La Sierra Tarahumara es parte de la Sierra Madre Occidental, la cordillera más larga de México y unas de las zonas más biodiversas de América del Norte. Ya que, está formada por formidables barrancas y profundos cañones que albergan otras especies emblemáticas como el jaguar, el oso negro americano, la guacamaya militar, la cotorra serrana occidental o la salamandra tarahumara.
“Conocíamos la importancia de la Sierra Tarahumara en la biodiversidad de México, pero ahora tenemos más evidencia científica de ello gracias al proyecto Tarahumara Sustentable”, dice María Elena Rodarte, directora de la Región Norte y la Sierra Madre Occidental en la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas.
La Comisión ejecutó el proyecto junto con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), con el apoyo de ONU Medio Ambiente y el respaldo financiero del GEF.
Estos son seis datos que demuestran la biodiversidad que existe en la Sierra Tarahumara:
- Alrededor de dos tercios de la madera en pie disponible en México se encuentra en la Sierra.
- Hasta el momento se han registrado 3,271 especies de plantas.
- Aquí habitan 470 especies de aves.
- 475 de invertebrados.
- 206 de mamíferos.
- 150 de reptiles.
¿Quiénes habitan esta región de México?
Al menos cuatro grupos indígenas viven en la Sierra. Los más numerosos e influyentes son los Rarámuris, conocidos por sus antiguas tradiciones, su vestimenta colorida y su inquebrantable relación con la naturaleza.
¿Cuáles son los grandes peligros que afronta esta región en América del Norte?
La tala ilegal y la producción de drogas van en aumento. La Sierra Tarahumara está inserta en el llamado Triángulo Dorado, que comprende los estados de Durango, Chihuahua y Sinaloa, donde se cultiva la mayoría de las drogas traficadas por los carteles.
“Ellos (los taladores ilegales) nos acosan continuamente, pero en nuestro ejido lo hacemos todo legalmente: cortamos árboles y los manejamos de manera sostenible, porque es la única manera de garantizar comida para nuestros niños a largo plazo”, dice Estalisnado Rubi Aguirre, presidente del ejido Caborachi, que maneja el único aserradero en la región dirigido casi en su totalidad por rarámuris.
La instalación fue certificada por el Consejo de Administración Forestaly ha sido apoyada por el proyecto.
“La única manera de tener éxito en la conservación de la increíble riqueza de la Sierra es garantizando la participación de las comunidades indígenas y el respeto de sus propias ideas sobre la gobernanza ambiental”, dice Manuel Chávez, coordinador del proyecto.