Carlos Ibarra Rebolledo
Director de Pedagogía de Educación Media en Historia y Geografía
Universidad San Sebastián Sede Concepción
El 5 de abril de 1818, las tropas conjuntas de los generales José de San Martín y Bernardo O’Higgins vencieron a las comandadas por Mariano Osorio en los llanos de Maipú, actual Región Metropolitana. La victoria implicaba la independencia de Chile, país al que había que organizar, labor a la que se abocó O’Higgins hasta su derrocamiento en 1823. Otros le sucederían.
Por su parte, un grupo de los derrotados se fue al Callao (donde permanecía el virrey Joaquín de la Pezuela), otros se ocultaron, y otros se fueron a la frontera penquista, donde aún quedaba un bastión: Talcahuano.
Guarnecidos por una línea de trincheras y coronados por una serie de piezas de artillería, las fuerzas patriotas nunca pudieron tomar Talcahuano. De hecho, tras la derrota en Maipú, una junta de guerra encabezada por Mariano Osorio decidió a fines de agosto de 1818 retirarse al Perú para rearmarse y recobrar el Reino de Chile para Su Majestad Fernando VII, dejando una pequeña guarnición a cargo de Juan Francisco Sánchez, quien al poco tiempo se fue con sus tropas a Valdivia. Quedó en la frontera interior, al sur del Biobío en la zona de Arauco, otro grupo de veteranos y milicianos realistas que, bajo el liderazgo de Vicente Benavides, prolongó la guerra hasta 1824, cuando el sucesor de Benavides (muerto en 1822), Juan Manuel Picó, fue asesinado en un campamento a orillas del río Bureo.
¿Cómo se entiende este error táctico que permitió reactivar la guerra en la zona de Concepción y la frontera? Benjamín Vicuña Mackenna señala que “después de la batalla de Maipo [sic], los chilenos cometieron el mismo error que padecieron después de Chacabuco (12 de febrero de 1817) […] olvidaron que el sur de Chile siempre había sido el campo de batalla de la República, i que en sus villas i comarcas habían nacido los mejores soldados de la Patria i del Rei”, escribió en su libro La Guerra a Muerte (1868).
El conflicto se ensañó con la frontera biobiana desde el 27 de marzo de 1813, día del desembarco del brigadier Antonio Pareja en San Vicente, hasta la muerte de Picó el 29 de octubre de 1824, o, según otros historiadores, hasta la firma del Tratado de Tapihue (Yumbel) el 10 de enero de 1825. Lo importante era que la guerra cruel había terminado, y solo quedaba acabar con los Pincheira, lo que ocurrió en los alrededores de la laguna de Epulafquén, Argentina, en 1832.
Por ello, no es errado decir que el 5 de abril llevó un poco más de paz al centro de Chile, pero no así al sur, en especial al triángulo Concepción, Chillán, Los Ángeles, donde el costo social, y económico fue de proporciones. Pero luego la zona comenzó a recuperarse, el comercio se reactivó y el progreso parecía querer quedarse en estas comunidades. Mas los caprichos de la naturaleza dijeron otra cosa: un feroz terremoto y maremoto acaecidos el 20 de febrero de 1835 echaron por tierra los avances alcanzados hasta entonces, pero, nuevamente, con actitud resiliente, nuestros ancestros otra vez tomaron pala, arado, clavos y martillos, reconstruyeron sus ciudades – algunas de ellas trasladadas, como Chillán – buscando alcanzar el ansiado progreso. Este se retomó desde mediados del siglo XIX, aunque, claro está, sólo benefició a algunos habitantes de la zona.
Como sea, esos problemas y sus soluciones ya eran tomados dentro de un país soberano, independiente, autónomo, eran nuestros errores, y no los de un rey que se sentía lejano.
Por ello, la importancia del 5 de abril para nuestro país es de trascendencia no solo en Santiago, sino que nacional, pues sus consecuencias, incluyendo la Guerra a Muerte y sucesos posteriores, con sus altos y bajos, permitieron que el derrotero de nuestra historia nos llevase a lo que somos hoy, una nación que va conociendo más en profundidad sus propias raíces históricas, y se hace consciente del esfuerzo que miles de nuestros compatriotas, ancestros nuestros, pusieron en esos eventos. Mucho le debemos, entonces, a ese 5 de abril de 1818, un 203° aniversario que, creo, debe seguir siendo recordado como uno de los hitos fundacionales de nuestra actual república de Chile.
Foto principal: Flolclore Chileno