WWF
El conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre, es una de las principales amenazas para la supervivencia a largo plazo de algunas de las especies más emblemáticas del planeta, advierte un nuevo informe de WWF y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
El conflicto es resultado de una variedad de factores, principalmente antropogénicos, que ejercen presión sobre los paisajes en donde las personas y la vida silvestre compiten por el espacio, entre ellos los cambios de uso de suelo, la fragmentación del hábitat, la expansión de las prácticas agropecuarias, el cambio climático, la extracción no sostenible de recursos, el desarrollo de la infraestructura y la urbanización.
La creciente demanda de espacio y recursos a menudo conduce a la cacería de diversas especies, ya sea en defensa propia, como prevención o en represalia, lo que ha generado que de las más de 260 especies de vertebrados terrestres que han tenido interacciones negativas con las personas, 53 se encuentren amenazadas.
El informe Un futuro para todos: la necesidad de coexistir con la vida silvestre, destaca que, a nivel mundial, las muertes relacionadas con la interacción entre la fauna y los seres humanos, afectan a más del 75% de las especies de felinos silvestres del mundo, así como a muchas otras especies de carnívoros terrestres y marinos, como osos polares y focas monje del Mediterráneo, y a grandes herbívoros como los elefantes.
“Los conflictos entre seres humanos y la vida silvestre, en combinación con otras amenazas, han provocado una disminución considerable de especies que antes eran abundantes, y las que naturalmente son menos abundantes se encuentran al borde de la extinción. De no tomarse medidas urgentes, esta tendencia devastadora no hará más que empeorar, causando impactos perjudiciales y, en algunos casos, irreversibles, en los ecosistemas, la biodiversidad y la humanidad”, advirtió Kinnaird.
“Este informe es una llamada de atención para hacer visible el problema y prestarle la atención que merece en los procesos nacionales e internacionales”, dijo por su parte Susan Gardner, Directora de la División de Ecosistemas del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Según el informe, que contó con las aportaciones de 155 expertos de 40 organizaciones con sede en 27 países, el conflicto es también un problema humanitario y de desarrollo que afecta los ingresos de agricultores, pastores, pescadores artesanales y pueblos indígenas, sobre todo a los que viven en la pobreza. También interfiere en el acceso al agua de las comunidades que compiten con la vida silvestre por las fuentes de este líquido y fomenta la desigualdad, ya que quienes pagan el precio de vivir cerca de la fauna rara vez reciben los beneficios de la coexistencia.
Mientras las personas de todo el mundo se benefician del mantenimiento de poblaciones sanas de vida silvestre -ecosistemas sanos que nos permiten vivir al proporcionarnos alimentos y medios de subsistencia-, los impactos catastróficos como lesiones, muerte, pérdida de propiedades y medios de subsistencia, son una carga para quienes conviven con la vida silvestre, a menudo en naciones en desarrollo ricas en biodiversidad, lo que conduce a la inseguridad financiera y a una mala salud física y mental.
A pesar de que el conflicto humano-vida silvestre está fuertemente vinculado a la mayoría de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como el de cero hambre, sigue siendo ignorado por los líderes políticos y los gobiernos de los países. En el caso de la alimentación, por ejemplo, la fauna silvestre daña las reservas de alimentos, los cultivos y el ganado y pone a los agricultores de subsistencia en riesgo de padecer hambre.
El informe asegura que no es posible erradicar por completo el conflicto entre los seres humanos y la vida silvestre, pero que los enfoques integrados y bien planeados para manejarlo pueden contribuir a su reducción y conducir a una forma de coexistencia. Tales enfoques requieren un trabajo de prevención, mitigación, respuesta, investigación y seguimiento, todo ello respaldado por un fuerte apoyo político y la participación de las comunidades locales.
Un ejemplo de ello puede verse en el Área de Conservación Transfronteriza de Kavango Zambezi, en el sur de África, donde un enfoque integrado del manejo del conflicto humano-silvestre redujo el 95% de las muertes de ganado a través de la instalación de jaulas a prueba de leones durante la noche y la compensación de pérdidas causadas por la incursión del felino. Ello dio lugar a cero caza de leones en represalia en 2016 (al menos 17 fueron cazados en represalia en 2012 y 2013) y ha permitido que las poblaciones de leones, antes amenazadas, se recuperen.
Otro caso de éxito es el manejo del conflicto entre ganaderos y jaguares en 71 ranchos modelo que cubren más de 220,000 hectáreas, ubicados en corredores clave de Colombia, Costa Rica, Bolivia y Brasil, en donde se ha trabajado con comunidades y productores para reducir la depredación de estos felinos. Los ganaderos se comprometieron a la cero caza por represalia, cero deforestación y cero caza de presas del jaguar. Además, se probaron medidas de prevención y mitigación y se monitorearon los esfuerzos a largo plazo. Las diversas medidas implementadas como manejo de crías, recintos nocturnos para el ganado, animales de guardia, cercos eléctricos, y la disminución en la caza de presas demostraron ser altamente exitosas: la depredación en los ranchos se redujo 90% y en muchos casos no ha habido pérdida de jaguares.