El Dr. Rattan Lal, pionero en la investigación del suelo y en la agricultura de conservación, ha allanado el terreno en una de las principales esferas de actividad de la FAO.
El Dr. Rattan Lal, que se crio en una pequeña explotación agraria de la India, sufrió muchas de las penalidades que los pequeños agricultores afrontan hoy en día. Su familia carecía de agua corriente o electricidad, pero explica: “Nunca lo echamos de menos, porque así vivía todo el mundo”.
Su padre, agricultor, experimentó dificultades con el riego y el consiguiente problema del suelo salino que, tal como se daría cuenta más adelante el Sr. Lal, podrían subsanarse mejorando el drenaje de la tierra. Pero no fue hasta después de años de estudio que comenzó a comprender y enseñar al mundo el papel fundamental del suelo.
De hecho, tras cosechar un Premio Nobel de la Paz* y un Premio Mundial de la Alimentación, el Sr. Lal ha cambiado nuestra perspectiva de la gestión sostenible de los suelos y ha abierto nuevos caminos en lo que ahora conocemos como agricultura de conservación, un enfoque que puede desempeñar una importante función en la restauración de los suelos descuidados del mundo, la captura de carbono y la lucha contra la inseguridad alimentaria.
En esencia, la agricultura de conservación contrarresta la alteración del suelo (lo que implica disminuir la labranza), lo dota de una cubierta permanente y diversifica la producción de cultivos, pudiendo todo ello contribuir a enriquecer la biodiversidad, reducir el uso del agua y mejorar la salud del suelo.
La agricultura de conservación juega un papel significativo en el modo en que la FAO apoya a los pequeños productores de África, Asia, América Latina y el Caribe. Los beneficios de este enfoque son numerosos, desde el aumento de los rendimientos y la reducción de los costos para los agricultores hasta unos suelos más sanos y un mayor secuestro de carbono. El Sr. Lal llegó a entender todo ello y desde entonces se ha esforzado por correr la voz.
Un pionero
En los años 70, cuando el Sr. Lal trabajaba para el Instituto Internacional de Agricultura Tropical en Nigeria, descubrió que erradicando las prácticas de labranza y simplemente cubriendo el suelo con residuos de cultivo había logrado producir cinco toneladas de maíz por hectárea cada campaña, mientras que los agricultores solo habían podido obtener una. Sin embargo, por alguna razón, seguirían sin adoptar prácticas de agricultura de conservación.
Lo achacó a la suspicacia con la que veían el cultivo sin labranza. Más de cuarenta años después, la FAO y otras organizaciones, como la Red Africana de Cultivo de la Conservación, están promoviendo prácticas de agricultura de conservación con mucho más éxito.
Por ejemplo, mediante el proyecto “Fortalecimiento de la coordinación, promoción y gobernanza de la agricultura de conservación en el África austral”, la FAO está promoviendo la adopción de la agricultura de conservación entre los agricultores.
Dado que esta región se está calentando al doble del ritmo mundial, existe una necesidad apremiante de fortalecer los sistemas alimentarios y aumentar la resiliencia de los agricultores, muchos de los cuales practican la agricultura en pequeña escala o de subsistencia. Para ello, el proyecto está impulsando la colaboración entre los gobiernos, las organizaciones no gubernamentales (ONG) y los organismos de desarrollo, lo cual significa que la FAO y sus asociados están mejor capacitados para documentar e intercambiar conocimientos y mejores prácticas de agricultura de conservación con los agricultores.
Un ejemplo reciente de esta colaboración viene de la mano de Zimbabwe, donde la FAO y la ONG Foundations for Farming han venido ayudando al Gobierno a cumplir su ambiciosa meta de capacitar a 1,8 millones de agricultores en agricultura de conservación.
“No veo por qué África no puede llegar a ser el granero del mundo”, dice el Sr. Lal.
La agricultura de conservación aboga por dejar los residuos de cultivo en los campos, creando así una cubierta orgánica que restituye los nutrientes del suelo. El Sr. Lal considera que “las personas son un fiel reflejo del suelo que pisan”. Para que estemos sanos, los suelos deben ser saludables. Abajo a la izquierda: ©Universidad Estatal de Ohio/K. Chamberlain; Arriba a la derecha: ©Unidad de Agricultura de Conservación.
Restauración de los suelos descuidados
Durante muchos años, se ha descuidado a los suelos: el monocultivo y el uso indebido de sustancias químicas han ido agotando los nutrientes esenciales y se han encontrado microbios en suelos sanos. Para revertir esta tendencia, el Sr. Lal insiste en que los agricultores deberían primero aumentar la fertilidad del suelo mediante materia orgánica.
“Los agricultores no devuelven lo que se llevan y, como consecuencia, los suelos se degradan. Las personas son un fiel reflejo del suelo que pisan: su salud se ve igualmente afectada”.
Cuando se trata del uso de la tierra, insiste en que tenemos más de lo que necesitamos: simplemente no lo utilizamos debidamente.
“Este concepto de producir cada vez más y malgastar cada vez más atenta contra la naturaleza. Lo ideal sería producir más con menos: menos tierra, menos agua, menos fertilizantes, menos pesticidas, menos emisiones de gases de efecto invernadero, menos desperdicios”.
Aunque admite que el suelo y la agricultura de conservación por sí solos no contrarrestarán las emisiones de gases de efecto invernadero, “la restitución del carbono del suelo y los árboles es la parte más sencilla y tiene multitud de beneficios importantes: la seguridad alimentaria y nutricional, la mejora de la calidad del agua y una mayor biodiversidad”.
“Si empleamos prácticas de base científica, cultivos de cobertura y sin labranza y agricultura de conservación”, dice, “la agricultura debe constituir una solución al cambio climático”.
El veinticinco por ciento de la biodiversidad está en el suelo, un ser vivo que debería respetarse y protegerse. ©Unidad de Agricultura de Conservación.
Un optimismo desbordante
En definitiva, el Sr. Lal cree que la función del suelo reviste demasiada importancia como para que se ignore.
“El suelo es un ser vivo: el veinticinco por ciento de la biodiversidad está en el suelo”, dice. “Y, como cualquier ser vivo, también debería tener derecho a que se le proteja, restaure y gestione debidamente”.
El Sr. Lal es increíblemente optimista: se alegra de observar un creciente aprecio por los suelos y elogia los esfuerzos internacionales para luchar contra el cambio climático.
“La FAO y otras organizaciones ya están reconociendo la importancia del suelo: lo atestigua el galardón [del Premio Mundial de la Alimentación]que recibí recientemente”.
Dado que el clima está cambiando rápidamente en muchas partes del mundo, la FAO está alentando la adopción de sistemas de producción más resilientes y eficientes, como la agricultura de conservación. Para que los pequeños agricultores del mundo logren la seguridad alimentaria, los suelos deben desempeñar un papel fundamental. De ahí que la FAO promueva su gestión sostenible mediante iniciativas como la Alianza mundial sobre los suelos y que celebre el Día Mundial del Suelo —todos los 5 de diciembre— para sensibilizar sobre la importancia de sus recursos.
*El Dr. Rattan Lal fue laureado con un certificado del Premio Nobel de la Paz por sus contribuciones al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el co-laureado del Premio Nobel de la Paz en el 2007.
Fuente: FAO.ORG