En el último capítulo de “Con ojo clínico”, programa emitido todos los jueves en el canal UChileTV, especialistas profundizaron en los efectos de largo plazo que puede producir el coronavirus en pacientes que desarrollan la enfermedad de forma grave y deben recibir soporte médico. En la conversación, abordaron las complicaciones que se pueden presentar tanto a nivel físico como emocional, y advirtieron sobre la urgencia de un plan de rehabilitación para la recuperación integral de los pacientes.
Enfrentar a la muerte. Eso lo que muchos y muchas dicen haber experimentado luego de estar internados durante semanas en hospitales y clínicas producto del COVID-19. Tras 10, 20 o incluso 50 días de intubación, los pacientes desarrollan secuelas que los pueden acompañar por meses. Este fue el tema que abordó el último capítulo de “Con ojo clínico”, espacio emitido todos los jueves en el canal UChileTV.
Rodrigo Torres, profesor asistente del Departamento de Kinesiología de la Universidad de Chile, Master en Medicina respiratoria de la Universidad de Barcelona e investigador predoctoral en el Hospital de Barcelona, explicó que –en base a un estudio realizado durante fines de 2020- se mostró que “entre un 39 y 40 por ciento de las personas -hasta tres meses post alta- les costaba que el oxígeno llegará a su sangre, y eso generalmente está asociado a muchos otros síntomas que pueden manifestarse en la población”.
A esto se suma que “la gente queda con fatiga, con cansancio y eso está muy relacionado a esa dificultad de ingresar el oxígeno a la sangre”, sostuvo el académico sobre este trabajo en el que se analizó la experiencia de pacientes que estuvieron hospitalizados debido a la infección.
¿Qué le hace el COVID-19 a nuestros pulmones? El académico explica que es algo similar a una neumonía. El coronavirus provoca en la práctica, dice Torres, “que en vez de que nosotros tengamos el aire que tradicionalmente entra, al llegar a la sangre tenemos otras sustancias que son dadas por la inflamación, por la infección de este virus. Eso hace que finalmente uno no lleve todo el oxígeno que necesitan sus tejidos y esto además sumado a que el COVID-19 –a diferencia de otros virus– también afecta el sistema cardiovascular”.
Sobre otras secuelas, el profesor Torres señala que las consecuencias físicas son las que afectan más a la población adulto mayor. “Todas las personas mayores de 70 a 75 años que entraron caminando al hospital, después de estar 20, 30, 50 días en una cama con sedación es muy probablemente que se hayan ido en silla de ruedas y puedan haber llegado a sus casas y hayan estado postradas”. Esta realidad, agrega, es una “tremenda limitación de las actividades de la vida diaria, que afecta -sin duda- de manera importante no solo al paciente, porque claro, él no se puede mover, pero también golpea a la familia, porque la familia tiene que ayudarles con las necesidades más básicas, como comer, bañarse y vestirse”.
Por su parte, Estefanía Nova, doctora en Inmunología y académica de la Universidad de Concepción, quien también fue parte del programa, señaló que, tras un análisis realizado en más de 60 pacientes, comprobaron también secuelas importantes en las personas. “Alteraciones en el TAC, asociado a quienes habían tenido ventilación mecánica, unos pocos con alteraciones a nivel pulmonar, pero se empieza a ver que hay otro tipo de secuelas. Otras que les puedo decir son muy generales, como el cansancio y la fatiga, que pareciera no estar asociada directamente con la severidad porque casi todos las presentaban (73,3 por ciento)”.
Además, dice la profesora, se muestran complicaciones a nivel emocional. “El 100 por ciento presentaba algún grado de problemas de depresión, con un poquito de ansiedad. También la calidad de vida -a nivel físico- se demostró baja, o sea ellos sentían que no volvían a ser como antes, que cuando querían trabajar les costaba mucho, caminaban dos pasos y se cansaban, otros jugaban a la pelota y después no podían”.
Coincidió con esta visión el profesor Torres, quien señala que los pacientes que han tenido COVID-19 “quedan con una tasa y una prevalencia muy alta de ansiedad, depresión, estrés postraumático, donde sin duda, estamos en deuda en cómo cubrir estas necesidades de los pacientes y de los profesionales de la salud que también trabajan en esto”.
Maritza Tapia, periodista Prensa U. de Chile. Fotos: Felipe Poga.