Explorar la nanotecnología y la neurología, desde una mirada del arte y el diseño, son los objetivos de dos de los proyectos que han buscado cruzar los límites de sus propias disciplinas, impulsados por el concurso ArTeCiH de la dirección de Artes y Cultura U. de Chile.
Ciencia y arte son vistos, a menudo, como dos mundos completamente opuestos. O, al menos, muy ajenos. Explorar sus fisuras y cruces, para terminar construyendo puentes e incluso, nuevos mundos, es lo que busca el Concurso Artes & Tecnologías, Ciencias y Humanidades, ArTeCiH, impulsado por la Dirección de Artes y Cultura de la Vicerrectoría de Investigación.
La iniciativa tiene por objetivo financiar proyectos enfocados en la generación de conocimiento a partir del trabajo interdisciplinario de otras disciplinas con las artes. Es una invitación a artistas y científicos a dejarse inspirar por la colaboración mutua, a desafiar los límites de las disciplinas, y desarrollar nuevas formas de creación y colaboración, con una mirada amplia, diversa y provocativa sobre el vínculo entre las artes, las tecnologías, las ciencias y las humanidades.
Como explica la directora de Artes y Cultura, Miryam Singer, Premio Nacional de Artes Musicales 2020, este concurso “promueve el diálogo para el conocimiento de otras metodologías, otros objetos interesantes que pueblan el mundo, y que son difíciles de reconocer cuando se mira desde un lugar separado, aislado. O tal vez, el descubrimiento que las metodologías de investigación y creación en todas las disciplinas es muy similar, y que las fronteras son ficticias. Se trata de fomentar una visión integrada para la intervención de las personas en el mundo, de creer que ‘juntos, lo hacemos mejor’”.
En sus cinco años de vida, se han adjudicado 28 proyectos, de diversas unidades académicas, vinculando diversas disciplinas y áreas temáticas. En noviembre pasado se cerró la sexta versión del concurso, cuyos resultados se conocerán a fines de enero de 2021. A continuación, dos de los proyectos que se han realizado en el marco de esta iniciativa.
“Se trata de fomentar una visión integrada para la intervención de las personas en el mundo, de creer que ‘juntos, lo hacemos mejor’” – Miryam Singer, directora de Artes y Cultura.
Una “nano” mirada del mundo
¿Se imagina poder observar los átomos y moléculas de las cosas? Aún más, ¿poder crear productos a microescala?
La nanotecnología permite manipular la materia a escala atómica, es decir, fabricar dispositivos con materiales de dimensiones tan pequeñas como la millonésima parte de un milímetro. Este es precisamente el campo de investigación del Centro de Investigación en Nanotecnología y Materiales Avanzados – CIEN UC.
“Queríamos visibilizar nuestra labor y llegar a otros públicos”, cuenta Samuel Hevia, académico de la Facultad de Física experto en nanomateriales y representante de esta facultad en CIEN UC, respecto de cómo surgió la idea de participar en una iniciativa que fomenta el nexo entre la ciencia y la creación artística. Con este objetivo en mente partió a la Facultad de Artes.
“Como artistas siempre estamos buscando nuevos materiales para hacer arte y los “nano” materiales eran nuevos para nosotros. Así que nos motivó participar en el proyecto, pero en términos de pares. No se trataba de subyugar materias y conocimientos, sino entrar en un proceso de mutuo conocimiento e intercambio”, explica Ricardo Fuentealba, académico de la Escuela de Arte y experto en pintura.
De esta manera nació el proyecto “Nano-óptica: escala visual de una realidad multidisciplinaria”. Se conformó un grupo de académicos, artistas y científicos, que buscarían -en parejas- mostrar la nanotecnología a través del arte. En otras palabras, se trataba de producir una obra de arte a partir de la investigación científica. Así también, sumaron a dos estudiantes, de Sociología y Antropología, quienes serían las encargadas de registrar el proceso y hacer un relato etnográfico.
Como es de imaginar, el comienzo no fue sencillo. Buena parte del proyecto consistió en reunirse, conocer el campo de estudio del otro, aprender el vocabulario técnico de cada disciplina, intercambiar miradas, generar vínculos, y también eliminar prejuicios y estereotipos… “Uno tiende a pensar que los artistas son los creativos, pero el proceso creativo en ciencia es altísimo. Imagina que en nanotecnología se trabaja con algo que no se ve”, comenta Ricardo Fuentealba. “Me sorprendió que los artistas son muy sistemáticos, metódicos”, agrega su par científico.
El proceso de acercamiento fue lento. “No vislumbraba cómo iba a ser una obra en la escala de la nanotecnología”, reconoce el académico de Arte. “No es sencillo usar en el arte las tecnologías que nosotros utilizamos, equipamiento de alto nivel. Hay una brecha alta de entrada, tanto tecnológica como de recursos”, complementa el físico.
Poco a poco los académicos fueron adentrándose en el mundo del otro, ciencia y arte se fueron fusionando, y las ideas fueron fluyendo.
Como resultado de estos cruces se llegó, por ejemplo, a radiografías de insectos obtenidas en un reactor de plasma único en el mundo, captando por ejemplo su estructura interna. Las radiografías fueron ampliadas y traspasadas al papel, a través de partículas de humo. El que luego es observado en su forma compuesta de nanopartículas de carbón mediante un microscopio electrónico de barrido.
Otra obra utilizó la dorita negra, roca que se forma en las profundidades de la tierra a una muy elevada temperatura, tras el lento enfriamiento y solidificación del magma. En vez de darle un uso ornamental, se le aplicó una microtomografía de rayos X, escaneando la roca en tres dimensiones y pudiendo observar cada uno de sus componentes por separado a una escala microscópica. Luego de un proceso donde se conjugaron ciencia y arte, la roca negra y densa, se transformó en un cubo transparente, que invita a mirar más allá de lo evidente.
El oro fue otro material observado con microscopio. Al observar sus nanoestructuras, con distintos tamaños y geometrías, se aprecia que su color se aleja del amarillo tradicional con que generalmente lo asociamos, adquiriendo tonalidades que van desde el rojo hasta el azul-violeta. A partir de esta investigación se intervino la obra de Kazimir Malévich (Ocho rectángulos rojos y Cruz negra, 1915), usando pigmentos invisibles para el ojo humano , cambiando el color del oro y de la obra.
En total fueron siete obras que se expusieron en la Sala de Arte del Museo Nacional de Bellas Artes en el Mall Plaza Vespucio. “La relación con el público fue de cercanía. La gente se sorprendió con los materiales, por ejemplo se preguntaba: ¿dónde está el oro?”, cuenta Ricardo Fuentealba. Y agrega: “Para mí el mayor resultado de este proyecto fue el cambio de mirada y también la riqueza de las amistades. Antes no iba al campus San Joaquín, lo encontraba muy árido, ahora sé que hay personas que puedo ir a visitar. Ojalá hubiera espacios más permanentes de este tipo que propicie el cruce de miradas”.
Como concluye Samuel Hevia: “En general estamos acotados a nuestro quehacer y nos queda poco tiempo y energía para explorar otras áreas. Hay que reconocer que esta es una iniciativa que nace de la universidad, hay un esfuerzo institucional por impulsar la interdisciplina. A futuro me gustaría seguir explorando en esta línea artística, llegar a otros grupos a los que usualmente no llegamos los científicos y divulgar en esta línea, pero en serio”.
Una inmersión al cerebro
El cerebro nunca descansa. Pero contrario a lo que se podría pensar, su actividad es más intensa cuando se encuentra en estado de “reposo”. Cuando no hacemos “nada”, algunas de sus áreas funcionan a plena máquina, activándose la red neuronal por defecto. Esto sustenta el autoconocimiento, los recuerdos autobiográficos, procesos sociales y emocionales, y también la creatividad.
Precisamente, visualizar la actividad cerebral en reposo fue el objetivo del proyecto “DEFAULT: Visualizando la dinámica intrínseca del cerebro”.
“La biología siempre me ha gustado mucho, tomé algunos cursos mientras estudiaba diseño e hice mi tesis en un laboratorio sobre genética de plantas”, cuenta Manuela Garretón, académica de la Escuela de Diseño. Así que al ver la convocatoria del concurso ArTeCiH, le planteó a su buen amigo, Tomás Ossandón, biólogo y experto en neurociencias, hacer algo en conjunto.
“Había que explicar en términos menos abstractos de qué se trataba este estado del cerebro, que era algo en lo que me encontraba investigando”, cuenta el científico. “Tuve que entender qué era este estado de reposo del cerebro. Tuve que leer bastante”, recuerda a su vez la diseñadora. Se conformó entonces un pequeño equipo, con estudiantes y profesionales, que aportaron desde sus respectivas áreas, realizando un trabajo colaborativo.
“Lo más difícil fue aterrizar todo esto, ver cómo lo íbamos a representar, cuál iba a ser la propuesta artística”, recuerda Manuela Garretón. Finalmente, este diálogo entre diseño y neurociencias se plasmó en una plataforma web que narra de forma interactiva el funcionamiento de la red neuronal por defecto y una instalación en la sala ANILLA del Museo de Arte Contemporáneo. La propuesta se concentró en representar dos estados cerebrales: el de reposo, cuando red por defecto se encuentra activa, y el de atención, que es cuando el cerebro responde a un estímulo externo.
Esto, utilizando los datos de un examen de resonancia magnética. “Contamos con programadores que transformaron los datos en sonido e imágenes. Llevar esos datos a una visualización en un espacio físico fue súper complejo”, comenta el biólogo.
La exposición planteó algo muy innovador. “Era como entrar a un cerebro. Cuando la persona entraba a la sala, se enfrentaba a tres pantallas y era seguida por un sensor; en la medida que se movía, cambiaba la actividad cerebral -las imágenes y sonidos-. Pero si entraba otra persona, era considerada como un estímulo externo para el cerebro, y toda la actividad cesaba”, explica la académica.
Cerca de 32 mil personas visitaron la muestra. “Al público le llamaba la atención lo estético, se sacaban selfies, lo subían a redes sociales e interactuaban en el espacio como si fuera un escenario”, cuenta Manuela. “Experiencialmente era muy atractivo”, agrega Tomás.
Asimismo se realizó un workshop donde participaron expertos en psiquiatría, neurociencia, visualización de datos y diseño. Toda la experiencia dio fruto a tres papers que ahondaron en distintas aristas.
“Fue una muy buena experiencia poder materializar esta mirada distinta.Además pudimos involucrar a dos estudiantes de Diseño, quienes hicieron sus tesis de grado a partir de este proyecto. Y también fue muy enriquecedor para comenzar mi doctorado en Ingeniería”, cuenta la académica.
“Ahora veo las imágenes de manera diferente. Mi forma de visualizar datos era muy formal. Los puentes entre ambas disciplinas son súper necesarios, porque una buena visualización ayuda a que las estadísticas no sean tan abstractas y mucho mas atractivas visualmente”, agrega el investigador.
Como concluye Manuela Garretón: “Valoro mucho el tener este espacio en la universidad y contar con apoyo para esta mirada interdisciplinaria”.
Visita el sitio web del proyecto
Fuente: PUC