Sólo un 41 por ciento responde que se vacunará “de todas formas”, de acuerdo a Vida en Pandemia, estudio longitudinal de la Universidad de Chile sobre el impacto de la crisis sanitaria en la población.
La encuesta, aplicada a 2.019 personas, revela además que los hombres, las personas de mayor edad y los sectores de ingresos más altos tienen mejor disposición frente a la vacuna; mientras que el rechazo al dispositivo médico es más elevado entre las mujeres, los más jóvenes y sectores de menores recursos. Entre los argumentos de quienes rechazan o vacilan frente a la opción de vacunarse, el 49 por ciento plantea respuestas asociadas a postergar su uso y un 41 por ciento expresa razones relacionadas con la desconfianza.
A cerca de un año del primer caso de COVID-19 en Chile, las señales de agotamiento frente al dispositivo social, es decir, las medidas de cuidado y distanciamiento, son cada vez más evidentes. Sin embargo, la aprobación de dos vacunas en Chile y la próxima llegada de otras han puesto una luz de esperanza frente a esta pandemia que ahora nos presenta como principal desafío lograr que un 70 por ciento de la población se vacune para lograr la inmunidad colectiva. Pero ¿qué disposición tienen las personas frente a la vacuna y cuáles son los argumentos de quienes vacilan y la rechazan?
Este es el tema central del último informe de Vida en Pandemia, estudio longitudinal de la Universidad de Chile que analiza el impacto de la crisis sanitaria en la población. La encuesta, aplicada a 2.019 personas de distintas partes del país entre el 26 de noviembre y el 12 de diciembre, reveló que los hombres, las personas de mayor edad y los sectores de ingresos más altos tienen mejor disposición frente a la vacuna; mientras que el rechazo al dispositivo médico es más elevado entre las mujeres, los más jóvenes y los sectores de menores recursos.
En general, 41 por ciento afirma máxima disponibilidad frente a la vacuna, mientras 17 por ciento responde que de ninguna manera se vacunará y un 42 por ciento muestra distintos niveles de vacilación. El análisis por grupos muestra diferencias de género importantes. La plena disponibilidad en los hombres llega a 48 por ciento, mientras que en las mujeres es de 36 por ciento. En el otro extremo, el rechazo de los hombres es de 14 por ciento y el de las mujeres es de 20 por ciento.
La distinción etaria permite apreciar, además, que las personas de mayor edad tienen más disposición a vacunarse que los más jóvenes. 52 por ciento de las personas de cincuenta años hacia arriba lo haría “de todas maneras”, respuesta que sólo da el 34 por ciento del grupo de 20 a 29 años. A nivel socioeconómico, en tanto, los sectores de ingresos más altos expresan mayor disponibilidad que los de menores ingresos. 50 por ciento del primer grupo respondió “sí, de todas maneras” a si se pondría la vacuna, mientras que el 35 por ciento del segundo grupo respondió afirmativamente. Por otra parte, el 13 por ciento del grupo de mayores ingresos y el 21 por ciento del de menores recursos manifestaron que “de ninguna manera” se vacunarían.
Argumentaciones frente a la vacilación y el rechazo
Dentro de las argumentaciones de quienes rechazan o vacilan frente a la opción de vacunarse (1.070 personas de la muestra), el 49 por ciento de las respuestas están asociadas a postergar su uso. La opción preponderante, en un 45 por ciento de estos encuestados, es “Se la pondría más adelante, cuando se pruebe que en la población que se vacune no hay efectos secundarios”. A esta intención de retrasar su aplicación se suma el 4 por ciento de quienes señalan “Se pondría la segunda o la tercera, no la primera vacuna que saliese”.
El segundo tipo de argumentos que más se dio entre las personas que vacilan y rechazan está relacionado con la desconfianza hacia las vacunas, respuestas que alcanzaron un 41 por ciento. “Le preocupan los eventuales efectos secundarios”, fue la respuesta del 33 por ciento de este grupo; mientras que un 8 por ciento, afirmó que “No cree que será efectiva o eficaz”. Por último, quienes adoptan el discurso de oposición a las vacunas, bajo la argumentación “Está en contra de las vacunas en general”, alcanza sólo al 3 por ciento. Esto permite plantear que, en este caso, no se observa oposición declarada en la sociedad chilena.
Las mayores diferencias por grupos en cuanto a las argumentaciones se da en la dimensión socioeconómica y etaria. El grupo de menores ingresos expresa una mayor desconfianza que el de más recursos, de 46 y 36 por ciento, respectivamente; mientras los argumentos asociados a retrasar la aplicación de la vacuna alcanzan el 51 por ciento del segmento de mayores recursos y el 45 por ciento del de menores ingresos. Por otra parte, a mayor juventud, menor confianza en el dispositivo; y a mayor edad, más orientación a retrasar su uso. 45 por ciento de los más jóvenes y 34 por ciento de los mayores manifiestan desconfianza; mientras que 48 por ciento de los más jóvenes y 54 por ciento de los mayores plantean argumentos asociados a la postergación del uso de la vacuna.
Confianza y esperanza
Irma Palma, académica de la Facultad de Ciencias Sociales de la U. de Chile e investigadora principal de Vida en Pandemia, plantea que ante el desgaste de las medidas de cuidado y distanciamiento, la vacuna es una oportunidad para generar optimismo y esperanza, haciéndose cargo de la duda. “Si debíamos ‘resistir’, ahora tenemos la oportunidad de ‘vencer’ al virus. Es verdad que todavía el dispositivo del distanciamiento es imprescindible, pero es fundamental prefigurar un horizonte en que hayamos puesto fin a la pandemia, por cierto de manera no inmediata, pues la erradicación de las pandemias nunca es inmediata y no siempre es completa”, afirma.
Explica que la confianza que se transmita respecto a la integridad científica del trabajo sobre vacunas puede incluso ser más importante que el conocimiento sobre inmunología. “La evolución temporal de la aplicación permitirá acoplar bien la estrategia de vacunación definida por la autoridad con el tiempo oportuno para disolver la vacilación”, agrega en este sentido. Además, existe la necesidad de enfatizar la vacunación como una acción colectiva, no individual, que permitirá poner un horizonte de salida a la crisis. “Se trata de que lo hace una a una cada persona, pero lo hace en tanto miembro de un colectivo; cada una lo hace a favor de sí misma, pero también a favor a otras”. Indica también que la vacuna viene a reparar efectos de la desigualdad en la exposición al SARS-CoV2.
Miguel O’ryan, académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, destacó la importancia de este estudio para una toma de decisiones de manera informada y señaló que presenta información muy interesante. “Por un lado, es positivo que el porcentaje de la población que manifiesta rechazo a la vacuna es bastante minoritario, aunque no por ello menos importante. Esto abre la puerta a un gran desafío, tanto de Chile como de muchos otros países, que se relaciona con el porcentaje de personas que vacila y tiene dudas relacionadas con la vacunación, pero que son personas que probablemente estarían dispuestas a vacunarse ante una buena respuesta a las dudas que puedan ir teniendo”, comentó.
En este contexto, enfatizó que las universidades deben asumir una responsabilidad central. “Las universidades hoy tienen un mayor grado de confianza entre la población. Así que esa confianza hay que sostenerla, y para eso las universidades, y quienes hablan en nombre de ellas, deben tener especial precaución en usar las metodologías académicas, reflexión, la crítica, la tolerancia, la apertura y el diálogo. Es fundamental que las universidades muestren ese camino y ayuden a encauzar las dudas de la población. En la medida en que mantengan esa credibilidad e independencia ayudan a la mejor toma de decisiones de las personas, que en este caso es la vacunación de nuestros conciudadanos para protegerse a sí mismo y proteger a los demás”, concluyó.
Texto: Cristian Fuentes Valencia
Prensa UChile