Elizabeth Sánchez Novoa
Académica de Nutrición y Dietética
Universidad San Sebastián
Se le llama edulcorante a cualquier sustancia, natural o artificial, que edulcora, es decir, que sirve para brindar un sabor dulce a un alimento o producto. Una manera simple de clasificarlos es separarlos en dos grupos: los calóricos y no calóricos. Tal como indica su nombre, los calóricos son aquellos que aportan calorías (y azúcares) mientras que los no calóricos no las aportan. Estos últimos han cobrado protagonismo en los últimos años debido a que no aportan azúcares como tal, sobre todo en personas con diabetes que buscan en ellos una opción de reemplazo para el azúcar.
Entre los edulcorantes no calóricos tenemos muchas opciones que son seguras, como la stevia que es 300 veces más dulce que el azúcar, es de origen natural y su consumo hasta la fecha no ha mostrado ser riesgoso para la salud. Otra opción segura para las personas con diabetes sería la sucralosa, que es 600 veces más dulce que el azúcar y que se ha visto que no es metabolizada por el cuerpo, sino que es eliminada después de consumirla por lo que no afectaría los niveles de glucosa (o “azúcar en la sangre”), el metabolismo de los carbohidratos ni la producción de insulina.
Si bien es cierto que al momento de escoger un endulzante u otro influyen muchos factores como el costo, el sabor y sus propiedades, para que sea un buen reemplazo del azúcar en preparaciones dulces, lo más importante es consumirlos con moderación ya que varios estudios han relacionado que el consumo excesivo de edulcorantes no calóricos se relaciona con un aumento en la ingesta alimentaria y con una menor sensación de saciedad lo cual haría que se consuman más alimentos que de igual forma estarían generando un impacto negativo sobre la salud, el estado nutricional y el control metabólico de patologías como la diabetes.
Foto principal: El Dímano