Jeannette Valenzuela
Noticias UdeC
La fecha fue decretada por la Organización de Naciones Unidas en 2012 para poner de relieve la importancia de la felicidad en el bienestar y desarrollo de las personas y se celebró por primera vez el 20 de marzo de 2013.
Un nuevo descenso en sus niveles de bienestar registra Chile en la celebración de un nuevo Día Internacional de la Felicidad, fecha instaurada en 2012 por la Organización de Naciones Unidas para poner de relieve su importancia en la vida de la personas.
El país bajó del puesto 23 al 39 en la clasificación mundial de bienestar, ranking que cada año elabora Organización de Naciones Unidas (ONU) junto a la Universidad de Columbia.
La medición en esta oportunidad está cruzada por la incertidumbre que vive el mundo por efecto de la pandemia, a la que se agrega, en nuestro país, un contexto político particular.
Pero, indistintamente de los escenarios que vivamos, la felicidad debe entenderse como una construcción personal, como afirma el psicólogo y académico del Campus Los Ángeles, Francisco Díaz Pincheira.
“Sin embargo —aclara— hay mucha información errónea dando vuelta con respecto a esto y tanto el marketing como los libros de autoayuda han viciado un poco el constructo”.
Hay muchas personas que ven la felicidad como un estado pasajero, que no depende de ellos y que piensan que cada uno vive la felicidad a su manera, dice. “Son estas personas las que usan la felicidad y la alegría como sinónimos; la alegría es una emoción de corta duración, sin embargo la felicidad es un constructo mayor y más permanente”, explica.
Ahondando en el concepto, detalla que la felicidad es descrita como una experiencia de bienestar, con presencia mayoritaria de emociones positivas por sobre las negativas, y donde las personas, además, tienen la sensación de que su vida tiene sentido.
“Si bien hoy se ha ido delimitando el concepto de felicidad, aún hay mucho en que ahondar, ya que la psicología positiva, el área de la psicología que estudia el bienestar del ser humano y su comportamiento óptimo, es aún muy prístina y hay varias teorías dando vuelta; por ende, los investigadores creemos que el concepto de bienestar y sobre todo el de bienestar subjetivo es más preciso y coherente con lo que implicaría la felicidad. Aun así se sigue hablando de bienestar y felicidad indistintamente”, comenta el especialista en felicidad organizacional.
Dentro de la felicidad también hay distinciones, como acota Díaz: hay una, la hedónica, que está relacionada con la felicidad propia “y con ser feliz dándome gustos”, y otra, más cercana a un pensamiento oriental, que se asocia a las relaciones sociales, el altruismo y la cooperación. “Esta última es más duradera y más significativa en la experiencia de bienestar del ser humano. No es que una sea mejor que la otra: necesitamos de la dos”.
Factores externos
Francisco Díaz señala que si bien aceptamos que la felicidad es un constructo personal, que depende de cada uno, la investigación ha comprobado que el bienestar también está influido por factores externos.
“De hecho los ranking de felicidad por países que genera la ONU o Gallup año a año no solo miden la felicidad o las emociones positivas, sino que para crear indicadores de felicidad también correlacionan variables como renta per cápita, libertad en la toma de decisiones, percepción de corrupción, esperanza de vida y apoyo social. Esto debido a que la literatura ha vinculado estas variables con la felicidad de los pueblos”, subraya.
En tiempos de crisis, la construcción de la felicidad puede ser más compleja. “Se sabe que nadie puede aspirar a ser feliz si no tiene lo básico para la subsistencia propia y de su familia; por ende, en tiempos de incertidumbre y, cuando el dinero escasea, es difícil ser feliz, porque la energía estará puesta en satisfacer la necesidad económica y no la de bienestar”, explica.
Por otro lado, añade que también se sabe que la gente feliz tiene un pensamiento más optimista y, por eso, puede enfrentar de mejor manera las crisis.
“Esto podría ser un recurso para las personas en lo que estamos viviendo, pero debido a que esta crisis sanitaria juega con nuestra angustia, porque no sabemos cuándo finalizará, puede afectar directamente nuestra felicidad. Pero también se conoce que el bienestar, la felicidad y el optimismo afectan positivamente nuestro sistema inmunológico y nos hace más fuertes frente a la enfermedad y alargan nuestra esperanza de vida”
Contexto político
El académico reconoce que los procesos de cambio, como los que vive el país, son fuente de incertidumbre para las poblaciones. “Chile había estado entre los años 2016 al 2019 en los puestos 25, 20 y 24 en el ranking de felicidad; en 2020 y en plena crisis social descendió al puesto 39, siendo superado por países como Uruguay y Brasil en el cono sur. Los niveles de violencia, desorden político y sobre todo de miedo al futuro van creando un pensamiento social pesimista y, por ende una población menos feliz. En estos rankings los países escandinavos siempre salen en los lugares más altos y mucho tiene que ver en como estructuran sus sistema político y económico, en la preocupación que le dan a la educación y la salud, en como estructuran los sistemas de trabajo privilegiando la eficacia y el bienestar de los trabajadores”.
Por eso y en base a lo que sugieren las investigaciones, dice que para aumentar la felicidad Chile tiene que avanzar en el resguardo de derechos básicos fundamentales como la libertad, la salud y la educación, y contar con un sistema político más transparente y un modelo económico más justo.
El cuidado del medioambiente, del deporte, una educación que enseñe el bienestar y el diseño de ciudades pensadas en las personas, con más áreas verdes y ciclovías son, a juicio del especialistas, otras factores que contribuyen al bienestar, así como velar por la salud mental de la población, en especial de la de los trabajadores.
Bienestar laboral
En el mundo del trabajo se ha instalado una preocupación creciente, en los últimos años, por el bienestar de las personas. Este es uno de los temas que investiga la académica de Ingeniería Industrial, Angela Zenteno Hidalgo, quien pone de relieve que las condiciones actuales son complejas y desfavorables para alcanzar ese objetivo, ya que el contexto sanitario ha generado impactos en múltiples áreas de la vida.
La Dra. en Administración de Negocios explica que tanto quienes trabajan a distancia como las que lo hacen de manera presencial han enfrentado escenarios laborales desafiantes. Las primeras, dice, han debido enfrentar nuevas formas de hacer sus tareas y de relacionarse con sus colegas, además de asumir la tarea, en algunos casos, de cuidar los niños que también están en casa.
“Por otro lado, el grupo que continúa con trabajo presencial debió adaptarse a nuevos horarios y medidas sanitarias que, en muchos casos, dificultan su quehacer”, agrega.
La investigadora cita un estudio realizado por la Universidad Católica sobre los beneficios y consecuencias del primer año de teletrabajo en Chile, que reveló que el 67,7% de los encuestados percibía que había una mayor carga de trabajo en esta modalidad. “Esto sumado a la dificultad de conciliar familia y trabajo, el aumento del sedentarismo y malos hábitos alimenticios. En algunos casos, la percepción de aislamiento y desconexión tiene a este grupo en una situación que definitivamente les dificulta sentirse bien”, comenta.
Asimismo, un sondeo realizado por la Mutual de Seguridad, la Cámara Chilena de la Construcción y Cadem, refleja la preocupación en torno al regreso al trabajo presencial. “Más de la mitad de los encuestados sentía preocupación (54%) y más de un tercio, angustia (35%) y miedo (33%). Estos datos nos muestran que las personas sienten emociones negativas por el trabajo presencial en general y más aún: la mayoría siente preocupación o miedo de contagiarse de coronavirus (83% y 81%)”, indicó.
La Dra. Zenteno asevera que cuando las personas experimentan emociones negativas de forma continua hay un efecto negativo a nivel mental —menos creatividad, aprendizaje y colaboración, “todas cosas importantes para un trabajo productivo”— y físico —estrés y enfermedades—.
La recomendación de la especialista para ambos grupos “es tomar el control de las emociones, escuchando los propios sentimientos y buscando formas de sentirse bien, esto puede ser tomando una nueva perspectiva frente a una situación, incluyendo en nuestra rutina actividades que sean fuente de alegría, tranquilidad u otras emociones positivas, y sacar aquellas que provocan malestar”.
En opinión de la investigadora, las organizaciones deben ayudar a hacer llevadero este momento con políticas y prácticas de trabajo que, en primer lugar, transmitan seguridad a sus colaboradores desde la perspectiva sanitaria, además de velar por que ellos cuenten con herramientas y habilidades técnicas y emocionales para hacer frente a esta crisis.
También considera importante promover liderazgos más compasivos y evaluar los objetivos de producción que se piden a las personas, ya que, desde su perspectiva, ahora es improbable mantener los niveles de productividad pre pandemia sin afectar la salud mental de los trabajadores. “Saber la situación real en la que se encuentra cada persona es importante para poder gestionar mejor a todo el equipo”, asevera.