Entrevista

¿Por qué las ciencias ecológicas son importantes en la industria?

4 minutos de lectura

Olga Barbosa Prieto
Directora del Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad Chile

Cuando hablamos de sustentabilidad en la industria se entiende que se debe poner foco en tres ámbitos: social, económico y ambiental. El más complejo de cumplir es el ambiental, ya que toda actividad afecta al medio ambiente. La clave es cómo hacerlo para que este efecto sea el mínimo posible.

La agroindustria es uno de los sectores que enfrenta el mayor desafío: la crisis alimentaria mundial frente a una creciente población, en medio de un escenario de cambio climático profundo. Cuando hablamos de sustentabilidad ambiental, la conservación de la biodiversidad es un gran ausente en protocolos, reglamentos y certificaciones.

Y esto es un grave error, puesto que la biodiversidad (la variedad de formas de vida), no solo nos incluye a nosotros mismos como especie humana, sino que nuestros alimentos y todas aquellas especies que interactúan con nuestro sistema alimentario.

Sin ir más lejos, la interacción entre especies genera funciones propias de los ecosistemas que son un beneficio para la sociedad y se conocen como servicios ecosistémicos (MEA 2005), o contribuciones de la naturaleza a las personas” (IPBES 2018). Ejemplos de esto son la polinización, el control de erosión, la fertilidad de suelos, la captura de carbono, etc. Es decir, el componente “biodiversidad” y ecosistemas funcionales (que nos entregan servicios ecosistémicos) son esenciales para la producción y el bienestar humano.

Paradójicamente la región mediterránea chilena es donde se concentra la mayor productividad agrícola, al mismo tiempo de haber sido declarada el año 2000 como una de las 35 regiones a nivel mundial prioritarias para la conservación (Biodiversity hotspot, Myers 2000).

Las razones para esta priorización residen en la alta diversidad de especies que existen aquí (por ejemplo, está presente el 50% de todas las especies de plantas de Chile), su alta tasa de endemismo (especies únicas de Chile e incluso de esta región de Chile) y una alta amenaza. La amenaza se basa en que menos del 1% de esta área está bajo la protección del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas del Estado (SNASPE) y esto se traduce en la realidad que conocemos: aquí vive el 70% de la población de nuestro país.

Producción vitivinícola

Entonces, ¿cómo hacemos para conservar este ecosistema al mismo tiempo que continúa la producción agrícola que necesitamos?

Ahí fue cuando pusimos los ojos en la producción vitivinícola, dado que no sólo se concentra entre el sur de la Región de Coquimbo y la Región del Biobío, sino que también ha sido tradicionalmente emblema de los mediterráneos y la producción está muy relacionada al origen, lo que se conoce como terroir o terruño.

Bajo esta reflexión nace el Programa Vino, Cambio Climático y Biodiversidad, iniciativa científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad y la Universidad Austral de Chile y que es financiado por Fondos Basales de Conicyt. Desde hace 10 años hemos apostado por buscar soluciones para el sector del vino basadas en los servicios ecosistémicos, resaltando así el valor del capital natural de Chile y realizar conservación en una región de alto valor ecológico y escasa protección.

Actualmente son 20 empresas vitivinícolas chilenas que participan en el programa y han aportado a proteger voluntariamente 26 mil 499 hectáreas de bosque y matorral esclerófilo del mediterráneo chileno, vegetación endémica de Chile en predios vitivinícolas de las viñas entre Valparaíso y el Biobío. Esto representa una contribución de 11.4% de la superficie actualmente protegida por el Estado chileno (SNASPE).

¿Cómo lo hemos logrado? Un pilar fundamental de nuestra filosofía es integrar la naturaleza al manejo vitícola, es decir trabajar con la naturaleza, no contra ella, y para esto hacemos recomendaciones de prácticas que están basadas en evidencia científica que hemos producido nosotros mismos en los predios de las viñas durante 10 años y otras investigaciones del ámbito de la ecología.

Algunas de las medidas para el resguardo de la biodiversidad que hemos impulsado son el establecimiento de franjas de bosque alrededor de los viñedos para que se conviertan en corredores biológicos que aumentan la conectividad de especies nativas como aves, zorros, murciélagos e insectos.

Asimismo desarrollamos el uso de plantas nativas como cultivos de cobertura para mantener en buen estado el suelo y la regulación hidrológica, la generación de hábitats para asegurar la presencia de controladores biológicos o enemigos naturales, como aves o insectos que combaten las plagas de forma natural y erradicación de especies exóticas, invasoras perjudiciales no sólo por su expansión descontrolada, sino también por su alto consumo de agua y mayor combustibilidad frente al fuego.

En este contexto y teniendo claro que somos un grupo de científicas y científicos que trabajamos en la academia, y que nuestro foco es la conservación y el manejo ecosistémico, co producimos preguntas de investigación con nuestros colaboradores, haciéndolos partícipes del desarrollo, asegurando una transferencia de conocimiento rápida y mutua, diseñando preguntas de investigación relevantes tanto para la academia como para su producción. Todo esto ha traído uno de los frutos más importantes de esta aventura: lazos de confianza que estimulan la colaboración a largo plazo lo que es esencial para generar el impulso que la conservación requiere.

El año pasado fuimos premiados en Inglaterra en la octava versión de los premios Green Awards 2018, organizado por la reconocida revista inglesa The Drinks Business en la categoría “Amorim Biodiversity Award”, que reconoce el trabajo de las instituciones comprometidas con la sostenibilidad en la industria de licores.

Ya son 10 años que llevamos demostrando la compatibilidad entre la conservación de la biodiversidad y el desarrollo del sector vitivinícola chileno. Este 2019 el desafío está en seguir mejorando, pues aún falta mucho por lograr, ya que el propósito es comenzar a replicar a mayor escala este modelo hacia otros sectores del agro, porque si hay algo que hemos aprendido, es que sí se puede.

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