IEB Chile
Investigadores del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB), Juan Luis Celis y Aurora Gaxiola, han participado en un estudio de gran relevancia sobre los efectos de las prácticas agrícolas sostenibles en las comunidades microbianas del suelo. El artículo, titulado “Efectos de las prácticas agrícolas sostenibles en la diversidad, composición y funciones microbianas del suelo”, fue publicado en la revista Agriculture, Ecosystems & Environment.
Este estudio, que incluyó investigaciones de campo a nivel global, resalta la importancia de integrar los principios de la ecología comunitaria en la gestión agrícola. Los resultados muestran cómo las prácticas sostenibles no solo mejoran la biodiversidad del suelo, sino que también fortalecen la resiliencia de los agroecosistemas frente a los crecientes desafíos ambientales.
“Las prácticas agrícolas sustentables, como la mínima labranza, la fertilización orgánica, el uso de compost y el control biológico de plagas, son fundamentales para mitigar los impactos negativos de la agricultura industrial, como la contaminación, la emisión de CO2 y la pérdida de biodiversidad. La agricultura convencional a gran escala es uno de los principales factores de destrucción de ecosistemas y contribuye con un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero”, afirmó Juan Luis Celis, académico de Centro Ceres de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Pedro Mondaca, investigador postdoctoral de la Universidad Técnica Federico Santa María y autor del estudio, subrayó que “un claro ejemplo es reemplazar los pesticidas químicos, que afectan tanto a insectos benéficos como a la salud humana, por métodos de control biológico. También evitar el arado puede favorecer el crecimiento de hongos y otros organismos que mejoran la eficiencia en el uso de nutrientes y agua, beneficiando directamente a los cultivos”.
En la profundidad del suelo
El estudio revela que los microorganismos del suelo, esenciales para el funcionamiento de los agroecosistemas, se ven directamente favorecidos por las prácticas agrícolas sostenibles. Sin embargo, hasta ahora, los mecanismos específicos detrás de esta relación no habían sido comprendidos en profundidad.
A través de un análisis de 924 resultados provenientes de investigaciones sobre la abundancia relativa de bacterias y hongos, los autores del artículo encontraron que las prácticas sostenibles promueven una mayor riqueza bacteriana en el suelo, con un aumento significativo en microorganismos que participan en los ciclos del carbono y nitrógeno, y en bacterias copiotróficas, que prosperan en la rizósfera – el suelo alrededor de las raíces de los cultivos-. “Estas bacterias facilitan la disponibilidad de nutrientes para las plantas y contribuyen al secuestro de carbono en el suelo. Sin embargo, el uso de pesticidas y otras prácticas convencionales puede afectar negativamente estas comunidades microbianas, alterando su funcionalidad”, advirtió Celis.
Importancia de la investigación
El análisis global también permitió a los autores concluir que las funciones microbianas, como el ciclaje de nutrientes y las asociaciones benéficas entre suelo y planta, pueden optimizarse sin necesidad de recurrir a inoculantes comerciales. “Estas funciones microbianas dependen directamente de las prácticas del agricultor, y no siempre un inoculante comprado en el mercado funcionará al aplicarlo al suelo. Por eso es crucial que los agricultores cuenten con información precisa sobre los efectos de diferentes manejos agrícolas en las comunidades microbianas”, destacó Celis.
Mondaca enfatizó que “más allá de los beneficios para el suelo y la productividad de los cultivos, las prácticas agrícolas sostenibles contribuyen a mejorar la salud de los ecosistemas y su funcionalidad, lo cual es clave para enfrentar los desafíos del crecimiento poblacional y la crisis ambiental global”.
¿Cómo pueden integrarse estos conceptos de ecología comunitaria?
“Es esencial generar conocimiento basado en evidencia para que los agricultores puedan observar directamente los beneficios de estas prácticas en la producción de alimentos”, explicó Celis. El científico subrayó la necesidad de establecer estaciones experimentales con prácticas agrícolas sostenibles a largo plazo – por lo menos cinco años – y de promover el etiquetado de estos alimentos como incentivo para los productores, sin cargarles el costo.
Actualmente, existe una creciente preocupación entre los agricultores por mejorar la salud del suelo, ya que comprenden su importancia para la producción. Esto ha impulsado el uso de prácticas como la adición de compost y la transición hacia insumos orgánicos. No obstante, hacen falta más estudios de campo en Chile para profundizar en la relación entre diversidad microbiana, funcionalidad del suelo y productividad agrícola.
En este sentido, el programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad del IEB, junto con el Centro Regional de Innovación para una Agricultura Sostenible -Ceres- y el equipo de AgroBiotecnología de la Universidad Técnica Federico Santa María, han estado colaborando con productores agrícolas para avanzar hacia prácticas más sostenibles y promover la salud ecosistémica, asegurando así un futuro más sustentable para la producción de alimentos.