Las tecnologías y la proliferación de registros y de distintos espacios de divulgación de los mismos serán determinantes en las huellas que las y los historiadores tendrán para construir discursos y relatos en torno a la actual crisis sociosanitaria que estamos atravesando a nivel global. Sobre estos temas ahondan las académicas del Departamento de Ciencias Históricas, María Elisa Fernández y Azun Candina.
La última gran pandemia que enfrentó la humanidad fue la denominada Gripe Española, que entre 1918 y 1920 mató a más de 40 millones de personas en todo el mundo. ¿Qué sabemos de dicha crisis sociosanitaria?, pero por sobre todo, ¿cómo es que lo sabemos? A más de un siglo de distancia de ese hito, y considerando que nos encontramos globalmente en una situación similar, es que la pregunta respecto a cómo será historizado este momento, resulta pertinente.
Algunas particularidades del actual contexto son los recursos tecnológicos y las múltiples posibilidades de registro que nos permiten, así como la circulación mediante espacios virtuales. Estados de Facebook, fotos tomadas con el celular, tweets y audios de whatsapp, son quizás los testimonios que antes se expresaban en cartas y fotografías análogas, restringidas a ciertos grupos que contaban con los medios para generar y registrar en dichos insumos. A esto se suma, sin duda, las fuentes oficiales, como las cifras, las actas de organismos institucionales, la prensa, entre otros.
Respecto a estos soportes y su proliferación, la académica del Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades, María Elisa Fernández, señala que uno de los principales aportes de estos recursos es que “vamos a poder historizar de abajo hacia arriba”.
“Antiguamente, las fuentes de acceso eran los médicos y las trabajadoras sociales para ver cómo se han desarrollado las infecciones. Hoy en día, las redes y la tecnología, la televisión, el telecable y todo lo que implica la globalización y lo tecnológico, nos va a permitir percibir cómo se ha vivido la pandemia en grupos sociales que con anterioridad no habíamos podido”, detalla la académica.
Las tecnologías, añade, nos van a permitir “dejar la voz de personas que no hemos podido escuchar, no solamente a través del testimonio oral, sino que también a través de imágenes. Antes podíamos ver imágenes como caricaturas y de nuevo pertenecían a un mundo que tenían relación con la editorial de un medio”.
Al respecto, la profesora del mismo Departamento, Azun Candina, advierte respecto al futuro y perdurabilidad de estos mismo contenidos.Trayendo a la mesa el texto “La batalla de la memoria” de María Angélica Illanes, la académica señala que a inicios del siglo XXI “ella ya se hace esta pregunta con respecto a la historia: ¿cómo vamos a registrar lo vivido y qué va a pasar con esos registros?”; pregunta que, agrega, “en esta época de pandemia se vuelve particularmente interesante”.
En comparación al actual contexto, prácticas como “el arte epistolar, sentarse a escribir, era algo que se conservaba porque estaba en papel”. Hoy, advierte la profesora, “la mayor parte de nuestros intercambios de lo que escribimos, de lo que fotografiamos, queda en un formato digital y así también desaparece”. En definitiva: “son soportes de mucho más fácil difusión, mucho más que en el pasado, pero que también su conservación es mínima o nula”, agrega.
Ante esto, prosigue la especialista, “por ahí va nuestro desafío: recopilar de manera virtual es mucho más fácil que en formato real; pero conservar es una pregunta mucho más compleja”.
Los testimonios
Con esto mismo, agrega la profesora Fernández, estamos frente a un mundo de posibilidades para las y los historiadores. “Vamos a tener fuente primaria”, indica la académica.
“El testimonio de la cotidianidad y de la experiencia subjetiva de los fenómenos que van ocurriendo tienen valor siempre, pero desde la perspectiva de un momento de crisis, inflexión, o en cualquier momento de catástrofe como el que estamos viviendo, se vuelven centrales para saber cómo procesamos estos fenómenos”, acota la profesora Candina.
Al respecto, Azun Candina especifica que el testimonio no es el relato de lo que está ocurriendo, “sino que es el relato de tu interpretación y de lo que tú sientes”. A partir del testimonio “tú no accedes a los hechos, accedes a cómo sujetos y sujetas determinadas, perciben, procesan, colapsan o sufren lo acontecido. Tú accedes a la subjetividad”.
Estos testimonios, especifica la profesora Fernández, en esta oportunidad además están marcados por el carácter reflexivo. “Dentro de la sociedad hay algo que también se puede percibir, y no solo es una descripción de la pandemia en términos negativos, sino que hay una percepción de reflexión de esta pandemia que es muy novedosa y propia del siglo XXI. Esta pandemia nos encerró, limitó los ingresos. Toda persona, no importa el estatus social, empezó a reflexionar al respecto. Hay una pregunta media filosófica que se empezó a hacer”, describe la académica.
En definitiva, la profesora Azún Candina releva la importancia de “generar nuestros propios archivos, archivos de imágenes, de testimonios, de experiencias. Grabarlos, guardarlos, transcribirlos. Conservarlos”. Esto se hace aún más importante cuando “nos puede ocurrir que a futuro esto se reconstruya con las mismas fuentes tradicionales de siempre: la prensa, las discusiones del congreso, los libros de los intelectuales –que son en su mayoría hombres, también- etc.”.
Es ante esta preocupación es que la U. de Chile levantó la plataforma Memoria COVID-19, iniciativa del Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades y la Dirección de Servicios de Información y Bibliotecas de la Universidad de Chile (SISIB).
El sitio tiene como objetivo recoger la memoria de la gente común, reunir historias ciudadanas, conocer cómo ha vivido los cambios en la vida cotidiana, la interrupción de su actividad económica, la generalización del teletrabajo, las restricciones a las necesidades básicas, el desarrollo de la educación no presencial, el distanciamiento físico, entre otros muchos aspectos a los que nos hemos tenido que habituar.
Texto: Francisca Palma