplan en este ámbito, es el de la maternidad. Tal como plantea la profesora de la Facultad de Ciencias Sociales (FACSO), Silvia Lamadrid, estas brechas “se agudizan a medida que se avanza en el ciclo vital. Es el periodo de consolidación y mayor productividad académica el cual se ve tensionado con la opción de la maternidad y crianza de hijos. A esto se suma la destinación de tiempo y energía que recae principalmente sobre ellas para el cuidado de personas dependientes”.

Las desigualdades entre hombres y mujeres en cuanto a las oportunidades y condiciones laborales en esta área son aún mayores para las mujeres que son madres, debido a que, para ascender en la carrera académica, se requiere de tiempo y dedicación para investigar, postular a fondos de investigación, liderar proyectos y publicar. Estos aspectos entran en conflicto con las exigencias propias de la maternidad y la crianza. Estos factores no son considerados al momento de realizar las evaluaciones, y las académicas que son madres son evaluadas bajo los mismos criterios que las que no lo son, y que sus pares hombres, aun cuando las condiciones no son iguales para todas las personas.

Iniciativas para disminuir las desigualdades

En 2021 la Universidad de Chile se adjudicó el proyecto InES Género, financiado por la Agencia Nacional de Innovación y Desarrollo (ANID), cuyo propósito es instalar y fortalecer capacidades institucionales que permitan la transversalización de la perspectiva de género, la superación de desigualdades y discriminaciones en área de investigación, desarrollo, innovación y emprendimiento (I+D+i+e) en las universidades.

“El proyecto InES Género ha sido muy relevante para visibilizar las brechas que tenemos en el mundo académico desde la perspectiva de género, generando además espacios de reflexión y aprendizaje, criterios para nuestros financiamientos internos e incidencia en la discusión pública sobre el tema”, afirma Anahí Urquiza.

Además de lo anterior, la Universidad incorporó criterios de género como uno de los ejes transversales de la Política de Investigación, Creación Artística e Innovación, ha impulsado programas de mentorías dirigidas a apoyar a las mujeres en su desarrollo profesional e incentivar su inclusión en puestos de liderazgo y dirección, al igual que para los fondos concursables del plantel, que proponen una serie de recomendaciones para incorporar esta perspectiva dentro de los procesos de postulación y adjudicación internos, como la conformación de equipos paritarios, acreditación de no estar vinculado a sanciones por acoso, violencia de género o intrafamiliar, y no encontrarse en el Registro Nacional de Deudores de Pensión de Alimentos.

“Esta iniciativa es parte de las medidas de acción afirmativa que se han implementado desde hace varios años en materia de igualdad de género. Es una recomendación para que las diversas Unidades Académicas puedan incorporar estas sugerencias en la etapa de postulación, evaluación y adjudicación, ejecución y seguimiento, y difusión y comunicación. Esperamos que estos criterios puedan impactar sobre todo en el proceso de postulación, incentivando a las mujeres a que tomen un rol protagónico y se atrevan a postular. Las mayores brechas, tanto en fondos internos de la Universidad, como a nivel nacional, se encuentran en la etapa de postulación y creemos que estos criterios pueden ayudar en incentivarlas a participar”, señala Gabriela Bawarshi, quien agrega que “sin embargo, aún queda un largo camino para monitorear el impacto de estos criterios. Desde el proyecto InES Género realizaremos un catastro de las unidades académicas que han comenzado a incluir estas sugerencias, para evaluar si efectivamente se corre el cerco en el acceso a los fondos concursables internos”. 

Bárbara Paulsen Droguett, Comunicaciones Dirección de Igualdad de Género (DIGEN) Universidad de Chile.

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